Desde el anonimato, el Banco Provincial de Sangre de Sancti Spíritus extrae y procesa cada año miles de donaciones para salvar vidas y producir medicamentos
Inevitablemente, la palabra vampiro remite a la encarnación del mal. La superstición y la mitología lo ubican en el panteón siniestro de los muertos vivos que depredan sangre a diestra y siniestra. Sin embargo, por la analogía de su labor, bien puede emplearse en antítesis este término para escribir de quienes en Sancti Spíritus dedican sus días a extraer, procesar y distribuir ese líquido rojizo, savia imprescindible para la vida.
“Esto aquí es como una fábrica”, asegura el doctor José Ramón Suárez, director del Banco Provincial de Sangre. Y el símil, que se torna incomprensible a primera vista, solo toma cuerpo mientras avanzamos en un largo recorrido por esta institución, a propósito de la jornada de homenaje al donante voluntario, desarrollada por estos días como deferencia al gesto de Fidel —primero en entregar su sangre para los damnificados por el terremoto del Perú, el 6 de junio de 1970— y al nacimiento del patólogo austriaco Karl Landsteiner, quien descubrió los grupos sanguíneos.
Habitualmente se ofrenda, de forma merecida, a quienes entregan gratis su sangre para el bien ajeno; mas, ¿cómo se aprovecha esta y de qué forma se preserva y garantiza su calidad para uso médico?, ¿cuáles requisitos se exigen para esta práctica?, ¿para qué otros fines se dedican algunos de los componentes?, ¿cuánto cuesta al Estado garantizar este suministro que salva vidas?
LA RUTA DE LA SANGRE
Bien cerca del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, el Banco de Sangre reluce. En sus espacios, limpios y asépticos se suceden múltiples quehaceres con exquisitez y rigor profesional. Un minucioso camino, que muchos desconocen, espera a las bolsas rojizas aún tibias por el calor del cuerpo humano.
“Además de este lugar contamos con cinco centros de extracción en algunos municipios. También tenemos tres tripulaciones que van con nuestros carros a La Sierpe, Taguasco y a asentamientos cercanos. La captación se realiza a través de los consultorios, con el apoyo de los CDR, donde deben dispensarizar y dar una atención integral a los donantes, pero no siempre fluye así. Contamos con algunos centros promotores que tienen grupos significativos de aportadores como el Minint, las FAR, las universidades, la refinería, Cemento Siguaney, el cárnico. Este año debemos alcanzar más de 17 000 donaciones”, introduce el tema el ya veterano director.
Los requerimientos para quienes entregan aparecen mínimos: deben tener de 18 a 60 años para su primera vez y hasta 65 si resultan habituales, portar el Carné de Identidad y mantenerse en ayunas. Los hombres pueden volver cada tres meses, en tanto las mujeres solo cada cuatro.
“Luego de inscritos, se les realiza el examen físico, donde les medimos temperatura, pulso, presión y peso. Si esos parámetros se encuentran bien, pasamos al interrogatorio médico. Algunas enfermedades invalidan transitoria o permanentemente para proteger al donante o al receptor, por ejemplo, si se saca una muela o tiene catarro, debe esperar unos días; si se coloca un piercing o se hace un tatuaje, tiene que esperar un año; el vitiligo, la hepatitis B y C y el sida, entre otras, limitan de por vida”, refiere el licenciado Luis Linares, vicedirector general.
¿Cuán verdaderos resultan ciertos criterios contrarios a esta práctica, según los cuales esta debilita, afecta la salud, sube la hemoglobina, acelera la hipertensión?
“La donación no causa ningún problema. A veces por el estrés los más jóvenes se desmayan, pero no sube la presión, ni nada de eso. Después que terminan reciben una merienda reforzada y se les orienta no realizar esfuerzos durante ese día”.
La ruta de la sangre también incluye exámenes previos para determinar el grupo sanguíneo y la hemoglobina, que debe superar los 12.5. Luego, durante unos 15 minutos ocurre la entrega de entre 400 y 500 mililitros, además de una muestra piloto para detectar posible hepatitis B y C, el VIH y sífilis.
“De una bolsa se obtienen hemocomponentes con diferentes fines: concentrado de glóbulos rojos para subir los niveles de hemoglobina; concentrado de plaquetas para enfermos oncológicos, con trastornos de coagulación, etcétera; crioprecipitado, que se utiliza para el hemofílico A; plasma fresco congelado, que se usa para los hemofílicos B y problemas hepáticos, entre otras enfermedades. Cuando la sangre tiene más tiempo de extraída se prepara plasma congelado con destino a la industria para hacer medicamentos. Además, se obtiene masa leucoplaquetaria, con el fin de fabricar Interferón y Factor de transferencia”, detalla minuciosamente Linares.
Estos elementos, que se conservan a bajas temperaturas y tienen diferentes fechas de caducidad —oscilan desde tres días a un año—, deben procesarse lo antes posible y recibir la conformidad del Departamento de Calidad antes de su despacho hacia las instituciones que la utilizan: en la provincia, los hospitales Camilo Cienfuegos y Pediátrico, el Materno de Cabaiguán y los municipales de Yaguajay, Trinidad y Fomento.
RETAGUARDIA IMPRESCINDIBLE
Tres jóvenes vestidas de verde, como en un quirófano, encuentra Escambray en el área de producción: “Aquí trabajamos la sangre como un riesgo biológico porque, aunque la mayoría de los pacientes son sanos, eso no se sabe hasta que no salen los resultados del laboratorio. Usamos guantes, hacemos proceso de desinfección al local, nos lavamos constantemente las manos, trabajamos con mucho cuidado las bolsas y nos hacen exámenes una vez al año”, asegura Yelimay Triana, especialista principal en este departamento.
El Banco Provincial de Sangre, donde según cálculos conservadores una donación cuesta entre 50 y 70 pesos, satisface la demanda de las instituciones del territorio con un alto por ciento de utilidad, pues diariamente apenas se rechaza una o ninguna bolsa debido al estado saludable de los donadores.
Algunos grupos sanguíneos resultan más difíciles de localizar —todos los negativos, sobre todo el O—, y por ello existen más de 350 donantes especiales que permanecen localizables para cualquier emergencia.
Mención aparte merece el Departamento de Plasmaféresis, donde con cuatro máquinas se extrae el triple de plasma, pues estos equipos permiten separarlo y devolver los glóbulos blancos, rojos y las plaquetas al torrente sanguíneo de cada quien.
Aquí concurren cerca de 240 personas, que reciben una dieta reforzada porque pueden regresar cada 15 días a entregar plasma normal o hiperinmune para elaborar industrialmente algunas vacunas o concentrado de plaquetas con destino a la hemoterapia.
En la institución llevan una trazabilidad del proceso, desde el principio hasta el destino final: “Se controlan los materiales a utilizar desde la colecta, los evaluamos incluso antes de que lleguen a nuestro centro. También evaluamos las condiciones de almacenaje, auditamos los departamentos y laboratorios donde se certifican las condiciones de la sangre almacenada. Damos un seguimiento y se llevan registros de todo, incluso realizamos auditorías externas a los centros donde se transfunde e investigamos si existe alguna no conformidad en nuestros servicios”, asevera Miriam Ramírez, jefa del Departamento de Aseguramiento de la Calidad.
Y a estas alturas, con tantos detalles, requisitos y exigencias técnicas, queda definitivamente desterrada la imagen demoníaca de los vampiros del cine y se impone el rostro bien experimentado y competente de esta retaguardia imprescindible, de estos vampiros del bien.
Hay un problema con la merienda: es comida chatarra.