Vuelo DMJ 0972: Como un pájaro muerto

Entonces escuchas por los altoparlantes el llamado a tu viaje: vuelo DMJ 0972, con salida de la terminal 1 del aeropuerto internacional José Martí, destino Holguín. Es 18 de mayo de 2018. Mediodía gris. Llegas apurada, con el bolso en el hombro derecho y la mochila en la espalda, pensando

accidente aéreo, aviación, Cuba
Con 113 personas a bordo, el Boeing 737-200 se precipitó a tierra el pasado 18 de mayo.

Entonces escuchas por los altoparlantes el llamado a tu viaje: vuelo DMJ 0972, con salida de la terminal 1 del aeropuerto internacional José Martí, destino Holguín. Es 18 de mayo de 2018. Mediodía gris.

Llegas apurada, con el bolso en el hombro derecho y la mochila en la espalda, pensando que quizás no te daría tiempo. Pagas el almendrón y refunfuñas un poco para tus adentros, porque sabes que el chofer te cobró de más; pero al momento se te pasa, saludando gente que conoces y dándole taller a lo que te estará esperando en casa: mandados por hacer, llamadas por devolver, cuentas por pagar…

Sacas un caramelo de menta de la cartera mientras redactas un mensaje en el móvil, algo como “en un rato estoy allá, voy saliendo”. Haces la cola normal, un pasajero detrás de otro, no como los molotes en los que te metes a veces, cuando se pone la caña a tres trozos y hay que irse hasta en la escalerilla del ómnibus. O en el camión, eso depende. Te acuerdas de esas muchedumbres enardecidas y te alegras de haber sacado un pasaje como este, aunque sea caro, mucho más caro.

No te pones a analizar —entre otras cosas, porque no tienes modo de saberlo— si el medio de transporte que ves a lo lejos fue fabricado en 1979 o en el 2010. No luce viejo, ni desvencijado, ni te inspira nada más que un salto en la boca del estómago, el mismo susto de siempre, el susto que llaman nerviosismo.

Cuando llegues —piensas— te darás un largo baño y pondrás a descongelar algo para la comida, lo primero que encuentres cuando abras el refrigerador.

Entonces escuchas por los altoparlantes el llamado a tu viaje: vuelo DMJ 0972, con salida de la terminal 1 del aeropuerto internacional José Martí, destino Holguín. Es 18 de mayo de 2018. Mediodía gris.

***

A los accidentes de tráfico, desgraciadamente, uno se acostumbra, y le echa la culpa al estado calamitoso de algunas carreteras y a los baches de la única autopista que ni siquiera llega de una punta a la otra de la isla y al timón con alcohol, esa mezcla tan explosiva como un coctel molotov. Los accidentes de tráfico, con sus escalofriantes cifras de muertos y heridos, vienen enlutando de a poco a todas las provincias del país.

Pero los accidentes aéreos, no. El hecho irreversible de que una aeronave presente algún desperfecto técnico y caiga del cielo como un pájaro muerto, ese desastre a la vez tan improbable y tan mortífero es, al menos para el cubano común, un escenario más propio de las películas que de la vida real, una posibilidad en un millón, un suceso tan de otros como un tiroteo en una escuela o el atentado suicida de un militante talibán.

Hasta que un avión se descuelga de su ruta, pasa rozando el techo de un puñado de casas y termina desbarrancándose en un campo de cultivo. Acaba de despegar del aeropuerto de La Habana con el tanque hasta el cuello de combustible. Lleva 113 almas a bordo.

***

Leer una y otra vez el listado de pasajeros del Boeing 737-200 es regresar, como en círculos concéntricos, a Los heraldos negros, el poema más desgarrador de César Vallejo. Un poema de 1918 que parece escrito para el dolor que viviría Cuba todo un siglo después.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

(Publicado originalmente en Cuba profunda, blog de la autora)

Gisselle Morales

Texto de Gisselle Morales
Periodista y editora web de Escambray. Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2016). Autora del blog Cuba profunda.

Comentario

  1. conformismo patetico

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *