Quizás sin darse cuenta Agustín Plasencia Calero ha hecho de su propia vida un experimento químico, y sin duda uno pudiera abstraerse para comprender el símil, mas, al entrevistarlo, basta relacionar cada acontecimiento de su vida con sustancias y cada escenario con superficies o tubos de ensayo; la reacción: una línea cronológica sin quejas ni frustraciones, sino de sacrificio y plenitud.
Su amor hacia los niños determinó que escogiera la profesión de maestro primario. “Cuando aquello no había pruebas de ingreso”, aclara al respecto. Pero al terminar el servicio social en esa enseñanza quiso empezar otra vez, y empacó la ciencia en sus maletas rumbo al pedagógico de Camagüey, donde se integraría a un plan especial para convertir maestros primarios en físicos, matemáticos y químicos; corría la década de los años 80.
“La Química es una ciencia muy experimental y me gusta estar siempre innovando, creando, había más posibilidades de experimentar de acuerdo con la cantidad de sustancias que teníamos en el laboratorio”, rememora acerca de aquella decisión.
¿Aspiraciones o desafíos? Más bien inconformidad fecunda. De profesor de Secundaria Básica a preuniversitario hasta llegar al terreno donde pareciera que estaba destinado a soñar en grande: el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Eusebio Olivera (IPVCE). Antes venció pruebas de aptitud para pertenecer a ese centro y luego “sobrevivió” los seis meses de superación en el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona” en La Habana. Incluso, desoyó a Mercedes: “Pero ese muchacho está loco, no para”, decía su vecina de Meneses, en su natal Yaguajay, al verlo estudiar los fines de semana en el portal de la casa sin reparar en el reloj.
“La facultad fue lo mejor que me pudo pasar”, reconoce Plasencia. Otros se hubieran cansado, o detenido mucho antes, pero Agustín es un inspirador, y un eterno inspirado; de los hombres que luchan toda la vida, los imprescindibles, escribiría el dramaturgo alemán Bertolt Brecht.
¿Por qué asumió la responsabilidad de entrenar estudiantes para concursos de Química?
Siempre me gustó resolver problemas y la parte de laboratorio es fascinante, por ejemplo, descubrir quién es el reactivo ensayando con las sustancias. Además, soy jugador de ajedrez desde pequeño, quiere decir que paso mucho tiempo sentado tratando de resolver problemas, aplico esa forma de entrenamiento a la química y me ha dado resultado”.
Jovial, franco, pausado, Agustín Plasencia encarna la naturaleza del pedagogo cinco estrellas. Mas, como entrenador, su carta de presentación pudieran ser las 95 medallas conquistadas por sus alumnos durante los últimos 19 años; 12 de ellas cosechadas en olimpiadas centroamericanas, iberoamericanas e internacionales y el resto en los concursos nacionales.
¿Le tomó usted la medida a los eventos foráneos?
“Creo que el mérito está en la selección del alumno, que aparte del talento debe tener mucha disciplina, ser muy laborioso, constante y esforzado. No solo con inteligencia se cogen las medallas, pero el verdadero mérito es el conocimiento porque las medallas vienen después. Estos niños llegan a la universidad con un nivel altísimo y se hacen doctores antes de los 30 años, esa es la verdadera medalla”.
Insisto en que él ha formulado y mezclado cada éxito de los muchachos, pero ni asomo de vanagloria. Desde el comienzo del diálogo en sus ojos brillan dos lágrimas; hurgo en los sentimientos y descubro quizás lo obvio: satisfacción paternal.
“La escuela se ha preparado y nos ha ayudado, ya la atención a los alumnos que participan en estos eventos es diferenciada. Nuestra educación generalmente atendía al alumno que estaba desaprobado, pero estos otros también tienen necesidades educativas, porque hay que irles elevando el nivel a los ejercicios constantemente con un programa especial para desarrollarles su zona de desarrollo próximo que es un concepto de Vigotsky y en esa medida ellos se preparan más”.
¿Cómo logra que los adolescentes se enamoren definitivamente de la Química?
A través de los experimentos. Ahora por ejemplo tengo un grupo de noveno grado y ya los tengo enamorados. Todos tenían un celular y entonces yo les decía: Vamos a usar el celular, se filman haciendo el experimento, miran los colores de los precipitados y le sirve también para identificar las sustancias. De esta forma usamos las nuevas tecnologías y los vamos embullando poco a poco, hasta que llega el momento que hay sentarse delante de un libro.
Después que están enamorados se les van poniendo pequeños problemitas, y en la medida que los van resolviendo se les va elevando el nivel y la autoestima, y llega el momento que son fenomenales.
¿Cómo adiestra a esos alumnos para que los nervios no les fallen durante cuatro horas de concurso?
El secreto de los químicos es comenzar el entrenamiento temprano por la mañana. Entras al aula y siempre los ves preparándose, porque nosotros entrenamos durante un año para el evento. Cuando tú trabajas ordenadamente tienen que salir los resultados, pero no les pido nada. Cuando todos los demás dejaron de estudiar, ellos siguen por la consagración al estudio que tienen y el gran compromiso con la provincia y la escuela.
¿Y a qué ha acudido usted para no quedarse estancado con los materiales de estudio?
Tenemos el Internet y acceso a la literatura, hoy no pasa igual que en el 2000 que nos enterábamos de la prueba casi siete años después, hoy tenemos en vivo las pruebas y las olimpiadas de otros países; casi no nos alcanza el tiempo delante de una computadora para ponerles esos ejercicios a los muchachos, pero mucha gente piensa como mi suegra (sonríe), que dice: “Tú no trabajas, tú te pasas el día estudiando” y es que mi trabajo es estudiar.
Si su suegra le dice eso, ¿qué opina su esposa Deisy Perdigón?
Mi esposa, mis nueras y mis hijos me apoyan, realmente yo puedo venir a trabajar por ellos, porque conmigo vive mi madre que tiene 88 años y entonces me la cuidan, es una relación bonita.
Me distraigo con mis nietos por la tarde porque llego sobrecargado, son ocho horas sentado delante de una máquina o a veces una tarde entera resolviendo un problema y si no lo puedes resolver, te vas con él en la cabeza, y la noche entonces te la pasas delante de una computadora también. La tarea del entrenador, lo más bonito que tiene es cuando un alumno te llama: “Profe, ya soy doctor, profe me gradué en la universidad”.
Cuando se ha visto agobiado con problemas familiares o de otro tipo, ¿ha pensado en dejar de ser entrenador?
No, nunca, el entrenamiento me saca de esos problemas. A veces mi mamá se pasa la noche despierta y me paso el tiempo en la computadora trabajando y la estoy vigilando.
En ocasiones el entrenador es criticado, porque nosotros no les damos clases a muchos grupos, pero para poner un ejercicio a veces tengo que estar una semana buscándole tres vías de solución, igual que para preparar una práctica de laboratorio.
¿Qué meta le queda por conquistar?
Siempre quise llegar a las 100 medallas, tengo 95, pero quise lograrlo antes de los 20 años, estamos en el 19, creo que este año me paso de las 100 medallas, ya después vamos a pensar si me retiro o me quedo.
¿Por qué no puede faltarle a usted el buen humor?
Sé perdonar las bellacadas que me hacen los alumnos, ellos a su edad se pueden equivocar, quien no se puede equivocar soy yo, para mí son mis nietos. Si usted no tiene buen humor no puede crear, debe tener motivación y crear las condiciones para poder resolver un ejercicio; primero que los muchachos quieran resolver el problema, y entonces ellos tienen que interiorizar que sí pueden y a veces no es en el primer intento; a veces es en el segundo, pero al final del placer de resolverlo ya enseguida piden el otro.
Excelente entrevista y muy merecida para el profesor Agustín. Mi hijo mayor es concursante de Química y ha crecido mucho a su lado. Es un hombre de saberes profesionales y humanos extraordinarios. Vivo orgullosa de lo que ha logrado con mi hijo. Se merece mil entrevista como estas porque no solo le ha dado gloria a Cuba, sino a la ciencia. Mis felicitaciones al periódico por esa formidable visibilidad para ese gran hombre.
Un pedagogo extraordinario. Mi hijo fue su alumno. Lo recordamos a él y su esposa con mucho cariño.
Gran profesor, excelente amigo, cuida de los estudiantes como un padre, a lo cual se une su esposa que lo acompaña en tan noble labor, ha tenido que trazar estrategias para romper barreras de incomprensiones en lo interno IPVCE y en lo externo también, pero al final se ha impuesto la noble misión formativa, instructiva y educativa, ahí el resultado, lo merece, bien de cerca conozco de su trabajo, mi hijo, agradece por siempre haberlo tenido como su entrenador, noble, humilde y modesto entrenador, gracias profesor.
El mejor entrenador de concursos de quimica de Cuba, orgulloso de ser uno de sus primeros alumnos.
Y uno de sus mejores alumnos sin duda 🙂
Gracias coquito 🙂
Excelente artículo, ojalá publiquen más como este. Un saludo para Agustín y todos los entrenadores de concurso de Sancti Spiritus, su labor es realmente admirable y muchas veces tienen varias cosas en su contra.
Es un orgullo para mí que publiquen artículos de este tipo. El profe Agustín es uno de esos ejemplos de maestros de toda la vida. Una persona consagrada a su profesión. Lo mejor para él y para el IPVCE Eusebio Olivera.