Los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez presentaron este martes ante el Congreso un proyecto de ley que busca prohibir a los tribunales de Estados Unidos el reconocimiento de marcas comerciales cubanas supuestamente vinculadas con propiedades nacionalizadas después del triunfo de la Revolución en enero de 1959.
Con el título “Ninguna marca robada reconocida en Estados Unidos”, la legislación busca aumentar el cerco económico contra Cuba.
Ambos legisladores presentaron a comienzos de enero un proyecto similar con el objetivo de restablecer el programa de robo de cerebros dirigido a los médicos cubanos que cumplen misión en el exterior.
La medida, que no ha sido aprobada, exige a la actual administración republicana que restituya el polémico Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos, establecido por el gobierno de George W. Bush y derogado al final del mandato de Barack Obama.
Entretanto, la ley presentada este martes busca prohibir a los tribunales de Estados Unidos “reconocer, hacer cumplir o validar de cualquier otra forma” los derechos por parte de un individuo sobre una marca registrada que se utilizó en relación con una empresa o activos que fueron nacionalizados por Cuba, a menos que “el propietario original de la marca lo haya consentido expresamente”.
Un proyecto de ley complementario fue presentado en la Cámara de Representantes por los Debbie Wasserman-Schultz (Demócrata de la Florida) y John Rutherford (Republicano por la Florida).
Un comunicado de la oficina de prensa de Marco Rubio menciona en específico el caso de la empresa Bacardí, que mantiene una batalla legal contra Cuba por los derechos de la marca Havana Club y cuyos abogados ayudaron a redactar la polémica Ley Helms-Burton, que este martes cumple 23 años.
Los orígenes de la marca Havana Club no tienen nada que ver con la historia de Bacardí. Su surgimiento se remonta a finales del silgo XIX cuando José Arechavala abrió la destilería “La Vizcaya” en Cárdenas, Matanzas.
En 1993, Pernod Ricard S. A. y Corporación Cuba Ron S. A. lanzaron la empresa conjunta encargada de la producción, de la mercadotecnia y de la comercialización del Havana Club en todo el mundo, con gran éxito de ventas.
Los orígenes de la marca Havana Club no tienen nada que ver con la historia de Bacardí. Su surgimiento se remonta a finales del silgo XIX cuando José Arechavala abrió la destilería “La Vizcaya” en Cárdenas, Matanzas. .
La Oficina de Patentes y Marcas norteamericana reconoció a comienzos del año 2016 a Cubaexport como legítimo representante internacional del famoso ron Havana Club, desestimando la demanda presentada por Bacardí. Sin embargo, la empresa trasnacional no se ha dado por vencida y sigue haciendo lobby en los pasillos de Washignton.
El enfrentamiento entre La Habana y Bacardí se remonta al triunfo de la Revolución, cuando sus destilerías y almacenes fueron nacionalizados en beneficios de la mayoría de los cubanos.
Los dueños siguieron con el negocio en Bermudas, México y Puerto Rico, hasta convertirse en líderes mundiales del negocio de las bebidas espirituosas.
Pero Bacardí nunca abandonó sus intenciones de recuperar el “imperio” cubano, sin importar el método o el precio.
Abogados de la compañía ronera y lobbistas en su plantilla como Otto Reich y Róger Noriega se sumaron en los años 90 del equipo pasado al equipo de redacción de la Ley Helms-Burton, que buscaba asfixiar la economía cubana, derrocar la Revolución e instalar un gobierno tutelado por Washignton que devuelva todas las propiedades nacionalizadas a sus antiguos dueños, en detrimento de la mayoría de los cubanos.
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