De estar casi a las puertas de la discusión del título a irse sin ningún metal en el pecho, el equipo espirituano de béisbol volvió a ser víctima del síndrome de la derrota en el Campeonato Nacional juvenil que finalizó esta semana en la tierra del Yayabo.
El mal, que ha atacado a más de un elenco de este deporte y de otras disciplinas en la provincia, asomó sus pezuñas en la última fase de la regular y se consumó en el partido decisivo por una de las tres preseas que repartió el evento, ganado por Santiago de Cuba.
Tras triunfar en los primeros tres encuentros, los gallitos cedieron ante los santiagueros y llegaron al último choque de la regular contra Matanzas con claras opciones de ser el rival de Granma, primer clasificado en la batalla por el título y subcampeón del torneo a la postre. Solo debían ganarle en su patio del José Antonio Huelga a los yumurinos, quienes llegaron a ese juego sin marcar en las casillas de las victorias. Pero… sobrevinieron los peros de siempre.
A duras penas empataron el partido en sus postrimerías hasta que llegó la lluvia y obligó a detenerlo a la salida del noveno, cuando Sancti Spíritus tenía las bases llenas con un out. En la reanudación del juego al día siguiente, otro pero, el de la incapacidad para definir un juego crucial.
Ninguno de los dos bateadores en turno pudo fletar la carrera del gane, pese a que los matanceros extrajeron del terreno a más de un regular y mantuvieron en el box a Lian Léon, un pitcher con solo dos innings lanzados hasta ese momento. Luego, con la regla Chiller en acción, sus rivales marcaron dos ante el mejor relevista yayabero, Edwin Parra, y los nuestros se quedaron cortos con una.
Lo que vino después fue la crónica de un síndrome anunciado. La tropa de Irolando Ulloa no pudo levantar el ego y cedió 0-3 ante Camagüey en la discusión del bronce en un partido en el que una docena de corredores quedó a la espera de un batazo oportuno, uno de los males que le costó otra vez el acceso a las medallas a este elenco, que tampoco pudo contar con una victoria de su as Luis Dany Morales, aunque salió dos veces a la lomita.
De tal suerte, lo que pudo ser —no demeritamos el cuarto lugar— se desdibujó frente a la afición que siguió al equipo —en una sede que de nuevo se vistió de largo en la organización— y se sigue preguntando: ¿hasta cuando el síndrome?
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