Cuando se trata de Brasil, el portento futbolístico de América y también del mundo, casi todas las visiones llevan un tinte adicional.
Mas ni siquiera ese detalle, que muchas veces ve fantasmas donde no los hay, puede soslayar una verdad tan grande como el Maracaná: el gigante sudamericano fue un campeón categórico al llevarse la Copa América de fútbol.
Y no solo porque ganó invicto y con un gol averaje impresionante: trece a favor y uno en contra, este en el partido final y por penal de su rival´: Perú. Brasil fue calentando su juego y clasificó, no sin algún que otro sobresalto en la fase de grupos ante Bolivia, Perú y un empate a cero con Venezuela cuando el VAR le anuló más de una opción de gol y en los partidos claves, esos que no se pueden perder, ganó.
Lo hizo en cuartos de final ante Uruguay, uno de los favoritos, aunque debió definir en penales. Luego se impuso con un inobjetable 2-0 a Argentina, un rival que le jugó de tú a tú a la altura de la rivalidad que generan sus historias y ganó con contundencia, a pesar de las polémicas de generó el rival por supuesto mal uso del VAR.
Sus detractores, que suelen tanto como sus admiradores, buscan la quinta pata de la mesa. Unos auguraban otro Maracanazo y otros hablaron de favoritismos por la localía y por la historia, sin contar los reclamos de los argentinos por lo que consideraron un despojo.
Pero el rico terreno echó por tierra lo que parece más un grito de impotencia. En el partido por la Copa la canarinha recibió casi la pena máxima al perder por roja,(suma de dos amarillas injustas) al que había sido el mejor jugador de la fase final: Gabriel Jesus.
La salida mantuvo por más de 20 minutos a un Brasil con un hombre de menos en la cancha se defendió con los dientes ante un Perú que intentó tomar fuerza. Pero los diez jugadores que quedaron se aferraron a su juego con una defensa a toda cancha y en los bordes de la zona chica. Y la genialidad los premió al no solo garantizar la victoria, sino afincarla con un tercer gol que hizo vibrar de emoción al Maracaná
Ello solo vino a confirmar que fue un equipo en el verdadero sentido de la palabra. Le faltó su estrella Neymar, y no se le echó de menos. Y no creo que sea cierto que Brasil juega mejor o peor sin él, pues de la mano y los pies de Neymar, se llevó el título olímpico en la última edición de estas citas en su propia casa de Río de Janeiro.
Esta vez Brasil lució como el Brasil de siempre, aunque le falte la potencia y jerarquía de nombres como Ronaldo, Bebeto, Roberto Carlos y hasta el mismísimo Pelé. Pero esta versión jugó fútbol con toques y pases magistrales a la usanza del “jogo bonito” que parece ir ganando espacio otra vez entre las piernas de esta nueva generación de futbolistas.
Tuvo delante a un Perú que se comportó como un rival digno y que luchó a sabiendas que tenía delante a un portento. De los peruanos justo es reconocer que hicieron su Copa, a la medida del fútbol que saben jugar sin ninguna rimbombancia mediática y quizás por eso fueron dejando en el camino a más de un favorito hasta alcanzar un subtítulo fuera de pronósticos.
La Copa de América se llama Brasil y así el continente tiene otra vez al gran rey sentado en su trono.
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