Cabotín Teatro, perteneciente al Consejo Provincial de las Artes Escénicas de Sancti Spíritus (CPAE), acaba de regresar de su Gira Nacional con la noticia de tres excelentes funciones en el Teatro Manzanillo, en la provincia de Granma. La compañía espirituana dirigida por Laudel de Jesús llevó para la ocasión su obra Espontáneamente, un texto de Amado del Pino que tuvo el privilegio de asistir al 14 Festival de Teatro de La Habana y que homenajea la figura de ese gran dramaturgo, crítico y amigo que fue Amado.
La acción ocurre en alguna esquina de La Habana, o de cualquier urbe del mundo, y narra la historia de un Pasajero y un Bicicletero: el primero, es un cubano radicado en España, que viene después de muchos años porque padece de una enfermedad y quiere aferrarse a una ilusión que le permita soñar en sus posibles últimas horas de vida; el segundo, un cubano de a pie que sobrevive bajo el torrente de sol, día a día, dándole a los pedales de su bicitaxi para comer y alimentar a sus padres.
Al estar en presencia de un coliseo con la mejestuosidad del añejo Teatro Manzanillo, muy bien conservado y con un equipamiento técnico de primera línea, pero que no favorecía las características íntimas del espectáculo de Cabotín hubo de recurrir a una especie de Teatro arena. Lograr determinada cercanía y un diálogo más preciso entre espectadores y actores era ineluctable. Se podía sentir la respiración y el sentimiento que como hondas vibratorias movían a más de uno, y lo digo con toda propiedad.
Según el crítico y asesor teatral Roger Fariñas este es otro lance autobiográfico en el que sediciosamente palpita una interrogante que invita a esos espacios de abstracciones y obsesiones del autor, que Laudel se detuvo a transcribir eficazmente sobre la escena². Este criterio quedó evidenciado en las tablas del Teatro Manzanillo, donde los actores se dejaron la piel y sus propias biografías: descarnando las angustias de esos individuos que se mueven sigilosamente por espacios comunes de la realidad cubana actual.
Espontáneamente es una cita nocturna con el recuerdo, las carencias, los deseos, la migración, el dolor y la dura realidad, hilvanados por meticulosos tejidos artificiales en los componentes escénicos para lograr un tipo de teatro que se centra en la relación, y donde lo esencial es la verdad bien contada. El director lleva a otro estado de pensamiento al espectador, gracias a una concepción milimétricamente encausada, a la hora de guiar a su experimentado elenco –Alejandro García y Alexander Cruz– a exponer sus preocupaciones filosóficas y de orden social de estos individuos que en la noche indicada deciden desnudar sus almas.
El tono ascendente de la representación, es perceptible no por una teatralidad de grandes ni suntuosas cadenas de movimientos o gestuales, sino por la acción contenida y viva, donde los intérpretes García y Cruz alcanzan una plenitud de verosimilitud ante quien especta. La mayoría del público manzanillero, esto pude constatarlo por sus reacciones y comentarios a la salida del Teatro, regresaron a sus casas atravesados por esta obra altamente filosófica que toca fibras emocionales y sensibles del hombre cubano de hoy ante la sociedad en que sobrevive.
Para finalizar, quiero resaltar la profesionalidad del excelente equipo técnico del Teatro Manzanillo, y la calidez que se podía sentir de parte de los técnicos, trabajadores y la dirección de la institución para con estos jóvenes creadores espirituanos. Un personal brillante, que nunca dejó de agasajar a los artistas que con tanto cariño y espontáneamente regaló a la ciudad su mejor arte.
Solo queda agradecer al Consejo Nacional de las Artes Escénicas (CNAE), y a los consejos provinciales de las artes escénicas de Sancti Spíritus y de Granma: por procurar, tomadas de las manos, éste tipo de oportunidades únicas e invaluables en pos de las provechosas confrontaciones del arte escénico en la isla.
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