Cada línea desnuda el interior de Lidia Verónica Echenagusía Puig. Siluetas que se fusionan y hablan. Un texto visual que es capaz de tomarte por las manos y conducirte por caminos repletos de interrogantes sobre preocupaciones e intereses femeninos. Cada obra es un mundo propio lleno de sensaciones que pierden el carácter personal para convertirse en universales.
“Parto de mis vivencias y las mujeres son personajes que se encuentran en cualquier lugar y están a la vez en mí”; tal es la presentación de esta trinitaria de cuna que en poco tiempo ha cosechado el aplauso de quienes dialogan con sus creaciones.
La herencia afrocubana, la sensualidad y el desafío que significa ser mujer en un mundo hegemónicamente machista traspasan el lienzo con naturalidad. Lidia Verónica desconoce a ciencia cierta cómo lo logra porque su técnica se adueña simplemente de dejar volar el pincel y su imaginación.
“Me descubre la artista trinitaria Yami Martínez. Hace dos años vine de visita y traje una cerámica de regalo. Al verla le llamó la atención y le mostré en mi teléfono otras muchas que tenían pintados rostros de mujer. Ella me sugirió que las llevara a un lienzo para que me quedaran mejor. En un primer momento me resistí, no me creía capaz, hasta que lo acepté y comencé”, recuerda.
Entonces llegó uno de los momentos más importantes de su vida: la toma de una decisión trascendental que significó abandonar su trabajo para asumir seriamente el camino de la creación. Una determinación que en un país como Costa Rica, donde reside desde hace años, arrastra muchas consecuencias.
“Laboraba en una empresa, pero cada día estaba más pendiente de la hora de irme. No me hacía nada feliz. Empecé hacer las manualidades, a moldear las cerámicas, a visitar ferias de artesanías, hasta que me dije: voy a aventurarme, y me fui”, dice.
¿Qué encontraste en el arte que te dio el impulso definitivo?
Me he realizado como profesional y he evolucionado como persona. Veo la vida diferente. El arte me ha ayudado a esa transformación. Cada creación es como una de mis hijas.
¿Qué raíces se multiplican inconscientemente en cada pieza?
Están los genes de la familia Echenagusía: fotógrafos, artistas de la plástica, arquitectos historiadores… y de Trinidad, definitivamente, porque es cuna de artistas; el que no canta, esculpe, si no baila. Es un pueblo muy bohemio. No me canso de decir que resulta mi lugar favorito del universo. No vivo allí porque mis padres cuando era pequeña decidieron emigrar, pero si hubiera sido mi decisión personal seguro estuviera aquí. Tengo una afinidad enfermiza por esa bella ciudad”.
Fue por ello que Lidia Verónica no dudó y su primera exposición encontró guarida en una muestra colectiva en la Galería Benito Ortiz, de la Ciudad Museo del Caribe. Luego, tocó las puertas de una personal y recientemente la Galería de Arte Oscar Fernández Morera, de Sancti Spíritus, acogió su muestra A flor de piel, expo integrada por varias de sus creaciones.
¿Y ya con varias exposiciones no has pensado en refugiarte en la academia?
No me interesa estudiar. He conocido muchos artistas que me han dado consejos a fin de orientarme para que encuentre mi lugar, pero al no saber tengo la libertad para hacer lo que quiera. Sin dejar de admirar a los académicos, prefiero seguir sin las reglas que se aprenden en las instituciones de la Enseñanza Artística. Mis ojos y parecer son suficientes.
Al principio me preocupaba si se veían mal o bien mis dibujos, pero ya no. A veces te dicen tal color no combina con el otro, pero como yo no sé los combino como creo. El arte es cuestión de percepción.
¿Cómo ha sido transitar por el complejo mundo artístico en una nación como Costa Rica?
Allá para exponer en una galería es complicado y mucho más si no tienes escuela. Afortunadamente, la Embajada cubana me invitó para mostrar algunas de mis piezas en la jornada de conmemoración por el aniversario 166 del natalicio de José Martí. Para mi sorpresa fueron muchísimas personas, pues allá pocos me conocen, por lo menos aquí están los amigos y la familia.
¿Seguirás develando diferentes corpus femeninos?
Trabajo mucho la mujer, el cabello, la piel, el desnudo de la espalda y los hombros. Es una expresión de lo que siento y de lo que quiero. Ahora mismo incursiono en la plumilla en lienzo, pero a todo color, por lo que no es común. Esa parte de mí quisiera llevarla a La Habana, donde existe una galería de arte naif, porque al final soy eso.
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