Bastó sentir la fuerza de la mirada de un pequeño para que Celina Concepción Pentón entregara su vida a los infantes. Su pensamiento está con ellos a pesar de la rutina y las preocupaciones que enfrenta como cualquier ciudadano común. Sin embargo, cuando llega a las cercanías del Círculo Infantil Sueños de Rosa y camina por sus pasillos deshace todo hálito de intranquilidad y se concentra en estos niños que la abrazan como si ella fuera su otra madre.
Una vez frente al aula, el ambiente trasluce alegría. Los chicos aprenden lecciones en medio de la risa, el juego, y la compañía de sus maestras, quienes convierten la clase en su otra casa; ese lugar al que desean regresar al siguiente día.
Y es que Celina, maestra de preescolar en esta instalación espirituana, se forjó como pedagoga en la Escuela de Formación de Educadoras de Círculos Infantiles Celia Sánchez Manduley, de Villa Clara. Allí sus venas se curtieron con el amor a los niños, y nunca más pudo desprenderse de quienes alegran el corazón de todo ser humano.
“La instalación formaba a las estudiantes en habilidades manuales, en Canto, Psicología, Pedagogía, así como en todas las áreas de desarrollo. Me preparó, y pude llevar a la práctica todo lo que aprendí en ella”, comenta.
Esas herramientas las trasladó a los Círculos Infantiles Bello Amanecer, de Cabaiguán; Pequeños Camaradas, de Sancti Spíritus, y más tarde al Sueños de Rosa, en el cual permanece hasta la actualidad.
“El inicio resultó un impacto, porque hay que mostrar mucho interés y dedicación. Comencé en una sala de lactantes con niños de 45 días de nacidos, y lo asumí con el mayor cariño del mundo”, alega la educadora.
Llena de gracia describe Celina los incidentes de este viaje por la Enseñanza Preescolar. “En el aula tengo 30 niños, quienes en esta edad son como una esponja. Hay que ser creativos y enseñarles los contenidos con un enfoque de carácter de juego, de acuerdo con sus intereses.
“Por eso me gusta mucho hacer medios de enseñanza para dar vida a las clases. Todas las semanas creo uno nuevo, gracias a las destrezas que he adquirido con el paso de los años. De igual forma decoro las aulas y todo el centro”, subraya la maestra de 53 años de edad.
Hondas emociones que transmite esta mujer espirituana a las nuevas generaciones de educadoras que llegan hasta el centro en busca de orientaciones. “A la gente joven hay que ayudarla, porque por ahí pasamos todos. Desde mi experiencia les inculco la atención a los niños, el tacto pedagógico necesario en esta etapa, además de impregnar en los infantes el espíritu de sacrificio demostrado a través del ejemplo personal. Todo se aprende en el camino”, aseveró la pedagoga con más de 30 años de labor.
Celina hace piruetas de gusto cuando habla de los niños. Tanto es así que, aun cuando ha impartido clases en la sede universitaria a quienes cursan por la licenciatura en la Enseñanza Preescolar, no abandona el nivel educativo que le ha permitido crecer.
“Algunas familias me ven y dicen: ‘¿Todavía sigues ahí?’, y entonces contesto: Para dónde voy a ir que más valga? Y es que los niños me reconocen, me identifican. Eso sin contar que hoy tengo en el aula hijos de otros que también acuné en mis brazos”, cuenta la espirituana.
Las puertas de su sabiduría no pueden ser más espléndidas. Pone en las manos de los pequeños todo el conocimiento que la vida y la academia le regalaron un buen día.
“Los círculos infantiles juegan un papel súper importante, pues forman al niño desde edades tempranas. Aquí se desenvuelven en colectivo, en sociedad, se relacionan con todo lo que le rodea, y se incorporan a las diversas de actividades culturales y deportivas que se despliegan en la institución.
“Para mí significa mucho. Es el resultado de mi trabajo. Me agrada, incluso, salir de vacaciones cuando sale el colectivo, y a veces hasta temo que se me olvide el nombre de los chicos. Cada día me convenzo más de que me gusta la sinceridad de los niños”, confiesa.
Celina a cada paso encuentra motivos para querer a su Círculo Infantil Sueños de Rosa. De ahí que atesore entre tantos lauros la Medalla por la Educación Cubana; la Pepito Tey, además de conservar durante 12 años la Distinción de Vanguardia Nacional; reconocimientos atados al compromiso y la responsabilidad.
Esta mujer no se detiene en guiar a los más pequeños de casa, y que tampoco renuncia a esa gran batahola que solo la ingenuidad y la picardía provocan. A esos encantos se aferra Celina Concepción Pentón, sin descanso ni respiro, haciendo gala de la gran educadora que es.
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