La noticia, por suerte, llega con matices: un reciente estudio desarrollado en parte de la costa sur trinitaria muestra evidencias científicas del favorable estado de la barrera coralina en esa región, sin embargo, pone el grito en el cielo por el estado de las playas Ancón, La Boca y María Aguilar, destinos más recurrentes de los espirituanos durante los meses de verano en particular.
En los últimos cuatro años el proyecto Uso y manejo sostenible de la biodiversidad marino costera de la región centro sur del macizo Guamuhaya colocó la mira en el espacio entre las desembocaduras de los ríos Guaurabo y Agabama, con el propósito de identificar los problemas ambientales y las prácticas insostenibles que amenazan esta área para implementar acciones y planes sustentables que contrarresten esas realidades.
“Trabajamos tanto en el mar como en la tierra. Estudiamos los 18 puntos de buceo explotados por la Marina Marlin de Trinidad en la barrera coralina. El resultado fue muy favorable porque en ese lugar existe salud y abundancia de corales, no se encuentra sobreexplotado ni afectado por la presencia humana. La biodiversidad y la riqueza de las especies en ese ecosistema se compara con la de Jardines de la Reina, que es incluso un área protegida”, comentó a Escambray Yessica Portal, especialista del Centro de Servicios Ambientales en la provincia.
Esa institución coordinó y ejecutó el proyecto, en colaboración con los centros de investigaciones marino-costeras de la Universidad de la Habana, de las Ciencias del Mar, de ecosistemas costeros de Ciego de Ávila y el Centro de estudios ambientales de Cienfuegos; todos bajo el auspicio de la Agencia de Medio Ambiente en Cuba.
El estudio también se detuvo en el estado de la ictiofauna y encontró que los peces de esa zona no han corrido la misma suerte de los corales debido al modo de subsistencia de los pobladores de esa zona, muchos de los cuales viven de la pesca y capturan las especies aún jóvenes, sin respetar su tiempo de desove.
“Aunque allí reportamos 213 especies —cifra que supera considerablemente en cuanto a diversidad a otras regiones del país—, encontramos poca presencia de peces de grandes tallas, existe una baja biomasa que es típico de las áreas sobreexplotadas y con poca protección”, detalló la estudiosa.
En cuanto a la caracterización de los pastos marinos de la bahía de Casilda y al frente de la península de Ancón, se determinó que predominan las especies conocidas como hierba de manatí y de tortuga. El proyecto además dio continuidad a la captura de la especie invasora pez león, para contribuir a su manejo y control aquí.
Entre las acciones propuestas a realizar para revertir los daños ocasionados a este medio marino-costero se encuentran talleres educativos sobre estas temáticas con grupos de la Marina Marlin y la Pesca; así como organizar un encuentro didáctico con los pescadores particulares sobre el empleo de mecanismos de captura que respeten el tiempo de desove de los peces.
Por otra parte, “vamos a crear en el punto de baño El Almácigo un sendero ecológico submarino con el objetivo de que quienes realicen buceo contemplativo puedan disponer de una descripción de los corales presentes en el lugar, a través de cartelería elaborada a base de materiales amigables con el medio y ubicada en el fondo del mar”, argumentó Yessica Portal.
En cuanto al área terrestre se estudiaron alrededor de 20 kilómetros de la duna y un poco más allá, sobre todo en la península de Ancón por constituir un sector de interés turístico. Allí valoraron la capacidad de carga de las playas con mayor incidencia de visitantes nacionales y extranjeros, específicamente de Ancón, María Aguilar y La Boca.
Como resultado fundamental salió a la luz que, durante la temporada alta en la etapa de verano, los turistas resultan más agresivos con el medio: entran vehículos a la duna sin respetar las prohibiciones establecidas, arrojan mucha basura y extraen gran cantidad de arena de las playas.
En Ancón y María Aguilar ya se describe tentativamente una erosión moderada y se estudiaron preliminarmente algunos bancos de arena —las características tanto del grano como de la fauna asociada— para valorar su compatibilidad, con vistas a realizar en el futuro vertimientos en el segundo de estos balnearios.
Mantener los monitoreos sistemáticos y desarrollar acciones de educación ambiental —como las ya realizadas en La Boca y en la escuela Mario Guerra, de Casilda— constituyen igualmente recomendaciones surgidas al calor de esta investigación.
El proyecto Uso y manejo sostenible de la biodiversidad marino costera de la región centro sur del macizo Guamuhaya, que ha dispuesto de un financiamiento de alrededor de 661 000 pesos, todavía se encuentra en procesamiento de los resultados, pues la discusión final con los expertos de la Agencia de Medio Ambiente se desarrollará para fines de año y esta experiencia quizás pudiera continuar algún tiempo después.
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