Con permiso del cineasta venezolano Carlos Azpúrua, director del filme cuyo nombre titula este trabajo —referido al intento de golpe en 1992 contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, responsable directo de la masacre conocida por El Caracazo—, Caracas amaneció de golpe este 30 de abril con el intento fallido del títere yanqui Juan Guaidó por derrocar al gobierno legítimo encabezado por Nicolás Maduro Moros.
Como refieren los cables, el autoproclamado presidente encargadologró mediante la complicidad de un grupo de oficiales subalternos de la Guardia Nacional y la Inteligencia (SEBIN), en número aproximado de dos docenas, sacar de su prisión domiciliaria al cabecilla del Partido Voluntad Popular, Leopoldo López, y acudir con él a las inmediaciones de la base militar conocida popularmente por La Carlota, a donde había convocado a sus seguidores con el propósito de ocupar ese enclave para dirigir desde allí la asonada contra Maduro.
Una vez en los extramuros del recinto castrense, Guaidó comenzó sus llamados insistentes para que los opositores y posibles militares desertores acudieran al lugar para iniciar lo que sería “el capítulo final del chavismo” en Venezuela, solo que había un detalle en su contra: no estaban dentro del perímetro de la base, sino del lado de afuera de la cerca y solo con algunas armas de mano contra toda una guarnición unida en defensa de la ley y el orden.
En realidad, los cerca de 100 militares concentrados en el lugar, aunque tenían varias tanquetas a su favor, poco o nada pudieron hacer contra La Carlota, por la sencilla razón de que carecían de moral, ya que —como se comprobó después—, alrededor del 80 por ciento de la tropa había acudido al llamado de sus jefes traidores, engañados sobre la tarea a cumplir y cuando supieron que se trataba de ejecutar un golpe, dieron paso atrás y regresaron a sus unidades.
Entretanto, rodeados por fuerzas policiales, al resto de los sediciosos no les quedó otro remedio que retirarse a la tristemente célebre Plaza Altamira, en el este de Caracas, lugar a donde han ido a llorar sus frustraciones los artífices civiles de otros intentos golpistas y militares desafectos, a lo largo de los últimos 18 años, sin poder impedir que la Revolución bolivariana continúe su curso.
Acerca de la última cadena de fracasos de Guaidó, la analista Esther Yánez Illescas, de Sputniknews ironizaba que en Venezuela están sucediéndose muchos Días D “definitivos”, ya que solo en los primeros meses del 2019, hemos tenido el 23 de enero, cuando el apóstata se autoproclamó presidente encargado y el 23 de febrero, cuando montó el circo multinacional en Cúcuta Colombia para hacer ingresar ayuda humanitaria por la fuerza a través de la frontera y desatar un conflicto.
La redactora señala que ahora se suman el 7 de marzo, el 6 de abril, el 30 de abril, el 1 de mayo… fechas sucesivas de convocatorias de esa oposición extremista, presentadas como la estocada final contra el “régimen usurpador” y… al día siguiente vuelve a ser un día C. Un día ‘ualquiera, apunta.
Naturalmente que el momento es muy peligroso y que el empecinamiento y el cinismo del Gobierno de los Estados Unidos, que reconoció explícitamente su apoyo al intento de golpe de estado, sitúa en una coyuntura de negros augurios el futuro inmediato, donde, sin embargo, los continuos fracasos están desgastando a la marioneta vocinglera que es Guaidó, reduciendo su caudal político.
Ello explica que ni el 30 de abril ni el primero de mayo haya logrado una respuesta masiva de sus bases de ultraderecha a sus constantes llamados a concentrarse en distintos puntos de la capital para ganar las calles, lo que fue reconocido por medios de prensa occidentales, mientras los chavistas inundaban importantes arterias capitalinas y las vías aledañas al Palacio de Miraflores.
Como coinciden no pocos observadores internacionales Washington y su títere han fracasado con sus zalamerías y lisonjas combinadas con amenazas, en su intento por ganar el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que se mantiene firmemente al lado del presidente legítimo Nicolás Maduro.
Pero, además, la masiva marcha del mayoritario segmento oficialista de la población este primero de mayo en una Venezuela por demás tranquila —hecho notar por el Ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, y reiterado por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente—, han llevado a observadores y analistas a la conclusión de que, por el momento, un golpe de estado en Venezuela contra el poder legítimo constituye una quimera.
Entretanto, distintos gobiernos continúan pronunciándose contra el intento golpista, entre los que figuran Rusia, Turquía, China, Cuba, México, Irán, Bielorrusia, Uruguay, Nicaragua y muchos más, incluidos organismos internacionales, como el Movimiento de Países no Alineados y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), entre otros.
En tanto, regímenes como el de Perú, con el ingeniero Martín Vizcarra al frente, dio su apoyo a la fallida asonada y manifestó su intención de convocar al Cártel de Lima, que tiene su sede en la capital peruana, para reiterar su sostén a Guaidó y su ejercicio golpista al servicio de una potencia extranjera, lo que en cualquier país constituye un delito de alta traición, sancionado con las más severas penas.
En este caso, Vizcarra corre el riesgo de incurrir en un descomunal ridículo, pues los últimos mandatarios de Perú que lo precedieron, a saber, Alberto Fujimori, Alan García, Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski, entre otros, han terminado presos, investigados o muertos por suicidio ante el cúmulo de pruebas de corrupción reunidas contra ellos, por lo que están a distancia galáctica de ser modelo de libertad y democracia para nadie.
De momento, el mundo tiene los ojos fijos en Venezuela, rogando por que la escalada de acciones desestabilizadoras llevadas a cabo por Estados Unidos de forma directa y por intermedio de sus títeres internos no desemboque en un conflicto geopolítico mundial, acerca de lo cual han advertido de forma reiterada los presidentes Vladimir Putin, de Rusia y Xi Jinping, de China.
Aunque Estados Unidos no ha logrado que Rusia retire a sus asesores militares de Venezuela, a pesar de las fuertes presiones enmarcadas en su intento por resucitar la indefendible, extemporánea y humillante Doctrina Monroe, ahora la emprende contra Cuba, exigiendo que retire a sus militares y milicianos del hermano país, lo que ha sido refutado por el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, quien expresó que es una exigencia sin sustento, pues allá solo hay médicos, técnicos de la salud y educadores cubanos.
El imperio, que ha amenazado con imponer un “bloqueo total” contra la isla, por su apoyo a la patria de Bolívar y Chávez, parece que olvida que ya en octubre de 1962 aplicó una cuarentena contra los buques que se dirigían a este país durante la llamada Crisis del Caribe, y que 57 años después todavía estamos aquí y seguiremos…
Precisamente este 2 de mayo se hace vigente el Título III de la ilegal Ley Helms-Burton, que por extraterritorial afecta los intereses de Cuba, al inmiscuirse en su derecho de soberanía política y económica, y los de numerosos países, entre ellos los de cercanos aliados de EE. UU. en la OTAN, cuyos gobiernos han advertido que protegerán sus intereses y los de sus nacionales en la ínsula.
Así las cosas, el accionar desmandado del Imperio puede desatar el pandemónium y, para suerte o desgracia de esta parte del mundo, en ese anfiteatro global donde personas muy poderosas y desalmadas se empeñan por escenificar una tragedia bufa, estamos en primera fila.
Pastor: No es la Base Militar La Coronela, es La Carlota
Gracias. Error enmendado.