La noticia la esperamos cada enero desde hace ya algunas décadas. Y cada inicio de año vuelve a ponernos delante de números cuya primera y necesaria lectura es la certeza de que miles de mujeres llevaron a feliz término su embarazo, miles de bebés hoy crecen y miles de familias cubanas disfrutan de un hijo o hija deseados.
Si decimos que por onceno año consecutivo Cuba mantiene su tasa de mortalidad infantil por debajo de cinco por cada mil nacidos vivos, ya es razón suficiente para el regocijo.
Pero constatar que el país alcanzó al cierre de 2018, por segundo año consecutivo, la tasa de mortalidad infantil más baja de su historia, con 4,0 por cada mil nacidos vivos, es más que extraordinario, reconfortante. Respecto al año anterior –cuando se obtuvo una cifra de 4,044 defunciones por cada mil nacidos vivos– este 2018 se disminuyó en 0,081 la tasa, lo cual representa cuatro defunciones menos, al suceder 3,963 defunciones por cada mil nacidos vivos.
No se llega a ese número por inercia o casualidad. Hay en su génesis la tenaz voluntad de priorizar el acceso universal a la Salud y el desarrollo social inclusivo y humano. Es, sí, la expresión del esfuerzo, el ahínco y desvelo, que lleva en toda Cuba el nombre de miles de profesionales de la Salud, desde los consultorios médicos hasta los servicios hospitalarios, con la decisiva participación de los hogares maternos, las salas de cuidados perinatales, unidades de neonatología y de terapia intensiva pediátrica; de la red de genética médica, de cirugía neonatal y de atención cardiopediátrica; sin obviar el apoyo intersectorial y comunitario a las acciones de Salud.
Datos preliminares ofrecidos a Granma por la Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud –cuyos trabajadores, este 1ro. de enero desde horas tempranas procesaban cada uno de los datos del cierre de 2018 en el sector–, refieren que en el recién finalizado año ocurrieron 116 320 nacimientos, 1 349 más que en el 2017 y se produjeron 461 defunciones en niños menores de un año, cuatro menos que en el 2018.
La dimensión exacta de estas estadísticas, ilustrar en qué medida se han reducido las muertes de nuestros niños, se nos hace más fácil si tenemos en cuenta, por ejemplo, que en el año 1970 ascendían a 9 173 fallecimientos, con una tasa de mortalidad infantil de 38,7.
«Al finalizar un año de incuestionables logros y mejorías de los principales indicadores de Salud es válido reconocer a todos los trabajadores del sistema sanitario, quienes son los verdaderos protagonistas de estos resultados, los cuales confirman la grandeza de la obra de la Revolución, ahora en su aniversario 60. En ese empeño merecen especial mención los trabajadores vinculados al Programa Materno-Infantil», expresó el doctor Roberto Álvarez Fumero, jefe del Departamento Materno Infantil del Ministerio de Salud Pública (Minsap).
En ese sentido, el especialista valoró que las acciones implementadas para el perfeccionamiento del programa del médico y la enfermera de la familia, y el desarrollo alcanzado por la genética médica comunitaria y el programa nacional de diagnóstico, manejo y prevención de defectos congénitos y enfermedades genéticas, constituyeron una fortaleza para la mejoría del indicador, que permitió mantener por seis años consecutivos la tasa de mortalidad infantil por defectos congénitos por debajo de uno por cada mil nacidos vivos; este año con 0,8.
Asimismo, Álvarez Fumero resaltó el trabajo desarrollado por las salas de cuidados especiales perinatales, los servicios de neonatología, las terapias intensivas pediátricas y la red cardiopediátrica y el Cardiocentro Pediátrico «William Soler», que permitieron reducir además la mortalidad asociada a la enfermedad de membrana hialina, hemorragia intraventricular, la influenza y neumonía, la sepsis adquirida y por infecciones intestinales; y mantener con similar tasa de mortalidad las debidas a hemorragia pulmonar, otras afecciones perinatales, sepsis congénita, neumonía congénita, meningitis bacteriana, viral y sin especificar, y las causas mal definidas o desconocidas.
Comentó que desde inicios del año 2018, el Minsap implementó un plan de medidas dirigidas a mantener y mejorar los indicadores propósito de mortalidad infantil, que incluyen ocho componentes: el perfeccionamiento de los sistemas de dirección y el control al programa en las provincias con mayores problemas, hasta lograr su transformación; el fortalecimiento del trabajo de los cuadros que intervienen en la conducción del Programa Materno-Infantil; un plan de superación profesional para mejorar las competencias profesionales necesarias en el personal de Salud que forma parte del mismo; el desarrollo de investigaciones; el aseguramiento de los recursos necesarios; una amplia estrategia de promoción de Salud para modificar hábitos, costumbres y elevar la autorresponsabilidad de la población en el cuidado de la salud materna infantil; así como la implementación de acciones específicas para reducir las principales causas de mortalidad infantil.
Sobre este último aspecto, mencionó la introducción de nuevas guías de actuación para las afecciones obstétricas más frecuentes, que incluyen tecnología predictiva para el diagnóstico precoz y prevención del crecimiento intrauterino retardado, la prematuridad, los trastornos hipertensivos asociados al embarazo, la diabetes y de la enfermedad hemolítica del recién nacido, entre otros.
Motivos para festejar este enero no faltan, pero podemos además estar orgullosos de vivir en un país donde cada día se trabaja por preservar lo más sagrado: la infancia.
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