Vamos, le dice usted a su amiga o novia, incitándola a marcharse de algún sitio; o Vámonos, más enfáticamente. La segunda forma resulta de añadir nos a la primera, y de que esta, a su vez, pierda la s. Porque no se dice vámosnos, sino vámonos. Es una regla que en la combinación –mosnos de imperativo siempre se suprime la s que antecede al pronombre átono o clítico nos, como en alegrémonos, unámonos, apurémonos, olvidémonos…
La eliminación de s en el imperativo plural de primera persona también sucede cuando se agrega la secuencia de clíticos sela(s) o selo(s). Imagine que usted y un compañero de trabajo deliberan sobre la pertinencia de compartir cierta información embarazosa con la jefa. Después de sopesar pros y contras, usted decide que es necesario. Digámoselo, propone. Digámoselo, no digámosselo. De igual modo, las formas correctas, al menos en la escritura, son démoselas, regalémoselos, quitémosela…, aunque, como bien señala la Nueva gramática de la lengua española, alarguemos la s del verbo en la pronunciación.
Parecida divergencia entre oralidad y escritura existe cuando se pospone el átono lo(s) o la(s) al imperativo singular de ver. Si usted quiere aconsejar a un vecino que no deje para mañana el disfrute de cierto espectáculo teatral, puede escribirle en una nota: Velo hoy mismo. Frente a frente, sin embargo, pronunciaría el verbo alargando —acaso duplicando— su vocal (algo así como vé.e.lo). Si el aviso es sobre dos amigas que están de visita en el pueblo o la ciudad, la recomendación escrita sería Velas hoy mismo, también diferente de la hablada (vé.e.las).
Pudiera pensarse que el alargamiento vocálico intenta distinguir las formas verbales de los sustantivos homónimos (velo y vela). Pero existen otros recursos sintácticos, semánticos y pragmáticos que permiten, en el contexto comunicativo, la realización satisfactoria de ese tipo de diferenciaciones. El imperativo singular de ver, por ejemplo, coincide con el de ir. Esa coincidencia no es obstáculo, sin embargo, para entender que en el enunciado Ve a la cocina se pide ir; y en Ve la cocina se pide ver.
En mi opinión, la singularidad prosódica de los imperativos velo y vela constituye, más bien, un hecho de norma, regularizado por el uso. Semejante a sale (Sale del aula, Aníbal), variante que, a pesar de la censura académica, tiene arraigo en muchos países, incluido el nuestro, no porque la e añadida a la forma canónica sal (Sal del aula, Aníbal) haga falta para diferenciarla del sustantivo homónimo.
Por otra parte, estoy casi convencido de que para muchos será harto difícil escribir el imperativo singular del verbo hacer seguido de selo(s) o sela(s). Se escucha en las expresiones Házselo saber (algo que un tercero desconoce), Házselo bien / gratis / barato (un trabajo de albañilería, por ejemplo), Házselo suavecito (el amor, un masaje), etc. Pero es una combinación que casi nunca trasciende el ámbito de la oralidad y mantiene gráficamente —representados por zc— la concurrencia de sonidos sibilantes que en el habla, al menos la de los cubanos, se articulan como uno solo.
Hay, asimismo, otra combinación de verbo imperativo y clítico que entraña serias dificultades prosódicas y ortográficas. Si usted estima que alguien conocido, a quien tutea, debe salirle al paso a determinada situación escabrosa, ¿cómo se lo comunicaría? Hay cubanos que dirían Sár.le al paso (trocando la ele de sal por erre); otros pronunciarían, aproximadamente, Sáj.le al paso (aspirando la primera de las dos consonantes). Lo correcto sería, sin embargo, decir Sal.le al paso.
Si engorrosa es esa última articulación —¡dos eles contiguas en sílabas diferentes!—, más difícil aún resulta su escritura. De hecho, la Academia declara en la Ortografía de 2010 algo insólito: que es “imposible representar por escrito la palabra”, considerando que en salle la secuencia ll es interpretada, forzosamente, como el dígrafo elle; es decir, que la leeríamos sa.lle, no sal.le.
Zanjar el inconveniente precisaría de una solución excepcional en el sistema ortográfico de la lengua española: insertar entre el verbo y el pronombre átono algún signo (guion, punto, barra…). Me parece mejor la propuesta de adicionar una vocal de apoyo: Sálele al paso. Fácil de pronunciar y de escribir. Y se estaría —digo yo—dando el espaldarazo a sale, imperativo sin clítico que sobrevive, con muchísima fortuna, haciendo caso omiso del veto académico.
Finalizo con algunas recomendaciones. Imperativo plural de dar es den; y de estar, estén. Ambos terminan en n. No trasponga esa consonante si añade un clítico: nunca diga delen, sino denle; tampoco estesen, sino estense. Así que regañe correctamente: Estense quietos, niños… Y si es a uno solo: Estate quieto… ¿O usted prefiere tate? Esa variante con aféresis o supresión de la primera sílaba, propia del habla familiar e informal —como cucha en vez de escucha—, es muy común en Cuba y Latinoamérica: ¡Tate quieto, muchacho, que quiero leer En la punta de la lengua!
¡Excelente! Gracias