Si algo sé es de pueblos, porque tal como ustedes soy un hombre de pueblo. Nací y crecí en un barrio pobre de Caracas. Me forjé al calor de las luchas populares y sindicales en una Venezuela sumida en la exclusión y la desigualdad. No soy un magnate, soy un trabajador de razón y de corazón, que hoy tengo el gran privilegio de presidir la nueva Venezuela, arraigada en un modelo de desarrollo inclusivo y de igualdad social, que forjó el Comandante Hugo Chávez desde 1998 inspirado en el legado bolivariano.
Vivimos hoy un trance histórico. Corren días que definirán el futuro de nuestros países entre la guerra y la paz. Vuestros representantes nacionales de Washington quieren traer a sus fronteras el mismo odio que sembraron en Vietnam. Quieren invadir e intervenir Venezuela –ellos dicen, como lo dijeron entonces– en nombre de la democracia y de la libertad. Pero no es así. La historia de la usurpación del poder en Venezuela es tan falsa como las armas de destrucción masiva en Irak. Es un caso falso pero que puede tener consecuencias dramáticas para nuestra región entera.
Venezuela es un país que por obra de su Constitución de 1999 ha expandido ampliamente la democracia participativa y protagónica del pueblo, y que de forma inédita es hoy uno de los países con mayor número de procesos electorales en sus últimos 20 años. Podrá no gustar nuestra ideología, o nuestro aspecto, pero existimos y somos millones.
Dirijo estas palabras al pueblo de Estados Unidos de Norteamérica para alertarlo de la gravedad y peligrosidad que pretenden unos sectores en la Casa Blanca de invadir Venezuela, con consecuencias impredecibles para mi Patria y para toda la región americana. El Presidente Donald Trump pretende además perturbar nobles iniciativas de diálogo impulsadas por Uruguay y México con el apoyo del Caricom para una solución pacífica y dialogada a favor de Venezuela.
Sabemos que por el bien de Venezuela tenemos que sentarnos y dialogar, porque negarse a dialogar es elegir la fuerza como camino. Tengamos presente las palabras de John F. Kennedy: «Nunca negociemos por miedo. Pero nunca tengamos miedo a negociar». ¿Tendrán miedo a la verdad los que no quieren dialogar?
La intolerancia política hacia el modelo bolivariano venezolano y las apetencias de nuestros inmensos recursos petroleros, minerales y otras grandes riquezas, ha impulsado una coalición internacional encabezada por el Gobierno de los EE.UU. para cometer la grave locura de agredir militarmente a Venezuela bajo la falsa excusa de una crisis humanitaria inexistente.
El pueblo de Venezuela ha sufrido dolorosamente heridas sociales causadas por un criminal bloqueo comercial y financiero, que ha sido agravada por el despojo y robo de nuestros recursos financieros y activos en países alineados con esta demencial embestida. Y sin embargo, gracias a un novedoso sistema de protección social, de atención directa a sectores más vulnerables, con orgullo seguimos siendo un país con índice de desarrollo humano alto y menor desigualdad en América.
El pueblo estadounidense debe saber que esta compleja agresión multiforme se ejecuta con total impunidad y en franca violación a la Carta de las Naciones Unidas, que expresamente proscribe la amenaza o el uso de la fuerza, entre otros principios y propósitos en aras de la paz y las relaciones de amistad entre las Naciones.
Queremos seguir siendo socios comerciales del pueblo de Estados Unidos, como lo hemos sido a lo largo de nuestra historia. Sus políticos en Washington, en cambio, están dispuestos a enviar a sus hijos e hijas a morir en una guerra absurda, en lugar de respetar el derecho sagrado del pueblo venezolano a la autodeterminación y al resguardo de su soberanía.
Como ustedes, pueblo estadounidense, los venezolanos y venezolanas somos patriotas. Y defenderemos lo nuestro con todos los trozos de nuestra alma. Hoy Venezuela está unida en un solo clamor: exigimos el cese de la agresión que busca asfixiar nuestra economía y sofocar socialmente a nuestro pueblo, así como el cese de las graves y peligrosas amenazas de intervención militar contra Venezuela. Apelamos al alma buena de la sociedad estadounidense, víctima de sus propios gobernantes, para que se unan a nuestro llamado por la paz, seamos un solo pueblo contra el belicismo y la guerra.
¡Que vivan los pueblos de América!
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