La noticia corrió descalza, despavorida, y así de rápido la comunidad se enteró de la partida de la Brigada Médica Cubana (BMC). A la entrada del hospital El Torno, estado de Santa Cruz, Bolivia, pacientes agradecidos llegaron con la voz destemplada y, al mismo tiempo, hecha ruego: “Doctoritos, no se vayan”.
Nadie puede precisarlo, pero quizás entre la multitud congregada allí estaba aquel campesino a quien un toro casi le corta de cuajo la yugular con sus tarros y, tras jornadas de batalla por la sobrevivencia, regresó al mundo de los vivos. El día del alta hospitalaria juntó palabras que nunca llegó a decir; en la mirada cupo toda la emoción.
DESPUÉS DEL GOLPE DE ESTADO
A estas horas debe sentirse un gran vacío en los laboratorios, las salas, las consultas y los salones de operaciones, comentan con pesar, luego del retorno a Cuba, la enfermera neonatóloga Yenni Palacios Bello y la licenciada en Laboratorio Clínico Yamilka Leyva Rivero, quienes formaban parte de la BMC instalada en el hospital El Torno, en la nación sudamericana.
El golpe de Estado al presidente Evo Morales dio un giro al desempeño de estas profesionales y de los más de 700 colaboradores de la Salud de la isla caribeña que prestaban servicio en Bolivia, sometidos al acoso y al maltrato por los detractores del primer mandatario indígena de ese país.
“En la Dirección de Colaboración de Santa Cruz, donde nos reunimos todos para el regreso a la Patria, vivimos momentos muy tensos”, señala Yamilka Leyva, ahora sentada en un sillón en su casa en Garaita.
“Llegaron la prensa opositora, la Interpol, Migración. Nos pidieron los documentos de identificación. Se llevaron preso al ginecólogo espirituano Daguito, porque había llegado de Cuba y no tenía aún la credencial. El jefe de la misión de Santa Cruz se fue con él; no lo dejó solo en ningún momento. Lo liberaron cinco horas después”, ilustra Yamilka.
Insultos, ceguera total. Así describe la enfermera Yenni Palacios aquel tiempo interminable: “Hicieron un registro del equipaje que traíamos cada uno; las mujeres policías nos llevaron para una habitación y nos hicieron quitar la ropa para buscar, según dijeron, drogas.
“Revisaron todos los maletines en busca de las armas y el dinero que les estábamos dando a los partidarios de Evo. Por supuesto, no encontraron nada. En aquel equipaje solo teníamos nuestras pertenencias que tiraron al piso entre ofensas verbales de todo tipo”, relata la enfermera.
VERDAD IRREBATIBLE
La única verdad irrebatible es que la BMC permaneció 13 años en diversos puntos de la geografía boliviana, muchos de estos remotos, donde salvó 110 000 vidas y devolvió o mejoró la visión a alrededor de 700 000 personas, refiere el sitio www.granma.cu.
“Cuando llegamos al hospital El Torno —cuenta Yenni—, fundamos el servicio de Neonatología. Recuerdo unos gemelos que nacieron con mucha diferencia de peso: uno con 1 200 gramos y el otro con 2 000. Uno de ellos llegó con una deshidratación muy severa, y después de días de luchar a brazo partido con él, lo salvamos. Las lágrimas de emoción en los ojos de aquella madre todavía las tengo en la memoria”.
Una foto en el celular de la laboratorista Yamilka atrapó su instinto materno: un niño boliviano en sus brazos, a quien le acababa de realizar análisis; junto al arrullo en el regazo de esta espirituana, la añoranza de su pequeño de seis años en Cuba.
“Salvamos a muchos niños y a muchas madres también”, afirma, y se hace a los recuerdos de una embarazada y su esposo y aquel“Por favor, doctorito, no tenemos plata; mi señora está muy enferma”. “Era una paciente con preeclamsia en estado crítico —aclara Yamilka—. Demoró en recuperarse, pero salió del hospital feliz con su bebé”.
El dedo se desliza nuevamente por otras muchas imágenes. Más de un año estuvo Yamilka junto a la gente pobre de Bolivia. Si en el mundo hubiese hombres, como dice el cantautor Silvio Rodríguez, “un tilín mejores y mucho menos egoístas”, otra sería la historia por contar.
“A veces llegaban pacientes —recuerda la laboratorista— con un diagnóstico falso y llevaban meses pagando dinero por esta prueba y la otra en una clínica privada. Por eso, a los médicos de esas clínicas no les convenían los hospitales de la misión cubana, ni las ferias de salud. A estas iban todos los especialistas; hacíamos los exámenes de laboratorio clínico en lugares improvisados. Todo eso sin que los enfermos tuvieran que pagar nada.
El día que nos íbamos, algunos de esos pacientes, que ya eran como familia para nosotros, nos decían: ‘No se vayan, ahora no habrá quién nos atienda’”.
Lejos de la incertidumbre vivida en sus últimas horas en Bolivia, la seño Yenni recuerda otro pasaje memorable de su estancia allá: “Evo estuvo en nuestro hospital; fue a inaugurar una sala de hemodiálisis, con tecnología de Primer Mundo. Resultó emocionante porque de una manera familiar agradeció que estuviésemos allí y su palabra fue sincera: ‘Cuba nunca va a defraudar a Bolivia’.
“Iba vestido con humildad, nada de cuello y corbata; eso lo hacía más un hombre de pueblo. Evo logró sacar a muchos pobres de la miseria; quería lograr un sistema único de salud, y eso fue mucha afrenta a la oposición”.
Tarde del 14 de noviembre del 2019. Dolió dejar a tantas personas diciendo adiós, algunas con el brazo extendido y las puntas de sus dedos sin querer desprenderse de las manos de los doctores cubanos.
“Cuando salimos del aeropuerto de Viru Viru, en Santa Cruz —afirma Yenni—, teníamos muchos sentimientos encontrados, pensábamos en los pacientes que no nos dio tiempo a curar, en los estudiantes a mitad de su formación, en los médicos bolivianos formados en Cuba, quienes, según rumores, no podrían ejercer más. De este otro lado, estaban nuestros familiares en esa espera tensa y la Patria, por supuesto, que nunca nos dejó solos”.
Excelente material. Gracias, Escambray. La ayuda de Cuba a Bolivia jamás será olvidada por su pueblo.