Con la misma naturalidad y riqueza que emana la unión de un grupo de amigos nació hace dos décadas Magali y su Gran Jugada. Era necesario acompañar la potente voz de un gracejo criollo exclusivo de su gestora principal, por lo que bastó un llamado para que subiera al escenario una idea, quizá descabellada para unos cuantos, pero respaldada por la interpretación de excelentes artistas. De inmediato, mereció el mejor de sus premios: las ovaciones del público.
“Todo el mundo lo comenzó a nombrar como el grupo de Magali porque ella era popular y querida, aunque no recibió todos los reconocimientos merecidos por su carrera, no solo en esta ciudad, sino en La Habana, donde junto a Pedro de Armas actuó por 20 años. Por eso, hemos mantenido ese nombre, aunque nació con otro que ni recordamos. Si un día por necesidades comerciales nos piden que lo cambiemos, lo valoraremos, pero por ahora seguimos siendo Magali y su Gran Jugada”, aclara Carlos Manuel Borroto, heredero de la dirección de ese proyecto musical, tras la desaparición física de la cantante yayabera.
Luego llegaron las primeras interpretaciones que se coronaron en lo mejor del pentagrama de este territorio. El son para Sancti Spíritus y Anda y dime, preciosa fueron algunas de las melodías que corroboraron la arraigada vocación de todo un colectivo que derrocha siempre entrega a su arte, respeto y profesionalidad.
“Llego al grupo, invitado por la propia Magali para que los acompañara a una gira que hicieron por Francia. Luego, asumí el reto de la dirección y creo que el éxito ha estado en que siempre se defendió la idea de apostar por nuestros intereses de hacer música, no para trabajar en el Turismo y viajar, sino para dignificar lo más autóctono de nuestras raíces como base fundamental, distinguida por voces muy brillantes como la que tenía Magali y la que prestigia aún Yania Pérez”, añade quien ha dejado que sus múltiples composiciones sean defendidas por ese grupo.
Con un formato que abraza cualquier instrumento y repertorio, siempre que las notas empasten con afinación, esta agrupación lo mismo se siente en un escenario intimista que en uno donde los pies se sueltan sin control.
“Cuando asumí la dirección, me dediqué a remontar un repertorio que ellos tenían y también a montar mis obras. Por eso es que abarcamos la trova, la música tradicional, bailable y campesina. Nos hemos convertido en el Moncada espirituano porque por mis posibilidades como compositor regalamos temas dedicados a efemérides o figuras de nuestra historia. Creo que han sido pocas las actividades de masas o actos políticos donde no hemos estado”, expresa Carlos.
¿Momentos difíciles en estos 20 años?
“Sin duda, la desaparición física de Magali Oropesa y la de Pachy Leiva, otro de sus horcones”.
¿Alegrías?
“La experiencia de Francia, donde intercambiamos con artistas de todas las manifestaciones y demostramos cuánto tiene de esa cultura nuestra música cubana. También están los 12 Premios de la Ciudad. Nos hemos convertido en los cantores de esta añeja urbe. Quizá suene sencillo, pero es un gran reto. La Embajada de Francia nos declaró sus amigos y en el aniversario 50 de la Revolución hicimos una canción que presentamos en diferentes barrios y comunidades, por lo que pudimos compartir con varios Comandantes de la Revolución. Este año también le obsequiamos un tema a los 60 años del triunfo. Sin duda, han sido bastantes las alegrías”.
Pero una de las mayores deudas de esta agrupación, considerada entre las mejores del territorio, es no contar con una producción discográfica bajo la firma de una institución reconocida.
“En los primeros años se abandonó mucho eso. Incluso, de la propia Magali casi no existe nada y eso es una verdadera pena. Los CD que tenemos no tienen calidad de venta y las otras grabaciones son caseras. Definitivamente, estamos abocados a grabar, pero al no contar con un estudio en el territorio todo se hace más complicado. Los que llegan con algún interés fonográfico prefieren propuestas más folclóricas”, refiere.
A ello se le suman otras insatisfacciones más comunes entre el resto de la comunidad de músicos espirituanos.
“Estamos adoleciendo de una programación de la música en sentido general. Debemos tener más espacio y, lamentablemente, la realidad es que cada día hay menos. Nuestro grupo tiene hoy formato de septeto, pero tenemos montajes que permiten que adoptemos formatos más reducidos, por lo que podemos llegar a cualquier lugar”, expresa quien también sufre, junto al resto del colectivo, las deudas eternas del pago a los músicos espirituanos.
Precisamente, esa versatilidad artística se disfrutará el venidero 15 de febrero en la institución que atesora la mayor colección de nuestra prenda nacional, cuando dentro del programa de la IV edición de la Feria Tecnológica La Guayabera, Magali y su Gran Jugada realice un gran concierto que contará con varios amigos invitados. El repertorio de esa noche se conformará con temas antológicos y otras novedades.
“Estamos preparando muchas sorpresas, pero sabemos que se quedará solo en esa noche porque casi no encontramos momentos para interpretar nuestras obras”, aclaró quien también forma parte de la Banda Municipal de Música.
¿Cómo ves el futuro de Magali y su Gran Jugada?
El futuro, por el momento, está seguro porque hay muy buenos músicos. Cada día se gradúan otros que tienen perspectiva, capacidad y profesionalidad. Mientras que exista eso en Cuba, la música está garantizada.
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