El pueblo revolucionario cubano dio el 24 de febrero otra muestra de su grandeza humana y del vigor de la fibras de que está hecho. El resultado del Referendo Constitucional de este domingo es la reafirmación de la innmensa mayoría que somos los que apostamos por una Patria independiente, soberana, socialista y democrática como la que nos propusimos construir desde hace 43 años, cuando aprobamos la Constitución de 1976 que hasta hoy ha regido nuestros destinos.
Ahora, con la nueva Carta Magna, también apostamos por la prosperidad individual y colectiva que soñamos alcanzar para bien de las presentes y futuras generaciones de cubanos. Y le abrimos paso a las necesidades y las nuevas realidades que estos tiempos nos han impuesto, a los derechos y las garantías nuevas, a los propósitos que nos hicimos al definir nuestro modelo socialista y trazar nuestros objetivos de desarrollo para el 2030 y hacia adelante.
Es el punto más alto de un proceso construido desde el realismo, la osadía, la permanente inconformidad y el sentido del momento histórico de la dirección revolucionaria y desde el pensamiento colectivo, la agudeza y los anhelos de nuestro inmenso pueblo.
Es el fruto de todos nuestros consensos posibles en el difícil camino de construir la unidad, arma indestuctible de la Revolución en estas seis décadas.
El camino no ha sido fácil. Una Constitución no puede cubrir todos los deseos y encuentra por eso algunos adversarios circunstanciales, que no significa que se opongan en lo más profundo a los propósitos de justicia social y de solidaridad humana que la Revolución tiene.
Hay sí los adversarios convencidos, los que sucumben a los cantos de sirena, los que desean prosperidad individual suprema por sobre la justicial social colectiva. Pero ellos siguen siendo minoría en la Cuba de estos tiempos.
Ni con intensas campañas mediáticas generosamente financiadas, ni groseras manipulaciones de los hechos, ni avalanchas de escritos y consignas en redes sociales (buena parte de ellos elaborados y posteados desde el exterior), ni desesperados mensajes por SMS en las horas de definición pudieron variar el deseo abrumador de votar por la Constitución, que es votar por la Revolución y el Socialismo.
Si Trump pretendría amedrentar a este pueblo con su inflamado discurso en la Florida, en el que amenazó con eliminar el socialismo de esta región del planeta; los cubanos le dimos la mejor respuesta: directa, nítida, contundente; como aquel nocaut legendario de Teófilo Stevenson a Duane Bobick en el ring de la Olimpiada de Munich.
Lo más estimulante fue la masiva asistencia de nuestros jóvenes; activos pensadores de este texto constitucional y quienes tendrán la tamaña responsabilidad de hacer buenos sus preceptos en los tiempor por venir.
Vendrá ahora la proclamación solemne de nuestra nueva Constitución, a la sombra gloriosa de aquella proclamada en Guáimaro hace 150 años. Y vendrán, también, tiempos fecundos para la generación y debate de las legislaciones que harán efectiva la Constitución nueva. Toca a nuestra Asamblea Nacional, al Gobierno, a nuestros juristas, a nuestro pueblo, proponer, pensar, definir derroteros mejores por los que abrirnos paso hacia el futuro.
¡VIVA CUBA LIBRE, SOBERANA Y SOCIALISTA!
Dígase lo que se diga, el pasado referendo constitucional arrojó fisuras en el monolito de la unanimidad comicial a lo largo de los últimos cuarenta años: la abstención y la oposición aparecieron con relativo crecimiento en el ejercicio democrático, tendencias universales. Creo que no es de preocupar sino hora de admitir la diversidad de criterios y de abandonar peregrinas ideas sobre supremacías hegemónicas absolutas en temas nacionales. La próxima prueba que arrojará más luz sobre estas corrientes será el venidero referendo, en dos años, aproximadamente, del nuevo Código de Familia y su institución del matrimonio igualitario. Hasta entonces, confiar y esperar como dijo Edmundo Dantés, el conde de Montecristo.