Vivir en El Baño de los Brujos es como haber nacido bajo el bautizo de la leyenda y la hechicería. Nadie tiene la certeza exacta del origen del lugar ni de esa rara denominación. Cuentan que tiempos atrás existió un centro espiritista y llegaban a la zona, cerca de Los Lagos de Mayajigua, personas dedicadas a profesar la brujería, esos rituales oscuros con invocación a espíritus, conjuros, maldiciones y vaya usted a saber cuántas cosas más.
El caserío se me antoja diferente a otras comarcas del campo; las casas se encuentran distribuidas a lo largo de un terraplén que nace en las inmediaciones de la villa San José del Lago y llega hasta las faldas de las Alturas del Norte de Las Villas. Más allá del sosegado ambiente y la costumbre casera de los vecinos, otra singularidad aparece en la inusual separación entre la mayoría de las casas, como si la distancia fuera la mejor precaución en un asentamiento con rastros aún de brujería, según afirman algunos lugareños.
LA REVOLUCIÓN, EL MEJOR BRUJO
A Sonia Moreno Tobal, una nativa que encarna la evolución social del caserío, no hay maldición que le penetre y ni se le ocurra a alguien arrimársele con un polvito, baños de hierbas o consejos de encender una vela al revés. “Dice la gente que existe lo malo y muchos creen en eso; que me perdonen los curanderos, pero a mí déjame con mi doctora y el Paracetamol que me recetó. Además, vamos a dejarnos de cuentos, en este rincón el mejor brujo en toda la historia ha sido la Revolución”, expresó tan alegre y agradecida que se remontó en instantes al pasado.
“Vaya usted a saber desde cuándo hay gente asentada por aquí, mi familia vivía allá atrás pegada a la loma desde la época del gobierno de Batista, entonces eran pocas casas, después cuando empezaron a crearse las cooperativas campesinas fuimos saliendo al camino y se comenzaron a construir las viviendas, más cerca de Mayajigua.
“Donde está hoy este caserío si acaso había un callejón por el que apenas cabía un caballo, así sacaban a los enfermos hasta Yaguajay; aquí la gente se moría a mengua, sin solución para nada. En mi casa no se conocía ni el fogón de petróleo, de niña no sabía ni que existía el durofrío. Ese pasado me lo borró la Revolución; ¡qué iba yo a imaginar un día tener lavadora, televisor, cocinar con electricidad, tomar el agua fría…!
“Del oscurantismo se oyen rumores, se habla que si en tal casa practican un trabajo y cosas así; pero los brujos que más daño hacen ahora son los que salen por las noches a robarte un animalito, una gallina…; esos son más peligrosos”.
HECHICERA DE BATA BLANCA
A pesar del poco tiempo en el consultorio, la doctora Liset Fernández Hernández sigue el rastro a cada paciente y a diario desanda la comarca para atender en las casas a los de avanzada edad. “¿Que se acabaron los brujos porque hay una doctora?, no se crea eso, periodista; aquí a la gente le encanta consultarse con esas personas, algunos no creen en la medicina y se van atrás de la creencia, es algo arraigado en la zona.
“Entre los hábitos de vida se acude mucho al café y al cigarro, les doy charlas sobre eso, imagínese, ¿quién les quita esas costumbres?; si me guío por las familias me tomaría todos los días cualquier cantidad de tazas de café. Lo que más indico son los analgésicos porque los pobladores padecen mucho de dolores, también priorizo a las embarazadas, aunque son bien pocas, ahora solo tengo dos y nueve niños menores de un año.
“Si algo me ha gustado de este lugar es la tranquilidad y que son personas muy sociables. Bueno, ahora mismo no sé dónde puede estar el brujo; yo estoy en el consultorio haciendo una captación de embarazo”.
ENTRE ESPIRITISMO Y PROGRESOS
Lejos está El Baño de los Brujos de ser un caserío perfecto; no obstante, enseña avances impensables como el servicio eléctrico que todos agradecen. Por un lado hay viviendas ilustrativas del desarrollo habitacional en ese paraje rural que la Revolución puso en el mapa; otras moradas no se han quitado de encima el latigazo del huracán Irma; pero la humildad de la gente se respira desde el camino.
Paulina Pérez González viste las arrugas de una vida de 78 años; con una locuacidad capaz de espantar los achaques del almanaque narra que su mamá Monserrate González Ulloa, la única centenaria de la comarca —103 años—, siempre le habló de que mucho, mucho tiempo atrás hubo en el lugar un centro espiritista.
“Me ha gustado este pueblo, sin embargo, nunca dije que vivía en El Baño de los Brujos; cuando me preguntaban decía: vivo en Los Lagos; vaya, como que me daba pena, esto nadie lo conocía, además ese nombre siempre lo digo con respeto”.
José Antonio Arechavaleta Molina, nacido y criado en el caserío, revela: “Sí creí en la hechicería, después llegó un momento en que me mediqué a la palabra de Dios y ahora reprendo todo lo que tiene que ver con los espíritus y esas cosas. Aquí el que no lo hace a la publicidad lo práctica escondido, pero la brujería no se ha acabado; cuando no está, la salen a buscar.
“Creía porque me sentía mal, iba al médico y no daban con lo que tenía, entonces buscaba un remedio con esas personas; luego llevé a una muchachita mía, venía una mujer de Trinidad, le dio de comer como un bocadito de algo; oiga, desde que aquello le cayó en el estómago fueron vómitos, vómitos y vómitos, junto con unos ataques tremendos, es que le hizo un trabajo para mal; tuve que arrancar y llevársela a un haitiano en un central cerca de aquí en Ciego de Ávila; cuando la vio dijo: ‘Tiene cosa tomá’, le hizo unos reza’os, le mandó unos cocimientos, hasta que se le quitó aquello”.
Antes era fácil engañar a cualquiera, contó Mirta López. “Mis padres me decían: ‘No salgas de noche, que te va a salir un brujo: mira, por allí sale tal muerto…’, yo de boba creía en eso. Lo otro es que aquí crecimos también con la leyenda de la cueva La Chucha, situada en esas lomas ahí atrás, se dice que vivió una africana que hacía curanderismo”.
BAÑOS DE SOLIDARIDAD
Todavía allí hay quien asegura que solo pronunciar el nombre del asentamiento eriza la piel; lo cierto es que ni la leyenda ni la fama del curanderismo pudieron romper la solidaridad.
Caridad Moreno Díaz nació hace 70 años, vive arrimada a la loma y se cuenta entre los nativos matrimoniados con la tierra. Escambray la encontró en la bodega mixta —también radica la farmacia—, en plena compra del pan. “Le juro que nunca me ha interesado averiguar por qué el nombre de mi pueblo, no creo ni sé nada de brujería, lo que sí le aseguro es que no hay en todo Sancti Spíritus lugar más tranquilo que este, cuando alguien necesita algo, todo el mundo tiende la mano”.
Aun cuando predomina la población adulta y el promedio de edad ronda los 50 años, otros horizontes anclan en el batey, sobre todo a raíz de la apertura del Turismo en Cayo Santa María, actividad que hechizó laboralmente a buena parte de los jóvenes, de manera que el futuro de la rica herencia agrícola del lugar está en peligro.
La Revolución trajo al asentamiento un baño de porvenir extensivo a todas las generaciones; las familias tejen una típica vida de campo; hay hasta quienes prefieren la zona por ser un remanso seguro ante los ciclones. Mientras Sonia Moreno no deja de pensar en el futuro de su nieta, “estudia en la UCI (Universidad de Ciencias Informáticas), se imagina, periodista, cuánta diferencia, yo apenas llegué en esas lomas hasta el cuarto grado”.
Sospecho que entre los consejos del curanderismo puede figurar ese de permanecer en las casas, pues me pareció rara la ausencia del trasiego propio de cualquier comunidad campestre; abandoné el lugar con precaución y con una interrogante: ¿será que la visita de Escambray escondió por unas horas la hechicería, o en Los Baños, como algunos también le llaman, quedan retazos de un pueblo embrujado.
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