El andaluz Blas Cabrera no perdió tiempo tras conocer que sería el encargado de materializar uno de los sueños de la villa del Yayabo. En solo 11 meses cumplió con la idea que daba vueltas, desde hacía mucho antes, entre un pequeño grupo de personas amantes de las artes.
Un plano ajustado a los intereses y necesidades de la añeja urbe hizo posible que deleitara a la vista sugerentes palcos y lunetarios, según la singularidad de los colores y sabores de la colonia, así como un excelente proscenio o escena. Su acústica quedó sellada por la propia topografía del terreno y otros originales recursos.
Un verdadero suceso que descorrió sus cortinas inaugurales el 15 de julio de 1839 y dejó cruzar por su umbral a todos los vecinos de fuertes recursos financieros que aplaudieron la obra maestra y bendijeron con sus elogios y aplausos lo que ya se anunciaba como una de las tres joyas del patrimonio espirituano: el Teatro Principal, nombre que porta desde las primeras décadas del siglo XX, porque en sus inicios se le conoció como Teatro de Sancti Spíritus, por el cual pasó lo que más brillo le daba, en ese entonces, a la cultura de la nación y otras latitudes.
Fue por ello que sobre su escenario se sintió el calor del violinista mexicano Juventino Rosas, creador del famoso vals Sobre las olas, y su homólogo instrumentista Claudio José Brindis de Salas, así como cuanta compañía de teatro vernáculo cruzaba de una punta a la otra la Isla.
Pero, la historia del añejo coloso no ha sido color de rosa. Muchos tragos amargos ha debido tragar desde que colocaron su primera piedra.
La primera llegó con la Guerra de los Diez años. Sus muros se convirtieron en cuartel. Su madera ardió para darles de comer a las tropas insurrectas. Al finalizar la gesta su belleza había sucumbido como el resto de la isla. Dijeron adiós el tinglado y los decorados, nacidos en su mayoría de los pinceles de Oscar Fernández Morera.
Por supuesto que no pocas personas, alarmadas por su mal estado, insistieron en que era una injusticia. El propio gobernador de turno, Pellicer, apoyó las labores y volvió a abrir sus puertas, pero con menos palcos.
La situación deplorable de la nación afectó el coliseo y para 1890 su espacio suplió cuanta necesidad tuvo la villa: Hospital de Sangre, albergue de reconcentrados, alojamiento de tropas y cocina.
Incluso, El Fénix, en su edición del 8 de abril de 1890, anunció la solicitud al alcalde para reconstruir la edificación, la cual, según la vox pópuli, sería asilo para las viudas de la guerra.
Mas, como ave fénix volvió a resurgir desde sus cenizas y con el empuje del pueblo el 24 de octubre de 1901 reabrió sus puertas con un nuevo esplendor. Tanto así, que el 28 de febrero de 1935 dos resoluciones lo declararon Monumento Público de carácter municipal, junto a la Iglesia Parroquial Mayor y el puente sobre el río Yayabo. Una trilogía capaz de ser captada de forma conjunta por un ojo aguzado y que dignifica en el mundo a nuestra añeja urbe.
Y cuando ya los infortunios parecían historia en la década del 70 como consecuencia de un boom por el séptimo arte en toda la Iila, se decidió que el Teatro Principal se convirtiera en cine. Por azar, pero más bien como una burla del destino, se proyectó ese día la cinta titulada La última bala.
Dicha disposición echó por tierra las condiciones concebidas para que funcionara como teatro y nos regaló su imagen actual. No obstante, sus cortinas se han descorrido para acoger a lo mejor que ha llegado a nuestro territorio como Rosita Fornés, José María Vitier, Ivette Cepeda…
El paso implacable del tiempo y sus consecuencias nefastas obligaron a que estuviera un tiempo cerrado hasta que en el 2012 ofreció la bienvenida, tras recibir una inversión de más de 2 millones de pesos, los que garantizaron una sala con tecnología moderna, entre paneles acústicos, tabloncillo, sistema de luces y climatización. Se ampliaron las dimensiones de su escenario y capacidad con 329 lunetas. Es la imagen que muestra ahora, incluso un poco más opaca por las afectaciones de las lluvias de los recientes fenómenos meteorológicos.
Y ahí está, 180 años después de aquel primer día de alegrías, desafiante en la ladera izquierda del río Yayabo, testigo fiel de muchos de los sucesos de la villa. Cumpleaños que merecerá una celebración con la presentación este fin de semana del Ballet Español de Cuba y el propio lunes una gala con talento local y esa propia compañía.
Jolgorio a un lado, nuestro coloso, considerado el más antiguo de su tipo aún en pie, con sus arcos en el portal ofrece siempre la bienvenida, admiración, cariño y respeto a quienes cruzan su umbral.
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