Aunque los actos de gobierno del autoproclamado presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó carecen de toda autoridad al interior del país, pues encabeza un parlamento en desacato y no cuenta con ninguno de los resortes materiales de poder del Estado —ejecutivo, sistema judicial, institutos armados, etc. — y por tanto son virtuales, el desfalco de fondos públicos y privados por funcionarios nombrados por él, fruto de aportes de la oligarquía interna y factores extranjeros, es bien real.
La bola de nieve de las acusaciones de corrupción contra Guaidó y su entorno, iniciada con el reportaje de PanAm Post hace unos días, acerca del desvío de fondos de la llamada ayuda humanitaria distribuida por sus representantes en Cúcuta, Colombia, que dejó desamparados y sin medios de subsistencia a un grupo de militares de bajo rango desertores de las Fuerzas Armadas venezolanas, no ha cesado de crecer y está próxima a alcanzar magnitud de avalancha.
Según la reportera espirituana de la agencia Prensa Latina en Caracas, Elizabeth Borrego, fueron Rossana Barrera y Kevin Rojas, albaceas de los recursos para la atención a desertores venezolanos que ingresaron a territorio colombiano, los señalados por desviar fondos bajo su custodia e inflar cifras de los militares traidores en Cúcuta para despilfarrar ese dinero en lujos personales.
Los analistas han estado atando cabos respecto a este affaire que crece por días y que, ya antes del citado trabajo periodístico que lo detonó, había estado brotando como en sordina en diferentes medios colombianos, hasta que esa olla podrida que son las ambiciones y procederes nada éticos de Guaidó y compañía fue destapada y comenzó a esparcir sus pútridos olores.
Mirándolo bien, el desvío de fondos públicos y privados por funcionarios que nombró el “presidente encargado” puede ser visto por Washington y elementos de la oposición interna como una traición a la gran conspiración en curso que EE. UU. encabeza para derrocar al gobierno de la República bolivariana, y a la OEA, y el Grupo de Lima, que le han servido de soporte político en lo externo.
Lo cierto es que, a partir del 23 de enero pasado, cuando Guaidó, con el apoyo de Estados Unidos y un grupo de gobiernos incondicionales que lo secundaron, se autoproclamó presidente encargado, estaba dejando a un lado en nombre de los partidos Primero Justicia (PJ) y Voluntad Popular (VP), que él representa —liderado por Leopoldo López, entonces en prisión domiciliaria—, a otras agrupaciones políticas influyentes en la MUD, como Acción Democrática y Un nuevo tiempo, entre otras.
Eso se mantuvo así durante algunos meses en los que, cada pocos días o semanas, Guaidó, inflado por la propaganda imperial, llamaba a una nueva acción contra el gobierno de Caracas diciendo que sería el intento definitivo para sacar a Nicolás Maduro del poder. Y así, fracaso tras fracaso, el lidercillo surgido como por encanto de la chistera del Tío Sam, e inflado por el barraje publicitario de los medios, fue perdiendo su “brillo”, en tanto instrumento útil al Imperio y sus acólitos de la oligarquía nativa y regional.
Así las cosas, para muchos observadores Guaidó ya no les resulta útil a sus tutores, sino una rémora que han decidido apartar y por eso, decididos a ensayar otras vías y métodos, con otros protagonistas, en Washington y Bogotá decidieron filtrar la trama de Cúcuta.
En un artículo de Misión Verdad, del 20 de junio, titulado La estocada final a Juan Guaidó, se plantea:“Si se conectan los hilos que unen a PanAm Post con las fuentes que usa para dar un estacazo mediático a los de Voluntad Popular, más el espaldarazo de Luis Almagro —secretario general de la OEA—, a una investigación a profundidad con lo sucedido, todo converge en que se está demandando un cambio desde Estados Unidos en el liderazgo opositor”.
El escándalo puede alcanzar mayores cotas si se comprueba la veracidad del intento de “enviados” de Guaidó a Nueva York y Washington, de apropiarse en beneficio de las cúpulas de VP y PJ, de 70 millones de dólares del dinero “congelado” a Venezuela, producto de las exportaciones de petróleo a Estados Unidos y los activos de la compañía venezolana Citgo en ese país, que según los propios norteamericanos ascienden a 30 000 millones de dólares en total.
Por lo pronto, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, acaba de denunciar en su programa televisivo Con el mazo dando un nuevo escándalo monetario que vincula a Guaidó con una estafa a través de la empresa Citgo. «Ustedes sabían que ya entregaron un préstamo por 1 200 millones de dólares para Citgo y que esos 1 200 millones los está administrando Juanito alimaña», destacó Cabello, aludiendo al gobierno de Washington, según un reporte de la agencia Reuters, firmado por Alexandre Meneghini.
Siempre según esa nota, Cabello introdujo un hashtag: Juanito Alimaña te roba y engaña, que ha logrado gran destaque en las redes sociales, y los usuarios han creado memes graciosos sobre el tema, que tiene su antecedente en una famosa canción del cantante puertorriqueño Héctor Lavoe, acerca de un ladrón de ese nombre que vive de robos y atracos.
Para la opinión pública venezolana, la suciedad destapada en las filas opositoras lleva ineludiblemente a una interrogante más que lógica, por aquello de que: si a esto se atreven ahora esos señores, ¿qué no harían si lograran instalarse en Miraflores?
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