Martha Alejandra debió estudiar música, pues reconoció su vocación en la temprana infancia, mas, el sueño de ingresar en una escuela de arte se le escurrió entre los dedos. Y quizás las aptitudes de la niña que hoy tiene 11 años hubiesen quedado dispersas en juegos caseros y matutinos escolares de no haber nacido el proyecto Espíritu de Ismaelillo de la mano de Damaris Rodríguez Ramos, directora del Centro de Promoción literaria Raúl Ferrer.
Asombra la madurez con la que Martha expresa el porqué de su afinidad con el arte, no solo por el canto sino también porque compone canciones: “Me siento libre. Me salen historias de los sentimientos, de las cosas que me pasan. Al principio era tímida, pero ya veo el grupo como una familia”. Y no cesan las sorpresas, pues para el nacimiento de una canción el siempre colaborativo José Ernesto graba la voz de la pequeña a capela con la melodía que brota de su inspiración y a partir de ahí se produce el background.
Espíritu de Ismaelillo tiene como precedente una investigación realizada en el 2015 por la propia promotora sobre la obra musical de Tomás Álvarez de los Ríos, a propósito del centenario de su natalicio. Inspirada en el grupo Ismaelillo, de Cienfuegos, la iniciativa espirituana cuenta además con el apadrinamiento del maestro Gonzalo Bermúdez Toledo, fundador del proyecto sureño con más de 30 años de creado.
La versión yayabera, instituida finalmente en noviembre del 2016, combina desde su génesis, tradición y cubanía, como reverencia a lo local y nacional, e incluso, como un desafío a la contaminación cultural y a las carencias materiales.
Desde entonces el camino se ha iluminado, primero, con el talento esperando ser descubierto y, luego, con el esfuerzo de padres e hijos lo mismo para gestionar y adquirir el mejor instrumento musical, hasta llegar a 16, para confeccionar el vestuario que para viajar una vez durante varios meses a Cienfuegos tras la guía exquisita de Bermúdez Toledo.
ENCONTRAR LAS SEMILLAS
“Las captaciones las hizo el maestro Gonzalo —rememora la promotora—, y lo más difícil fue la preparación, porque los muchachos no venían de una escuela de música. De alguna manera el grupo los ha formado”.
Sin la incondicionalidad de los padres la historia habría sido otra, bien por creer que cada obstáculo era vencible, bien por aportar su propio talento, como lo hizo José Manuel López, el papá de Dagmar, ya que de su inspiración nació el tema musical Cantamos que constituye el opening del proyecto.
También Deivys Pérez Bravo y Niurka Cancio Alfonso, cantante y director del grupo Rompesaragüey, respectivamente, y padres de David, el saxofonista, se convirtieron en los instructores musicales de Espíritu de Ismaelillo, que ya suma 30 niños entre 10 y 18 años.
Youxuander Mojena Escobar mueve sus pies con la gracia de un bailarín, predilección que sustituyó al apasionarse por el bongó, la tumbadora y la clave, incluso, aprendió a tocar guitarra y piano. Este pequeño no conoce el miedo escénico y siente devoción por Benny Moré. “Los ritmos que más me gustan son el chachachá, mambo y la rumba”, refiere.
Un año dedicaron a escoger el repertorio que ya suma 20 temas musicales, entre autores locales, nacionales y extranjeros. “Angelina fue el primero infantil que montamos, con letra de Tomás Álvarez de los Ríos; y hemos incluido otros autores espirituanos como Crucelia Hernández”, detalla Rodríguez.
En casi tres años, a la constancia y el refinamiento musical le han brotado no pocos frutos que no solo permanecen en la memoria, sino que uno puede apreciarlos en las fotos casi cronológicas colgadas en el garaje de la casa de Damaris, especie de galería.
“Nosotros no nacimos para competir con nadie. Siempre hemos estado abiertos a las críticas y sugerencias con metodología”, asegura Rodríguez Ramos quien impulsó a los muchachos al aprendizaje del solfeo para que, como ella manifiesta, no se vean como aprendices.
La evolución habla por sí sola: de cantar en actividades de barrio, a actuar en el portal de la Casa de Cultura Osvaldo Mursulí el primer sábado de cada mes y además ganarse un espacio el último domingo del mismo período en la filial provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. También los micrófonos de la radio se han abierto periódicamente para la promoción.
SABOREAR LOS FRUTOS
Jenifer Balmaseda Rodríguez comenzó en el proyecto por dominar paila, clave y guiro hasta aquel día que no le salió la conga y se quedó con el canto. Prefiere la canción Angelita para hacer de solista, pero cuando se pone ronca, Roxana Loreta Ríos la acompaña.
“El 2018 fue el año en que recorrimos todos los municipios de la provincia, solo resta Yaguajay; y además hemos estado en varias comunidades como Las Tosas, Paredes, Dos Victorias, en la fiesta de la cebolla en Banao”, recuenta Rodríguez Ramos.
El crecimiento de Víctor Alejandro Oropesa Rivero guarda relación con el de los demás integrantes; un bongosero devenido saxofonista. Con naturalidad afirma que al principio pensó que era difícil, y aunque confiesa que en los tonos graves se agota, ha llegado a dominar el instrumento, a pesar del empirismo.
Paso a paso, muchos reconocimientos institucionales y gubernamentales van distinguiendo la trayectoria del grupo en los disímiles escenarios, como en el recién celebrado Santiago espirituano.
Desafíos diversos y para nada lejanos les aguardan: “Cuando se perfeccione más el proyecto queremos hacerlo variado, interpretar el reciente cancionero de Ediciones Luminaria, trabajar con niños de la Aclifim, confeccionar cuadros de declamación oral, incluso incorporar danzas y canciones isleñas a través de la Asociación Canaria de Cabaiguán”, explica Damaris. También pretenden en el futuro introducir los metales, formar otros niños que sean suplentes y colaborar con otros grupos infantiles como Los Yayaberitos.
“Diversificar el proyecto con otras manifestaciones del arte significará darles una oportunidad a más niños”, augura la productora.
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