Esta vez los pronósticos se invertían. Era una ciencia la que movía el corazón del joven que en principio no sentía la más mínima inclinación por el magisterio. Sin embargo, es él la huella viva de cuánto pueden influir los buenos maestros, esos que son capaces de tocar el alma de las personas y transformar su horizonte.
Así ocurrió con Jesús Silverio Gabelas García, profesor de Biología del Centro Mixto Ignacio Agramonte de Yaguajay, un pedagogo que hace más de 30 años abraza esta profesión y no renuncia a habitar en las páginas de un libro ni a respirar en medio del olor a tiza que se incrusta en el pizarrón.
“Cuando llegué al Pedagógico me encontré con profesores brillantes que me introdujeron el bichito de la pedagogía, porque ya no solo quería saber de Biología, sino cómo enseñarla. Me motivaron y desde ese entonces me he propuesto ser como ellos”, cuenta.
Caminó poco a poco por los senderos de la enseñanza, saboreó los mejores momentos y también los desaciertos de esta profesión. No obstante, desde el comienzo supo que en este mundo hay que andar con deseos, pues existen generaciones ávidas de conocimiento que solo el maestro puede suministrar.
“Una vez que me gradué en el pedagógico me mandaron a hacer el servicio social a Camagüey, específicamente al municipio de Sierra Cubitas, en la comunidad de Solas, y ese fue mi bautismo de fuego. Allí tuve experiencias muy bonitas porque me tocó relacionarme con alumnos que ya estaban pasados de edad, vivían lejos de la escuela, y era una zona dónde la vinculación con la familia no era la mejor. Comencé dando clases a octavo grado, me propuse motivar a los estudiantes y logré cosas interesantes con ellos”, manifiesta Gabelas García.
Pero la vida quiso que este profesor mostrara sus luces en el territorio que lo vio nacer, y a esa petición se unieron situaciones familiares que exigían su presencia. Así, llegó hasta la tierra yaguajayense, regó el saber en sitios recónditos y hasta en los más urbanos.
La Secundaria Básica Santos Caraballé, de Iguará; el IPUEC Batalla de Yaguajay, en San Marcos; el Instituto Preuniversitario Mártires de Yaguajay, en Centeno, y el Raúl Ferrer, de Narcisa, todavía guardan las lecciones de Gabela —como todos le llaman— y las tienen como paradigmas en este sector. Mas, su labor superó las fronteras de la docencia, pues asumió responsabilidades como metodólogo de Biología y de Ciencias Naturales.
“En esta función me encargué de ayudar a los maestros y que ellos vieran en mí no solo el que los iba a visitar o a detectar dificultades, sino también el que los ayudaría a resolverlas en el propio contexto pedagógico. Daba clases con ellos; cubría en el aula cuando alguno de los profesores se enfermaba, y de vez en cuando cogía la tiza y los sentaba al final del aula para realizar cualquier actividad. No les pasaba la mano a los problemas, porque era uno más de ellos”, confiesa.
Gabelas no quiso separarse del aula; porque, según afirma, al desvincularse muere el maestro que se lleva dentro. Por ello no descansa en brindar cada día la mejor de sus clases. No importa cuántas veces haya impartido un contenido, para él nunca sobra la preparación.
“Yo disfruto las clases; me preparo para cada una de ellas y trato de insertar siempre lo nuevo. Los planes de estudio y los libros quedan atrás, pero la ciencia sigue. Veo qué situación de la vida cotidiana puedo utilizar e interactúo con los estudiantes, y aprendo de ellos”, dice.
Sin embargo, no todo en su vida es color de rosa. Como ser humano no puede arrancar los problemas y convive con ellos. Tanto es así que dedica gran parte de su tiempo al cuidado de su padre, quien, a sus 86 años y con plena lucidez, no puede moverse. A pesar de esto, sigue adelante gracias al apoyo de su familia y del Centro Mixto Ignacio Agramonte, donde labora.
“La escuela me ha dado la cobertura para atender las dos cosas y en correspondencia trato de quedar bien con el centro. Doy las clases y pongo todo el empeño del mundo en ellas porque no puedo hacer otra cosa que agradecer a la institución, al personal docente y no docente, porque si no fuera por eso no pudiera trabajar”, comenta.
Y es que Gabelas es de esos hombres para los cuales la escuela es su casa y los alumnos, su otra familia, esos retoños a los cuales se entrega a pesar de lo adverso. “No creo que el maestro deba estar por aquí y el estudiante, por allá; eso no es necesario para que me respeten. Siempre digo que podemos ser amigos, pero no socios, porque estos últimos sirven para hacer negocios, y en la vida y en el magisterio hay cosas que no tienen precio. Ellos tienen fácil acceso a mí, saben que pueden ir a mi casa a cualquier hora cuando tienen duda, estoy lejos de ser ese profesor de cuello y corbata”, alude Gabelas García.
En el transcurso de estos años aferrado al magisterio, Gabelas exhibe las medallas Rafael María de Mendive y José Tey, así como la Orden Frank País de Primer Grado, méritos que, a pesar de lo gratificante que resultan, no centran su quehacer.
“El magisterio es una de las pasiones de mi vida. Soy maestro por convicción. Respeto todas las profesiones, pero para mí la mejor de todas es el magisterio, que es la madre de todas. Por eso, no concibo ese día en que tenga que decir se acabó y apartarme del aula, porque mientras la salud me lo permita voy a seguir aquí delante de los alumnos”, asevera el profesor.
Y la humildad es tanta que, a sus 62 años, no olvida a quienes lo convirtieron en el profesional que es hoy: “Se les debe dar más atención a los maestros jubilados porque forman parte de la historia de nuestra pedagogía”, concluye.
Más de tres décadas han pasado desde que Jesús Silverio Gabelas García apostara por el magisterio. A partir de entonces su nombre habita en la voz de las diferentes generaciones de yaguajayenses a las que enamoró con la Biología, esa ciencia que él dignifica en el norte espirituano.
Excelente maestro dentro de los excelentes maestros. Todavía llevo el bichito de la biología por dentro aunque haya escogido el camino de las letras y todo gracias a Gabela. A su excepcional brillantez como pedagogo pq precisamente es eso un pedagogo un EDUCADOR DE VERDAD
Amigo, vecino, buena persona, profesor de profesores… GRANDE. El Gabe es un icono de lo que deberia ser un educador porque enseñar podemos todos pero educar solo quien lo lleve dentro. Mis Saludos y Respetos para el y su familia.
Honor a quie honer merece , excelente profesor y muy buena persono tuve el placer de que fuera mi profesor y despues por algun tiempo compañero de trabajo….muchas feliciidades a todos y en yaguajay hay muchos profesores buenos que merecen aunque sea este tipo de reconocimiento….saludos…..