Se oye que en tal tienda hay bombillos ahorradores de 8 watts; que cierto equipo electrodoméstico trabaja con 220 volts… Esas unidades de medida, watt y volt, al igual que otras como hertz o ampere, tienen variantes que los cubanos no utilizamos, aunque el diccionario de la Academia las registre como preferibles: vatio, voltio, hercio, amperio…
Las cuatro provienen de un antropónimo o nombre de persona: Watt, Volta, Hertz y Ampère, apellidos de relevantes científicos a quienes se honra con ellas. Algo parecido se verifica en muchísimas expresiones del ámbito de la medicina. Estos son apenas unos ejemplos: mal de Parkinson, síndrome de Down, enfermedad de Alzheimer, trompas de Falopio, camas Fowler, y la denominación de la prueba para medir el nivel de azúcar en sangre: test de Benedict.
Asimismo, los nombres de Américo Vespucio y de los monarcas Luis XIV de Francia y Felipe II de España motivaron, respectivamente, los topónimos América, Luisiana y Filipinas; mientras que del apellido de Cristóbal Colón se derivó Colombia y del de Simón Bolívar, Bolivia. No son los únicos. Otros nombres geográficos (Alejandría, San Petersburgo, Leningrado, Bermudas, Washington, etc.) también tienen su origen en antropónimos.
El nombre de varios géneros de plantas florales se crea a partir de apellidos ─en su mayoría, de importantes botánicos─: begonia, dalia, gardenia, camelia y buganvilia, esta última con la variante buganvilla, no usada en América, aunque sea, fonéticamente, la más próxima a Bougainville, apellido del célebre explorador y navegante francés.
Verbos como linchar y empecinarse proceden de antropónimos: el primero, de Charles Lynch, juez del siglo XVIII; y el segundo, del sobrenombre de un guerrillero español del XIX, Juan Martín Díaz, el Empecinado. Pero donde los antropónimos son notoriamente productivos no es en la formación de verbos, sino de sustantivos. A los muchos vistos hasta aquí, cabe agregar sándwich, fucsia, daltonismo, boicot, saxofón, y una larga lista en la que se incluyen nombres de sustancia como nicotina y diésel, o de objetos como quinqué, máuser, zepelín…
De otra parte, también los nombres de asentamientos humanos y accidentes geográficos contribuyen a la creación de palabras. A Bicocca, población italiana, y a la batalla entre franceses y españoles librada allí en 1522, se debe la existencia de un vocablo que solo he leído en el Meñique martiano: bicoca.
Según reza en la 23.ª edición del Diccionario de la lengua española, el origen de los sustantivos coñac, barniz y bujía hay que buscarlo, en última instancia, en los nombres de las ciudades Cognac (francesa), Beronice (egipcia) y Bujía (argelina). Así como en Tequila, municipio mexicano, radica el fundamento lingüístico de tequila, nombre de bebida; y en Champagne, comarca francesa, el de champán ─o champaña, como dicen en algunos países─.
Similar génesis establece el lexicón académico para nombres comunes como bádminton (de ascendencia británica) o zarzuela (de linaje español). También para la palabra bikini ─y su variante gráfica biquini─, que remite al atolón homónimo de las Islas Marshall.
Por último, a los antropónimos y a los topónimos vale añadir otra curiosa fuente de enriquecimiento léxico, sobre todo de sustantivos, en lengua española. Se trata de las marcas registradas.
Aspirina, nombre comercial acuñado por la compañía alemana Bayer para el comprimido de ácido acetilsalicílico, llegó a convertirse en el denominativo genérico del fármaco. Así ocurrió en Cuba, hace unos cuantos años, con la marca de polvo detergente Fab,la de queroseno Luz Brillante o la de pantalones vaqueros Pitusa, tan famosas que pasaron a designar los productos respectivos, cualesquiera fuesen las etiquetas bajo las cuales se comercializaran.
Igual suerte han tenido muchas marcas, entre ellas: Curitas, Nylon, Maizena, Thermos, Plastilina, Crayola, Cellophane, Klaxon, Pianola, Ping-Pong, Lycra, Formica, Pladur, Teflon, Martini, Chupa Chups, Rimmel, Jacuzzi… (Las dos últimas derivadas, a su vez, del apellido de sus inventores.)
Convertidos estos nombres en sustantivos comunes, se escriben, obviamente, sin la mayúscula etimológica y con las adaptaciones gráficas necesarias para transferirlos de sus lenguas de origen a la nuestra: nailon, maicena, termo, celofán, claxon, pimpón ─preferible a ping-pong─, licra ─mejor que lycra─, teflón, chupachupa ─forma cubana, no recogida en ningún repertorio lexicográfico─, rímel…
Aunque el diccionario académico aún no ha dado entrada a la voz yacusi, y solo registra jacuzzi, como extranjerismo crudo, es muy probable que la incluya de un momento a otro, considerando que ya aparece así, yacusi, en el Diccionario panhispánico de dudas, obra también de la Academia.
Expresarse bien no es una pérdida de tiempo, es algo que se ha perdido con el tiempo eso si mi amigo , que pena que usted no lo entienda.
QUE PERDIDA DE TIEMPO, POR QUE NO SE DEDICA EL ESPACIO Y LA ENERGIA PERIODISTICA A HABLAR DE ETECSA Y SUS INCUMPLIMIENTOS DE CONTRATOS Y SERVICIOS, ESO SI GOLPEA AL PUEBLO
Expresarse bien no es una pérdida de tiempo es algo que se ha perdido con el tiempo eso sí mi amigo.Que pena que usted no lo entienda.