Triste espectáculo el que dio hace unos días el Parlamento Europeo al hacerse eco de la campaña orquestada por Estados Unidos a propósito de la detención en Cuba del elemento antisocial José Daniel Ferrer, devenido por obra y gracia de los medios de desinformación supeditados al imperio, denodado luchador por la democracia encarcelado “injustamente” en la isla.
Frescos están todavía en la memoria de todos cuantos pudimos ver los testimonios aportados por la Televisión cubana, de personas golpeadas por Ferrer y algunos de sus secuaces, quienes fueron a parar a centros hospitalarios a causa de las lesiones recibidas, en lo que apuntan como motivación problemas en los que el dinero tuvo un papel preponderante.
Frescas también las escenas filmadas furtivamente, en las cuales aparece el individuo de marras golpeando con su cabeza, con una violencia inusitada, la dura superficie de un buró en una estación de Policía, acción destinada a infligirse moretones de los que alguien debía tomar constancia por medio de celulares para luego lanzarlo al éter y alimentar la campaña acerca de los supuestos abusos y maltratos recibidos por el detenido, visitante asiduo de la embajada estadounidense en La Habana.
Habida cuenta del mejoramiento ostensible de las relaciones entre Cuba y la Unión Europea (UE) en los últimos meses, manifestado en el intercambio de visitas de delegaciones y personalidades y la firma de convenios de colaboración, parece más que sospechoso el eco hipertrofiado que la alharaca promovida por los medios de comunicación de los Estados Unidos acerca del tema de los derechos humanos en Cuba ha tenido en el citado órgano comunitario, traído a colación esta vez a propósito del caso Ferrer.
Preciso es subrayar que, entre los órganos ejecutivos de la Unión Europea figuran además el Consejo Europeo, que reúne a los líderes nacionales y comunitarios, y la Comisión Europea, cuyos miembros son nombrados por los gobiernos nacionales y promueve los intereses de la UE en su conjunto.
En este contexto, salta a la vista que la resolución condenatoria contra Cuba del Parlamento Europeo aprobada por el 56 por ciento de los sufragantes desentona en cuanto a Cuba con la línea seguida en los últimos tiempos por la Comisión y el Consejo. El Parlamento, dicho sea de paso, está formado por naturales de los países integrantes de la Unión elegidos en cada nación para representar a los ciudadanos europeos.
Vale aclarar entonces que de los tres órganos citados —la UE incluye también el Banco Central Europeo, Tribunales etc.—, el Parlamento es el menos prominente en cuanto a poder de decisión ejecutiva, en lo que es superado por el Consejo y la Comisión Europea, lo que puede explicar la contradicción entre la línea política de cooperación que sigue la UE hacia Cuba y la ofensiva resolución adoptada por el aludido órgano legislativo.
Situados en este punto, se impone aclarar que en el Parlamento Europeo tienen influyente presencia grupos de derecha y ultraderecha —fascistas incluso—, muchos de ellos financiados desde Estados Unidos, que se han opuesto siempre a un mejoramiento de relaciones con la isla y que apoyaron en su momento la llamada posición común hacia Cuba adoptada por la UE hace alrededor de dos décadas con el auspicio del tristemente célebre José María Aznar, entonces primer ministro del reino de España.
Con la dignidad que la caracteriza, Cuba fijó posición ante la resolución de marras del Parlamento Europeo por medio de una Declaración de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la cual condena en los más claros términos esa injerencia en los asuntos de esta ínsula, un pequeño país del continente americano que ha sabido mantener su independencia y dignidad frente a los embates de la mayor potencia que ha conocido la humanidad en toda su historia.
Más aún, en ese propio órgano de la UE, representantes cubanos dieron el jueves 28 de noviembre una batalla campal con profusión de argumentos acerca de la posición de la isla en el enfrentamiento al bloqueo estadounidense, arreciado de forma criminal por el actual inquilino de la Casa Blanca con la intención de rendir por hambre a la patria de José Martí. La diáfana posición cubana fue respaldada allí por no pocos diputados en representación de naciones integrantes de ese bloque socioeconómico, movimientos y organizaciones sociales, así como partidos políticos.
Cuba dejó claro que, con esa resolución injerencista, el Parlamento Europeo apoya al Goliat prepotente y abusivo, siguiendo de manera servil las conspiraciones, los planes y las tramas macabas de un gobierno imperialista y despótico como el que desgobierna en Estados Unidos, lo que disminuye su autoridad y su autoestima y vuelve a poner a la Unión Europea en la situación de un gigante económico, en el cuerpo de un enano político.
En otras palabras: aunque el plátano apenas si se da en Europa, la resolución del PE hace de la UE, conformada por 28 países, y con un PIB comparable al de la superpotencia, una república mediatizada al estilo centroamericano; es decir, un gigante informe y desmoralizado, de cuestionable autoridad, equiparable a una súper república bananera.
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