Fernández Morera mutilado

Es siempre gratificante recorrer las calles del centro histórico de la ciudad. En virtud de la tradición y del misterio, los rincones espirituanos aun nos seducen por su poesía y belleza. Sin embargo, los ciudadanos no siempre respetamos las riquezas patrimoniales dispuestas a nuestro alrededor.

Entonces sobrevienen los maltratos al arte emplazado en espacios urbanos: los bancos pierden lustre, los grafitis cubren las paredes, el ornato público sucumbe ante la irresponsabilidad y la desidia de aquellos que debieran disfrutarlo, protegerlo y legarlo a las generaciones venideras.

Tras un breve recorrido que efectué dos días atrás por el boulevard espirituano, me percaté, entre la indignación y el asombro, que el retrato escultórico de Oscar Fernández-Morera (obra del ceramista y escultor Félix Madrigal) ha sido maltratado. El brazo izquierdo de la pieza, ubicada frente a una de las entradas a la galería provincial de arte, está prácticamente desprendido, de tal forma que puede apreciarse con claridad el soporte interno de acero.

Ante esta deplorable situación, se imponen las preguntas de rigor: ¿quién fue el autor de semejante atropello? ¿Cuándo y cómo ocurrió la agresión? ¿Los responsables de evitar estos desmanes o de corregir sus consecuencias no han notado el “problema”? ¿No basta, acaso, el franco deterioro que presentan varias de las piezas realizadas por Morera, hoy exhibidas de forma permanente en su antigua residencia?

Muchos de esos óleos sobre lienzo o madera han sido víctimas de manipulaciones incorrectas, reiteradas intervenciones al inmueble, malas condiciones de exhibición y ausencia de un concienzudo trabajo de conservación y/o restauración; agravantes que han dejado en ellos marcas evidentes, detectables a simple vista, incluso por espectadores no especializados.

Tanto Morera, en calidad de pintor y personaje ilustre de Sancti Spíritus, como su reconocida obra, constituyen patrimonio insoslayable de nuestra ciudad. Un ataque a ambos representa un ataque a nuestra identidad, a nuestro reservorio simbólico. Vivir en un lugar sin memoria implica vivir en un no-lugar, y sabido es que la memoria radica en el arte. Por consiguiente, maltratar al arte constituye el primer paso hacia la pérdida de nosotros mismos; de lo que hemos sido, de lo que somos y seremos.

Tras la esperada remodelación que convirtió a la Galería Provincial en uno de los espacios expositivos más atractivos del centro del país, urge enfocar nuestro interés en la conservación y restauración de la obra realizada por Fernández-Morera. Más imperiosa se nos revela la reconstrucción de la escultura que actualmente rinde homenaje al creador de piezas tan atractivas como Los cocos o Naranjos en catauro.

Veamos en ambas propuestas dos regalos que, a corto y largo plazos, pudiéramos hacernos con motivo del quinientos cinco aniversario de la ciudad. Así evitaremos perder parte de nuestra memoria, del ser y el sentir de la tierra espirituana, tan orgullosa de su arte y sus artistas.