El olor repugnante de la melaza ya no le molestaba, ni tampoco la tormenta de ruido, que venía del basculador, los molinos. Hasta la gente del batey del central Narcisa, también conocido como Obdulio Morales, le era familiar a la ingeniera química Ada Triguero Cruz, de Guayos, quien cumplía su servicio social en ese ingenio de Yaguajay.
Nada le indicaba a la recién egresada que aquella mañana de marzo de 1987 su corta vida profesional tendría un punto de inflexión. Solo bastó una llamada telefónica desde la Delegación Provincial del Ministerio del Azúcar: integraba la lista de un reducido grupo de jóvenes del territorio que se formaría en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana, para luego crear una institución de similar perfil en Sancti Spíritus.
—¿Biotecnología? ¿Qué tengo que ver yo con eso?, preguntó con más dudas que certezas en ese momento.
A
la vuelta de más de 32 años se lo confiesa a este reportero la hoy doctora en
Ciencias, quien dirigiera los destinos del CIGB espirituano desde su nacimiento
en 1990 hasta el 2001. “Nosotros surgimos gracias a una idea de Fidel”, remarca.
GÉNESIS DE UNA IDEA
27 de julio de 1986. Aún la ciudad vive los ecos de la celebración del acto nacional por el aniversario 33 del asalto al Cuartel Moncada. Con pasos largos y enfundado en su traje de verde olivo, el Comandante en Jefe recorre la Facultad de Ciencias Médicas (FCM), institución que inaugura oficialmente esa mañana. Indaga por si allí se hacía ciencia; junto al líder, Joaquín Bernal Camero, primer secretario del Partido en la provincia.
“En esa fecha, Fidel me planteó que íbamos a hacer un Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología —rememora Bernal Camero—. Me habló de que Limonta (Manuel Limonta Vidal), director del CIGB de La Habana, iría a Sancti Spíritus. Fue y vimos lo que había que hacer. Seleccionamos el personal que se prepararía; incluso, fuimos al CIGB. Como siempre, Fidel nos explicó, nos argumentó la importancia de contar con un centro de este tipo”, alega Joaquín, máxima autoridad política del territorio hasta 1987.
Inaugurado
por el líder histórico de la
Revolución el primero de julio de 1986, el CIGB habanero
llevó de la mano el surgimiento de su homólogo aquí. “A partir de la creación del centro en la capital y los resultados que
comenzaron a observarse rápidamente, Fidel concibió la idea de fundar pequeños
centros en otras provincias para multiplicar las producciones que se
realizaban, desarrollaran sus propios proyectos y a nuevos científicos. Como todas las ideas de Fidel, esto, además de ser un desafío grande,
permitió un avance más acelerado de la Biotecnología en el país”, comenta Marcos Reloba
Batista, segundo secretario del Partido en Sancti Spíritus a finales de la década
de los 80 y luego, desde 1989, presidente de la Asamblea Provincial
del Poder Popular.
“Fidel confió en el talento de los guajiritos espirituanos, y en el de la nación. Apostó por la Biotecnología en pleno período especial, cuando el país estaba boca abajo”, subraya el doctor en Ciencias Enrique Pérez Cruz, jefe del Departamento de Investigación y Desarrollo del CIGB de la provincia, erigido en locales adaptados y construidos en la FCM.
Cuando Reloba Batista asumió la presidencia del Gobierno en el territorio, ya se habían dado los primeros pasos en la reconstrucción de los locales. “Crear el CIGB en Sancti Spíritus era un sueño que pocos compañeros entendían —aclara—. El desarrollo científico de la provincia era escaso; las personas dudaban de que esto pudiera realizarse y que los resultados, alcanzados después, fueran posibles. Aunque se conocía lo que pasaba en el Centro Nacional por lo que explicaba Fidel, se pensaba que no era lo mismo La Habana que Sancti Spíritus. Con muchas limitaciones, incomprensiones y dificultades, aquel grupo de jóvenes luchaba por tener su centro terminado”, reconoce Marcos Reloba, vinculado hace décadas a la Aviación Civil.
“No se conocía mucho en aquel momento sobre Biotecnología”, reflexiona Ada Triguero¸ quien a inicios de 1990 retornó a Sancti Spíritus, junto a otros colegas entrenados en la capital, y apoyaron la obra constructiva, en cuyo impulso y término resultó decisivo el aporte del Gobierno, indica esta experta.
“Los jóvenes científicos con los que me reuní, encabezados por una muchacha muy joven (se refiere a Ada); pero que defendía con una gran pasión la idea, con un entusiasmo pocas veces visto por mí, me ganaron para la causa inmediatamente”, apunta Reloba Batista.
“Eran científicos —añade—, pero junto a lo que ya estaban desarrollando, en las horas libres apoyaban a los constructores para impulsar las labores de adecuación de locales e instalación de equipos, necesarios para su trabajo”.
El entonces presidente de la Asamblea Provincial no anda a la caza de mérito individual alguno, y reconoce que contó con varios colaboradores en la consecución del proyecto de Fidel, entre ellos la vicepresidenta de ese órgano, Alicia Crespo, el doctor Magdaleno Faildes y varios organismos del territorio.
Aún sin finalizar las acciones constructivas, el director del CIGB de La Habana y el propio Reloba visitaron sin anunciarse el futuro centro a altas horas de la noche en la FCM. Solo permanecían encendidas las luces de un laboratorio, donde se encontraba todavía Ada, inmersa en la purificación de un anticuerpo monoclonal antihepático B.
—Estos
espirituanos sí van a lograr resultados, le dijo Limonta a la científica en
ciernes, actualmente al frente del Departamento de Formación del CIGB de La
Habana.
PASOS INICIALES
Pese a que ninguna ceremonia inaugural marcó la creación del CIGB de Sancti Spíritus, el colectivo fijó en abril de 1990 el comienzo de la institución, surgida gracias al respaldo, además, del doctor Jehová Oramas, decano de la FCM, y del doctor José Miyar Barruecos, secretario del Consejo de Estado.
Dos años más tarde, en abril de 1992, Omar Reinaldo Blanco Águila, actual jefe del Departamento de Producción, intervenía en el VI Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas en La Habana, presidido por Fidel. Ante todo, el espirituano le agradeció la decisión de crear un centro de este carácter en la provincia, y la posibilidad que les brindó de entrenarse en la capital.
Uno por uno, le enumeró los resultados que exhibía el CIGB, dedicado a la ingeniería genética de plantas y a la inmunotecnología, focalizada en la obtención de nuevos anticuerpos monoclonales para el diagnóstico y la terapéutica. El centro empezaba a caminar sin dar pasos en falso, y Fidel lo resaltaba.
Según
ha reseñado Limonta Vidal, la institución espirituana “ha obtenido resultados
de valor en ambas temáticas” y constituye “ejemplo exitoso de una réplica hacia
el interior de Cuba de una nueva tecnología que se implantó en nuestro país”.
NADA DE CIENCIA FICCIÓN
El silencio gobierna en cada laboratorio; apenas se escucha el abrir y cerrar de las puertas. No hay tiempo para comentar la noticia del día o sobre la telenovela de turno. Cada minuto cuenta para el colectivo, de 63 trabajadores y liderado por el máster Raúl Armas Ramos, con investigaciones y producciones de Primer Mundo.
Armas expone que la entidad ha desarrollado, generado y fabricado para el sistema de Salud diagnosticadores del tipo de tira reactiva rápida usados en la detección precoz del embarazo, diagnóstico de la enfermedad celíaca y la presencia de rotavirus en heces fecales.
El directivo destaca, asimismo, el desarrollo y producción de una amplia gama de reactivos biológicos, empleados por la industria biotecnológica. En particular, al Centro de Inmunoensayo lo proveen de reactivos empleados en la confección de sus Sistemas Ultra Micro Analíticos, de probada eficacia en la pesquisa en sangre de la hepatitis B y C y del VIH.
“Nuestras producciones contribuyen a ahorrar un monto anual no despreciable en divisa a Cuba, la que tendría que erogar para comprar en el exterior dichos reactivos, demandados por el CIGB de La Habana, el Centro de Inmunología Molecular y el Centro de Inmunoensayo”, ilustra Raúl Armas.
Además de ello, la institución espirituana ha desarrollado, y se encuentra en la fase de registro sanitario, un diagnosticador rápido para evaluar la eficacia de la vacunación contra el virus de la peste porcina clásica; en la actualidad labora en un sistema analítico para el diagnóstico diferencial de dicha enfermedad.
“Lo que es ese
centro hoy —afirma Marcos Reloba— se debe a la visión de Fidel para crearlo y a
la decisión de aquel grupo original de jóvenes científicos que lo desarrollaron
contra todo pronóstico. A ellos pertenece el mérito mayor”.
Entre las novedades de este CIGB sobresale el logro de una tecnología patentada en más de 15 países, para la producción de un fructoligosacárido prebiótico de alta demanda por la industria alimentaria para la fabricación de alimentos funcionales y nutracéuticos, resultado de un equipo multidisciplinario encabezado por Enrique Pérez.
—¿Usted no cree que Fidel viajó en una nave de ciencia ficción, si hablamos de desarrollo de la Biotecnología en Cuba?, le pregunto.
—No diría de ciencia ficción; Fidel viajó en una nave de realidad.
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