El magisterio llegó por vocación y al mismo tiempo como alternativa para enfrentar la necesidad económica que agobiaba a su familia. Tenía apenas 17 años cuando la vida dictaminó que debía encaminar su hogar y sustentar a su madre. Su padre no estaba físicamente entre ellos. Se esforzó y como la vida, a la misma velocidad con que derrumba, premia el sacrifico y las buenas voluntades, le ensanchó el horizonte a Juan Ricardo Jiménez Quintero, un hombre que vio en la Pedagogía su transformación como ser humano.
Cuenta que 50 años han marcado su ritmo ininterrumpido en el gremio y que es fruto de un curso emergente de formación de maestros que tuvo lugar en la década del 60; preparación que lo llevó hasta las aulas sin tener la suficiente madurez pedagógica y de conocimiento que exige tan noble profesión. Mas el tiempo y la experiencia adquirida en el constante intercambio con los estudiantes le posibilitó crecer y convertirse en un educador prestigioso.
“En mi época de estudiante fui monitor de la asignatura de Química, y fue esta disciplina la que escogí para la especialización. Esta experiencia me ayudó a perder un poco el miedo escénico que siempre atrapa a los maestros. La primera vez que estuve delante de un aula salí ileso gracias a las habilidades que me proporcionó este momento”, describe.
Sus primeras huellas se impregnaron en instalaciones educativas que hoy no existen en la provincia. Tal es el caso de la secundaria José Martí, la Heriberto Felipe, de Jatibonico y el Politécnico Juan Jiménez, entre otras. Sin embargo, con el paso del tiempo aquel humilde trabajador por lo alto de su vuelo en el magisterio fue seleccionado como asesor regional de Química, cuando todavía el territorio formaba parte de la antigua provincia de Las Villas. Más tarde, llegó la División Político-Administrativa y Juan Ricardo acogió la tarea de metodólogo provincial de la materia hasta el año 1987.
“Fue una vivencia muy bonita porque logré formar muchos maestros que todavía hoy se mantienen en las aulas, y logramos crear un equipo de trabajo, unido a que alcanzó resultados importantes para la enseñanza en el territorio”, manifiesta Jiménez Quintero.
Este pedagogo con medio siglo de quehacer aprendió desde muy joven que en materia de aprendizaje hay que desdoblarse para encontrar las mejores alternativas y prender el saber en las nuevas generaciones; de ahí que regara sus prácticas en el corazón de cada profesor que surgía.
“La primera condición para que el maestro desarrolle una buena clase es el dominio del contenido; que nadie sepa más que él, no solo para transmitir conocimientos, sino para que los alumnos logren asimilarlo. Lo otro es enseñar para aprender y apelar siempre a los medios de enseñanza.
“En mis tiempos utilizábamos la pizarra, láminas, y métodos experimentales para hacer las demostraciones. Hoy se puede aprovechar la tecnología en función del aprendizaje; utilizar el libro de texto para que profundicen en determinado tema y motivarlos con la vida práctica de la asignatura”, asevera el educador espirituano.
Juan Ricardo en el transcurso de su trayectoria como educador ha desempeñado disímiles cargos de dirección y ha prestigiado al país en cuatro misiones internacionalistas en la hermana República de Venezuela, suceso que demostró la capacidad de los profesionales cubanos, pues supieron cambiar el entorno de la enseñanza en ese país sin renunciar a sus principios.
Sin embargo, con el paso del tiempo decidió incursionar en el camino de asesor del director provincial de Educación, función que desempeña desde hace 23 años. “La labor de asesor requiere de un dominio profundo de todos los documentos que norman la actividad del Ministerio de Educación; conocer la caracterización de la provincia y de todos los municipios para acercarse a los indicadores fundamentales del quehacer educativo.
“Es la persona que tiene que alertar sobre los procesos que van teniendo cierto grado de deterioro, y asesorar para el futuro a partir del trabajo de cada curso escolar. Eso sin contar que debe tener una gran compatibilidad con el director, al punto de saber interpretar una mirada, un mensaje, además de poseer la capacidad para proponer soluciones y alternativas ante los propios problemas de la educación”, confiesa el pedagogo de 67 años de edad.
Aunque este hombre no asuma el aula como actividad permanente, ha sabido contribuir al desarrollo del magisterio en Sancti Spíritus desde diferentes funciones y con previsiones que solo la experiencia puede suministrar.
“Me siento frustrado cuando repaso a un estudiante y este me dice que no sabe nada; que le repase solo lo que va a la prueba; o que lo pula en todo, porque eso demuestra que, más allá de querer aprender, se interesa solo por aprobar, y eso es algo que el maestro no se puede permitir. Nuestra misión es que el conocimiento quede y que la habilidad se forme”, explica.
Esta verdadera vocación por enseñar le ha regalado a Juan Ricardo la Distinción por la Educación Cubana; la Medalla José Tey, y la Frank País de primer y segundo grados; reconocimiento especial del Mined por su permanencia en el sector por más de 45 años ininterrumpidos, el Sello Forjadores del Futuro, entre otros lauros que responden solo a su dedicación.
“Si tuviera que comenzar de cero una profesión retomaría la misma, porque educar es una actividad digna, noble, humana, y reconforta mucho sobre todo cuando se ejerce con deseos, porque sin ganas no se logra nada. Es un oficio que rinde frutos y se pueden ver en esos alumnos ya convertidos en médicos, abogados, en maestros… No hay nada más gratificante que eso”, dice.
Y con esta verdad en su garganta y una humildad que solo los grandes hombres revelan, Juan Ricardo Jiménez Quintero permanece en la Dirección Provincial de Educación. Allí, habita no menos de ocho horas diarias, en las cuales se refugia su mérito, ese que no vive en el anonimato, sino que está en la voz de todos los que han tenido el privilegio de tocar su corazón.
Juan Jimenez un compañero ejemplar digno de admirar, muy dedicado siempre a la actividad que se le ha asignado, es insigne de la Educación en nuestra provincia.
Mi mas sincera felicitación para Ricardo, un excelente profesor, de los que dejan huellas y recuerdos en los que fuimos sus alumnos.
Es para mi un honor haberlo tenido como profesor hace muchos años y desde entonces también recibir su amistad.
Juan Jiménez es un grande de la educación, a mí me enseñó mucho en mis inicios. Gracias.