Las constantes acciones agresivas de Estados Unidos contra países del continente, en especial Venezuela, Cuba y Nicaragua, alcanzaron a finales de septiembre un nuevo tope con la activación del artículo 6 del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, Río de Janeiro, 1947), lo que demuestra que los gobiernos de muchas naciones del área están dispuestos a seguir los designios de Washington, por más extremistas, arbitrarios y desvergonzados que estos sean.
Un hecho que motivó particularmente la atención internacional es que fue el Gobierno argentino, bajo la batuta de Mauricio Macri, el encargado de solicitar la reunión de representantes del TIAR, cuando fue precisamente en torno a ese país durante la Guerra de las Malvinas (1982), donde se demostró la inutilidad de ese organismo cuando su activación no conviene a la superpotencia.
En aquella ocasión, el entonces canciller argentino Nicolás Costa Méndez invocó el TIAR y contó con el respaldo de los demás países suramericanos. Sin embargo, Estados Unidos nunca se pronunció a favor de Argentina, sino que se mantuvo al margen del Tratado y finalmente apuntaló al Reino Unido, aportándole su base en la Isla de Ascensión para apoyo logístico, fotos satelitales de las posiciones argentinas en las Malvinas y en torno a ellas, e información confidencial sobre el armamento estadounidense en manos del ejército de la nación suramericana.
Argentina llevaba muchos años pidiéndole al Reino Unido negociar para encontrar una salida pacífica a su reclamación de que le fueran devueltas las islas Malvinas, Sándwich y Georgias del Sur, que le fueron arrebatadas por la nación europea en 1833, y a lo que Londres siempre se había opuesto, por lo que, en busca de apoyo popular al reivindicar una causa que uniera al pueblo gaucho, la junta militar que gobernaba ese país, decidió a inicios de 1982 recuperar esas posiciones por medio de la fuerza armada.
Contrario a lo que la administración del general Leopoldo Galtieri había supuesto, en el sentido de que Inglaterra no recurriría a la guerra para recuperar esos territorios, y que Estados Unidos se mantendría al menos neutral, la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher hizo de la recuperación de esas ínsulas una causa nacional, y Washington no solo no se mantuvo al margen, sino que, contraviniendo la Doctrina Monroe, que presupone conservar fuera del continente a cualquier poder ajeno a él, y también al TIAR, dio su apoyo al estado extracontinental.
Según el analista internacional Alberto Hustchenreuter, entrevistado por la agencia rusa Sputnik, aquella postura de EE.UU. se explicó porque “no estaban en juego sus intereses”. En esa oportunidad quedó demostrado que “a Estados Unidos solo le interesaba el TIAR ante una amenaza del bloque regido por Moscú”.
Para Jorge Taiana, diputado al Parlasur y excanciller argentino, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca —que ahora Estados Unidos y sus vasallos latinoamericanos y caribeños pretenden aplicar contra Venezuela— se encuentra “herido de muerte” desde 1982, cuando su país lo invocó en el marco de la Guerra de las Malvinas.
De acuerdo con la propia fuente, Taiana coincidió con Hustchenreuter en que el año 1982 fue la “herida de muerte para el TIAR”, remarcando que el tratado actualmente “no tiene ninguna credibilidad en la región y muchísimo menos en Argentina”, dado que ese año “quedó de manifiesto que no era un tratado de defensa recíproca entre los países de América, sino una herramienta de dominación regional al servicio de la Guerra Fría”.
Si señalábamos al principio el contrasentido de que Argentina, el país perjudicado por la actitud de Estados Unidos en 1982 ante su pedido de intervención del TIAR, fuese precisamente el Estado que ahora lo invoca, igual estupefacción suscita que sea el venezolano Juan Guaidó, autotitulado presidente encargado de Venezuela, uno de los solicitantes de la aplicación de ese instrumento agresivo contra su país, lo que dice mucho de su vocación traidora, pues una intervención militar solo traería muerte y destrucciones a la patria del Libertador, convirtiéndola en otra Siria.
Ocurre que Guaidó dio instrucciones a su representante ante la OEA para que Venezuela fuese considerada nuevamente miembro del organismo continental, del que salió en el 2013, pero la decisión es más que controvertida, por cuanto, si bien al impostor lo respaldan 55 países con Washington a la cabeza, al Presidente Nicolás Maduro lo reconocen más de 120 naciones, la mayoría miembros del Movimiento de Países No Alineados.
Dos consideraciones adicionales sobre el particular llevan a recordar, en primer lugar, que si el TIAR no se concretó contra Cuba en 1961 y 1962 —en el primer caso a raíz de la expulsión de la isla del sistema interamericano—, fue porque la invasión mercenaria fue derrotada en menos de 72 horas, lo que impidió la puesta en movimiento del mecanismo intervencionista, mientras que, en 1962, una intervención armada en la patria de Martí hubiese significado la III Guerra Mundial.
El mundo recuerda que en 1965, cuando la insurrección del pueblo dominicano derrocó la junta militar golpista que ocupaba el poder con el apoyo de Washington, el país fue invadido por miles de soldados estadounidenses que tuvieron la aprobación de la OEA y el apoyo del TIAR, en el aplastamiento del intento progresista del coronel constitucionalista Francisco Caamaño.
El segundo razonamiento radica en la irracionalidad del pretexto enunciado en el seno del TIAR durante su reciente reunión en Nueva York, según el cual, el “territorio venezolano se ha convertido en refugio, con la complacencia del régimen ilegítimo, de organizaciones terroristas y grupos armados ilegales, como el Ejército de Liberación Nacional, Grupos Armados Organizados Residuales y otros que amenazan la seguridad continental”, cuando lo cierto es que ha venido ocurriendo todo lo contrario, pues no pasa un día sin que Venezuela no resulte agredida desde territorio colombiano.
Tan es así que han sido desbaratados por el Gobierno bolivariano numerosos planes de atentados, incluido de magnicidio, así como incontables sabotajes y agresiones por parte de paramilitares del vecino país con anuencia de sus autoridades, lo que ha sido denunciado por Caracas en la ONU y otras tribunas internacionales.
El problema que Argentina tenía con el Tiar es que Argentina era la nación agresora (países latinoamericanos no podían aceptar esto ya que hay muchas disputas por America sin resolver) y además estaba violando la ley internacional ONU Consejo de Seguridad 502).
Artículo 502 del consejo de seguridad fue ignorado por Argentina. Las resoluciones del Consejo de Seguridad son obligatorias.
Mejico fue la nación que dio la respuesta a Argentina cuando invocó el tratado.
En primer lugar, señorr Foot es cierto que Estados Unidos señaló que no acataba el TIAR porque Argentina era el estado agresor, pero ocurre que Inglaterra se habia burlado de sucesivas resoluciones de la Asamblea General de la ONU las cuales señalaban que el Reino Unido debía negociar con Buenos Aires en torno al reclamo argentino que un gran número de países consideraban perfectamente legal y con derecho, dado que Las islas mencionadas le habian sido quitadas por la fuerza al país austral o, en su defecto, a la administración de la potencia colonial, España, siendo parte del territorio gaucho.
De otro lado no se puede mezclar boniatos con naves espaciales porque las demás disputas territoriales en el área no clasifican dentro de los capítulos de la Doctrina Monroe y el TIAR, ya que, salvo alguna exigua minoría, se trata de diferendos entre países del continente americano y no con potencias extracontinentales.
En relación con su planteamiento de que las resoluciones de la ONU son de obligatorio cumplimiento, ¿por qué razón Estados Unidos no ha cumplido ni una sola de las veinte y tantas condenas del organismo mundial contra el criminal bloqueo que esa nación aplica contra Cuba, y lo mismo puede decirse de las resoluciones de la ONU en defensa de Palestina, violadas olímpicamente por Washinton e Israel o vetadas en el Consejo de Seguridad?
Por si fuera poco, en 1982, cuando Argentina invocó el TIAR, la mayoría de los estados latinoamericanos y caribeños les dio su apoyo y algunos como Perú, le enviaron armas. Solo traicionaron Chile y Estados Unidos.