Después que la Comisión Electoral Nacional ofreció los datos definitivos del Referendo del pasado 24, se volvieron a exacerbar ciertas tendencias por el resultado que arrojó el voto por el No, como si no fuera contundente la victoria del Sí y la aprobación de nuestra nueva Carta Magna.
De un lado se levantaron las banderas de la histeria de quienes se autoproclaman enemigos furibundos de todo cuanto huela a Cuba desde fuera, e incluso desde dentro. Del otro, algunas personas que optaron por el Sí, muestran preocupación por los porcientos.
Y le traigo un ejemplo de esto último. Con los ojos casi desbordados un trabajador de la plaza del mercado en Sancti Spíritus me dijo que se puso a sumar y le daba casi un millón de cubanos en contra entre quienes votaron por el No, invalidaron las boletas o las dejaron en blanco.
Entonces le respondí lo obvio que tampoco le tranquilizó su preocupación: le dije que todos en Cuba sabemos sumar y desde el inicio se supo sobre los más de 700 mil cubanos que se adscribieron al No, pero que también que en la suma del otro lado de la ecuación, el Sí ganó con amplitud y convicción.
Y aquí tomo prestada una frase del colega Iroel Sánchez en su cuenta de Twiter: “Quien discrepó honestamente desde su criterio personal sin ser parte de una campaña enemiga, no tiene por qué sentirse derrotado”.
Lo leo desde este enfoque. Al margen de quienes pagaron con un No las campañas vendidas desde dentro y desde fuera para socavar más que un documento constitucional, la vida de un país, se sabe que existen miles de cubanos que votaron No y no por eso dejan de serlo.
En un país que hace rato se reconoce diverso y no homogéneo, que defiende el consenso sobre la falsa unanimidad, es lógico que existan personas que en la soledad y la libertad de una urna, hayan elegido el No, que a fin de cuentas, era una de las dos opciones en la boleta como franca muestra de democracia.
Y ahí se incluyen quienes lo hicieron por problemas políticos, y también quienes expresaron una decisión muy personal, bien porque no estuvieron de acuerdo con la forma en que quedaron algunos artículos, o bien porque no están de acuerdo con la Revolución, así con todas sus letras porque esos también coexisten con nosotros.
Quien revise la historia de los procesos eleccionarios después de 1976 advertirá que el No siempre ha existido, con más o menos por cientos, lo mismo que las boletas anuladas por frases inadecuadas o en blanco como expresión de desacuerdo.
Reitero que habrá que respetar a quienes se acogieron al No de manera consciente, en la misma medida en que repugna quienes votaron esa opción como parte de una guerra mediática que se hizo viral en Internet y las redes sociales con argumentos que enarbolaron la manipulación, la mentira y lo grotesco.
Tanto como esos, son aquellos que marcaron No y dicen luego que optaron por el Sí, que también coexisten con nosotros. Y esos son igual de peligrosos porque están solapados y hacen más daño en su doble catadura.
Hay que leer que las tendencias mostradas en el Referendo vinieron a ser una representación de lo ocurrido durante la consulta popular donde diversos artículos provocaron disímiles opiniones encontradas. Se puede intuir que no pocos de los que votaron por el No lo hicieron porque aun con el cambio del controvertido artículo 68 por el 82, siguen leyendo una aceptación al matrimonio igualitario, por más que se explicó que ese asunto irá también a Referendo en el nuevo Código de Familia.
Tendremos que adaptarnos a los nuevos tiempos que corren en el mundo y en el país, que se fortificó en su democracia cuando se sometió a una construcción colectiva de su destino tanto en la consulta popular como en el Referendo. No son momentos de aspirar a aquellas cifras astronómicas del 98 por ciento de participación y el mismo número de votos positivos.
Que el 78.30 por ciento de los cubanos votara por el Sí y que cerca de un 12 por ciento, sumados los No, las boletas en blanco y algunas anuladas, se pusiera en el bando contrario, resume el sostén democrático de ese proceso.
Reconocerlo habla de transparencia y seriedad. En cualquier lugar del mundo, es motivo de fiesta cuando se logra rozar el sesenta por ciento, más si se trata, por ejemplo, de una elección presidencial
Lo que sí debe leerse y con todas las letras es que, avanzada, revolucionaria, inclusiva, osada y realista como es, la nueva Constitución regirá para unos y para otros, para los cubanos todos, mucho más para quienes, aún en la discrepancia y la inconformidad, votamos por una Cuba mejor.
Regirá para gente como aquel joven espirituano que, al preguntarle, no me dejó terminar: “Voté Sí, porque Sí.
Muy bien el análisis desde esa perspectiva. Pero una pregunta muy buena es: ¿Porqué se precisa la firma de cada votante con un lápiz y no con bolígrafos como se hacía antes?
Sencillamente,tendencias universales en comicios como la abstención y la oposiición no deben extrañarnos en el nuestro, dado que somos un país cuyos ciudadanos no son programados o autómatas; un criterio uniforme es imposible apoyarlo con el 100% de los participantes, como algunos quisieran en Cuba; existe un espectro de ideas que deviene en mosaico,no una placa fundida de un golpe.No debemos extrañarnos que en el venidero referendo sobre el Código de Familia, los resultados sean más dispares. Eso sí: cada votante marcó por la casilla de su elección;es lo importante.
Votar por algo si por qué si,o no porque no.me parece, cuando menos, infantil ,fanatismo o irracional