Dicen que es regla general que las obras buenas o malas que realizan los humanos salgan en algún momento a ejercer su influencia. Cuentan que el jefe de bandidos Alfredo Amarante Borges, Maro, se mostró sorprendido dos años después durante los interrogatorios por sus muchos crímenes, allá en Villa Marista, La Habana, por la insistencia de los pesquisantes en conocer detalles acerca del asesinato de varios miembros de la Comisión de Estudios Topográficos, en junio de 1962, al sur de Sancti Spíritus.
Eso es cierto, como también lo es que pocas veces encontraron los peritos tantas dificultades para armar todas las piezas del rompecabezas que empieza a conformarse a partir del día 11 del citado mes, cuando por órdenes del cabecilla de bandidos Tomás San Gil y siguiendo los lineamientos de la Operación Mangosta, Maro Borges y su cuadrilla capturan a esos compatriotas en medio de su trabajo en la finca El Chelito, cerca de Peralejo.
La Comisión estaba dirigida por Luis Ruiz Salvador, agrimensor y maestro villaclareño, devenido topógrafo, y la integraban, además, Nedel Turiño, Bienvenido Pardillo Quintero, Rodrigo Quintero Castro, José Luis Abreu Ruiz, Osmundo León, Venancio Pérez Martín y el cabaiguanense Antonio Díaz Febles, Curruco, quien manejaba el jeep en que se trasladaban.
Una vez capturados, los bandidos desvisten a los prisioneros, los amarran de dos en dos y los distribuyen en dos grupos de cuatro en la manigua. Luego se mueven con ellos hasta la finca Chorrera, en Cayo Yero, y allí matan a golpes a Bienvenido Pardillo, Rodrigo Quintero, Luis Ruiz Salvador y José Luis Abreu, un joven oriental cuya familia no pudo ser localizada.
La noche del 13 de junio logran escaparse Antonio Díaz Febles y Venancio Pérez Martín, integrantes del segundo grupo, quienes al amanecer del 14 fueron rescatados en lugares próximos al río Zaza y llevados al hospital de Sancti Spíritus, donde el primero estuvo ingresado cerca de dos meses debido a las lesiones sufridas en las piernas y en los pies durante la huida.
Según declaraciones a Escambray de Emérido Carballé Veloso —ya fallecido—, quien por entonces era jefe de Operaciones Públicas de la Seguridad del Estado en la Zona No. 4, que comprendía la antigua región espirituana, en el hospital de Sancti Spíritus, comenzaron las pláticas con Antonio y Venancio y se les tomó declaración para poder esclarecer el caso. En la zona sur, agregó Carballé, se interrogó a colaboradores de bandidos y se infiltró a agentes nuestros para tratar de hacer luz sobre este asunto, pero sin resultado alguno, hasta que se produjo el macabro hallazgo de Chorrera.
BÚSQUEDA Y MISTERIO
La aparición del jeep abandonado y la noticia de lo ocurrido, aportada por Curruco y Venancio, a quienes al parecer pensaban asesinar al amanecer de la noche en que lograron escaparse, dio lugar a un gran despliegue de milicias en la zona al sur de Sancti Spíritus, sin que, pese a todos los esfuerzos emprendidos, se lograra dar con los bandidos y sus presas. Vale aclarar que los dos citados no sabían entonces de la horrible muerte de sus compañeros.
Pasaron meses y el misterio siguió sin aclararse, hasta que, temprano en la mañana del primero de septiembre de 1962, un vaquero de una de las fincas ubicadas en las riberas del río Zaza vio un perro escarbar con afán inusual en un lugar donde sobrevolaban las tiñosas. Intrigado, el hombre se acercó y sintió un fuerte mal olor; luego vio al can sacar un zapato y ya no albergó duda. Enseguida estaba dando cuenta a las autoridades.
Para los familiares, informados y convocados al cementerio local de Sancti Spíritus para la identificación de los cuerpos, sobrevinieron instantes de dolor y horror inenarrables, mientras las autoridades encargadas se esforzaban sin resultados en sus esfuerzos por conocer qué había sido de los dos integrantes de la Comisión de Estudios Topográficos aún no localizados.
Pasaron casi dos años y no fue hasta la captura del cabecilla Maro Borges y su banda de criminales en febrero de 1964, por medio de la Operación Trasbordo, que se pudo empezar a descorrer el velo, al repasar con él punto por punto su larga hoja de fechorías y asesinatos, incluida la masacre de Chorrera.
Esas indagaciones llevaron a conocer que de los dos miembros faltantes de la Comisión de Estudios, Nedel Turiño fue desaparecido, quizá victimado y enterrado en un lugar ignoto por sus captores, mientras el otro, también conocido por Cascarita, se unió a aquellos hombres desalmados, y se trasladó después para la banda del jefe de los bandidos del Escambray, Tomás San Gil, con quien resultó muerto en el área de Sumidero, como parte de la Operación Zapatos, a finales de febrero de 1964.
EL TRIBUTO DE UN PUEBLO
El sepelio de los masacrados en la finca Chorrera clasifica entre los más grandes que se han visto en Sancti Spíritus. Los restos de los cuatro cuerpos habían sido reunidos en una gran caja metálica sellada y así fueron velados. Se les tributaron honores militares y les rindieron guardias de honor los dirigentes locales de las Organizaciones Revolucionarias Integradas, encabezados por Arnaldo Milián Castro, entonces su principal dirigente en la antigua provincia de Las Villas, así como por Carlos Rafael Rodríguez, quien despidió el duelo, y René Anillo, ambos altos funcionarios políticos y estatales del Gobierno revolucionario.
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