Hace 62 años una cadena de hechos condujo al intento de alzamiento de 15 jóvenes revolucionarios de la zona de Cabaiguán, que los esbirros de la dictadura de Batista convirtieron en orgía sangrienta
En agosto de 1957 todo estaba preparado subjetivamente en la zona de Cabaiguán, para que, a causa de los desmanes y crímenes de la dictadura de Fulgencio Batista, se desatara una tragedia.
La pujanza del movimiento contra el régimen batistiano había redundado en la estructuración de un movimiento de resistencia en ese territorio espirituano, que se manifestaba en huelgas, protestas y otros actos de enfrentamiento al batistato, cuando, el 30 de julio de 1957, se produce en Santiago de Cuba el asesinato del querido joven líder revolucionario Frank País García, y el consiguiente llamado a una huelga general de respuesta a nivel del país.
El Movimiento 26 de Julio en Cabaiguán había instruido a sus bases en los distintos barrios, incluidos los rurales, la recolección de armas con el propósito de dar apoyo armado al paro de labores en la localidad, y en eso se encontraban en la zona de Neiva Félix Hurtado Manso, su hermano Berto y otros 14 jóvenes el 5 de agosto, divididos en dos grupos, cuando el que él encabezaba fue agredido a tiros por un elemento batistiano que se negó a entregar las suyas, y resultó muerto en defensa propia.
El trágico incidente fue pronto conocido en Cabaiguán y desató la rabia asesina de los cuerpos represivos de la dictadura, que por esos días había sustituido al jefe militar de la plaza, teniente González Martell, por el asesino Ramón Mirabal Soa, lo que coincidió con la suspensión por 45 días de las garantías constitucionales, decretada por el régimen.
Todo ello provocó confusión que, unido a distintos imponderables, decidió al Comité de Huelga ordenar la suspensión de las acciones previstas. Por eso, cuando Félix y sus compañeros llegaron al punto convenido de reunión en el Monte Fermín, avanzada la noche, no encontraron al grupo de Fausto Sosa, que había estado esperándolos allí, ni a los enviados del Comité de Huelga, quienes debían informarles la contraorden, porque ya se habían retirado del lugar. Sin más orientaciones, Hurtado decide marchar al lomerío escambraico.
Por el camino, plagado de vicisitudes, se les unen otros compañeros. En la noche del 6 de agosto, ya en la finca La Llorona, los 15 hombres cantan el Himno Nacional e izan la bandera del 26 de Julio. Según sus planes, al día siguiente el guía, Dionisio Rodríguez Mederos, debía ir a Cabaiguán a recoger armas, víveres y medicinas para abastecer a la pequeña guerrilla antes de su subida al macizo de Guamuhaya.
Pero primero debían comer. El propio guía les propuso solicitar ayuda a Santos Piñeiro, un campesino conocido suyo, que vivía cerca. Pasadas las cuatro de la tarde del 7 de agosto de 1957 el grupo fue atacado por decenas de soldados que salieron disparando y gritando desde múltiples puntos.
Perseguidos con furia homicida por los esbirros, los jóvenes se dispersaron y entre esa fatídica jornada y la del 12 de agosto, cuando es tirado en el cementerio de Santa Lucía el último de los hombres asesinados, en Cabaiguán y sus alrededores se vivieron días terribles de pánico y zozobra.
Uno tras otro fueron cayendo Dionisio Rodríguez Mederos, Isidro González Morales, Sergio Espinosa Águila, Manolito González Crespo, Beremundo Paz Sánchez, Vitalino Calero Barrios, Manuel Brito Morales y Horacio González Méndez. Pese a su encono criminal, la jauría uniformada no pudo evitar que escaparan Orlando Llaugert, Vidal Pérez, Nilson Martínez, Roberto Paz, los hermanos Félix y Berto Hurtado Manso y Enoel Salas.
Nota: Enoel Salas Santos logró llegar al lomerío escambraico y allí, tras muchos avatares, formó una guerrilla que, a la llegada del Che, contaba ya con cerca de 30 hombres.
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