Que el mangle rojo esté posicionándose mejor en la zona del litoral –recolonizando esas áreas, dicen los expertos–; que en la actualidad los bosques que crecen sobre los suelos de roca caliza, en los Cayos de Piedra, ya se encuentren reverdecidos y que lotes de grullas se reúnan en la Ciénaga de la Guayabera, su hábitat oficial, constituyen señales de evidente recuperación en el Parque Nacional Caguanes (PNC), un valioso ecosistema del centro norte cubano, severamente lastimado hace año y medio por el poderoso huracán Irma.
Área núcleo dentro de la Bahía de Buenavista, una extensa zona que comprende espacios terrestres y marítimos de las provincias de Villa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, reconocida como Reserva de la Biosfera y Sitio Ramsar desde el año 2000, Caguanes abarca alrededor de 20 500 hectáreas y se extiende desde Cayo Aguada hasta Cerrotico de Judas, una zona literalmente vapuleada por el meteoro de septiembre de 2017, que según cifras oficiales provocó en el país daños ascendentes a unos 13 000 millones de pesos.
De acuerdo con los estudios realizados, aquí los ecosistemas forestales, que sostienen la mayor diversidad de la fauna, se afectaron entre un 50 y un 80 %, entre los cuales los manglares cargaron con la peor suerte, en particular el mangle negro que predominaba en este segmento de la costa norte, una parte significativa del cual resultó derribado por la fuerza del huracán o víctima de la asfixia por las inundaciones posteriores.
Afortunadamente, a pesar de que los vientos y las marejadas provocadas por el paso de Irma derribaron o «quemaron» la mayor parte de la vegetación en los llamados cayos de piedra, no pudieron sepultar la exclusividad y la prestancia de estas formaciones geológicas del Mioceno, únicas de su tipo en Cuba y en el Caribe, las cuales hoy recuperan lentamente sus dotes paisajísticos.
Neolia Pujol, especialista que atiende la fauna en el PNC, explicó a la prensa que las aves más afectadas fueron los flamencos, los cocos y las garzas, «que son de patas zancudas, muy vulnerables a los vientos», sin embargo ya se observan bandadas que en buena medida constituyen muestras de recuperación.
Según la experta, la grulla cubana –subespecie endémica en peligro de extinción y uno de los tesoros del humedal que sobrevivía en la Ciénaga de la Guayabera– dejó de verse por algunos meses luego del azote del meteoro, pero ya se han aparecido en grupos de hasta siete ejemplares, lo que indudablemente constituye una señal alentadora.
«Vamos regresando a la normalidad», reconoce la especialista, quien admite, sin embargo, que la recuperación ante una contingencia de esta magnitud es lenta y requiere adecuar los planes de manejo al nuevo escenario, donde según ella resulta trascendental la labor de educación ambiental desplegada fundamentalmente en seis comunidades cercanas y en el núcleo urbano de Yaguajay.
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