“El primer presidente del Comité provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) fue Tomás Álvarez de los Ríos y el vicepresidente, Julio Crespo Francisco. Ellos siempre nos pidieron trabajar con unidad”, dice con timidez Maida Cañizares Valdés, mientras acomoda cada uno de los recuerdos de aquellos años, iniciales cuando un pequeño grupo de creadores aceptó el reto a darle vida en predios yayaberos a esa organización.
Del día de la inauguración conoce de oídas las anécdotas que siempre le contaban los escasos primeros miembros, quienes el 5 de octubre de 1979 se dieron cita en un mínimo espacio de los altos de la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena.
Pocas personas confiaron en que Sancti Spíritus para esa temprana fecha pudiera constituir el Comité Provincial, ya que hasta ese momento no en todos los territorios existía. Sin embargo, el empuje de unos cuantos creadores, apoyados por el Partido, hizo que ese sueño se materializara.
En ceremonia discreta, el pequeño grupo acordó, desde entonces, representar la vanguardia del arte y el pensamiento cubanos en función de forjar el ser de la nación, su dimensión espiritual; una tarea nada fácil en el contexto espirituano, aún de estreno en la configuración de sus estructuras socioculturales, tras el complejo proceso de División Político Administrativa del país.
Una máxima, que a juicio de Carlos Manuel Borroto, su vicepresidente desde algún tiempo, ha logrado cumplir, por lo que no es una organización de élites, sino de vanguardia.
“Dentro de ella hay personas que se destacan más que otras como en cualquier grupo, pero nosotros reconocemos la labor colectiva porque ha sido una función social la que se ha protagonizado, desde sus inicios hasta estos momentos”, declara.
Durante sus primeros años de vida, la Uneac espirituana, con la aspiración de crecer, consolidarse, hacerse sentir, se asentó provisionalmente en una parapetada esquina delimitada con paredes de plywood de la Biblioteca Povincial. Allí estuvieron hasta los inicios de los 80, cuando finalmente apareció una sede con condiciones, espacio y posibilidades para laborar con mayor eficiencia a favor de las acciones culturales, específicamente en la calle Pancho Jiménez No. 3.
“Ahí es donde entro yo en esta historia. Supe que había una plaza para laborar en la sede nueva. Primero fui auxiliar de limpieza, luego preparé y vendí café y té, y más tarde pasé a ser su recepcionista. Aún mantengo lo que me dijo Julio Crespo el día que me contrató de que teníamos que ayudar en lo que fuese. Por eso, he realizado casi todo: lo mismo casar las cartas e invitaciones, organizar la revista Muralla y, sobre todo, atender con cariño y respeto a cada miembro porque esta es su casa y como tal hay que recibirlos”, regresa al diálogo Maida Cañizares Valdés, quien es la única trabajadora fundadora activa de la organización y testigo fiel de muchos de los sucesos de la Uneac en sus 40 años de existencia.
Esbértido Rosendi, quien junto a Julio M. Llanes y Emilio Comas integra el selecto grupo de los fundadores que aún viven, cada vez que se le convida se remonta a aquellosdías en que la casona de Pancho Jiménez, se llenaba con los artistas en sus tertulias. Nacieron y se impulsaron ahí las primeras ideas de libros como Bandidismo en el Escambray, de Julio Crespo; lo que se convirtió luego en las tan aplaudidas Jornadas de la Poesía, uno de los eventos de mayor trascendencia en el país para los amantes de ese género literario; el Encuentro de Crítica e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil, el de más tradición y arraigo de su tipo en Cuba, los Encuentros de Tríos…; una verdadera invitación para el crecimiento profesional y espiritual de quienes se sumaban a esas propuestas.
Juan Andrés Rodríguez Paz (El Monje), Arturo Alonso Díaz, Arístides Castañeda, Remberto Lamadrid, Benito Ortiz, Elena García Adlington… son algunos de los nombres que retornan al origen de aquella efervescencia creativa que, por suerte, llega hasta nuestros días.
Tras el ejercicio como presidente de Tomás Álvarez de los Ríos, han fungido por años en esa responsabilidad Julio M. Llanes, Edelmiro Bonachea y Marco Antonio Calderón, recientemente reelecto.
“Todos han demostrado sus capacidades como líderes y valores humanos. Han sabido conducirnos como trabajadores y a la membresía”, insiste, Maida Cañizares Valdés, quien asegura haber colado el primer café del entonces presidente de la Uneac espirituana en la otrora sede y ser la autora del té yayabero, a base de té y vino, que regalaba al concluir cada tertulia.
Con la llegada del siglo XXI, un alegrón tocó las puertas de una membresía más plural y robusta: plantaron bandera en la casa ubicada en el bulevar yayabero. Desde allí, intentan parecerse a los nuevos tiempos sin perder sus raíces.
Por ello la escritora Yanetsy Pino Reina ha reiterado que “urge siempre buscar en ese espíritu de vanguardia, enfrentar todas las formas de corrupción e indisciplina, el despilfarro o el desorden que contradicen las reales esencias de la organización. Resultan imprescindibles los diálogos con las instituciones y los demás creadores, sobre la base del respeto, así como que cada miembro establezca jerarquías culturales sólidas; de modo que sea cada vez más difícil quedar a merced de las manipulaciones de las industrias culturales hegemónicas o sucumbir a la pérdida de la identidad y de la memoria histórica”.
Con esas ideas que buscan cada día materializarse, el Comité espirituano confirma la expresión de Miguel Barnet, durante la apertura del VIII Congreso de la organización: “La Uneac es el Moncada de la cultura”, metáfora que, indiscutiblemente, ha enamorado a Maida Cañizares Valdés, una mujer testigo de 40 intensos años de pensamiento.
Quisiera saber por favor como hacer para pertenecer a la UNEAC Sancti Spiritus
soy musico en Trinidad.
El titulo del trabajo parece contradecir lo declarado por el Miguel Barnet, presidente de honor de la UNEAC, quien al ocupar la presidencia dijo que era una organización de élite