“Ellos quedaron ahora muy vulnerables”, es la frase que repite una y otra vez el doctor Rubén López Nodarse, cada vez que piensa en el vacío de su consulta cerrada por causa de un golpe de estado que traspasó los linderos de la política y acosó una de las obras más humanas de cuantas se fraguaron durante el gobierno de Evo Morales. “Hoy un brazo partido en Valle Grande no tiene ortopédico que lo atienda porque no existe esa persona en 500 kilómetros a la redonda, yo era el único profesional de esa especialidad”.
Solo este ejemplo explica por qué nació 13 años atrás la colaboración médica cubana en una de las regiones más atrasadas de toda América, donde la población de menos ingresos apenas tenía acceso al servicio de salud mayoritariamente privado; permite entender también por qué buenos hijos de Bolivia clamaron en esos turbulentos días finales “no se vayan”, “quédense”, y le devolvieron lágrimas de gratitud por la cura de sus enfermedades.
Hay que sentir la emoción del ortopédico Rubén López Nodarse cuando relata los pasajes de una misión médica grabada en su alma como si fuera una radiografía, “porque fuimos necesarios allí, no en persona, sino en la especialidad con la que ahora no cuentan”; hay que mirar a los ojos de su esposa María Cristina Cruz Milián, doctora de la Clínica Estomatológica Provincial en Sancti Spíritus, cuando describe entre lágrimas los recuerdos: “Y te llegaba a la consulta un niño con aquella boquita destruida y tener que cobrarle porque allí la medicina se cobra, era algo a lo que no estaba acostumbrada”.
“Tengo una mezcla entre alegría y tristeza que no sé lo que me pasa; estoy contenta por encontrarme en Cuba con mi familia, pero cuando veo como está aquel país, cuando leo los mensajes que me llegan a diario, con frases como: ‘los extrañamos’, ‘esto se ha quedado vacío’, eso me hiere internamente”, narra María Cristina.
Rubén López, trabajador del Hospital General provincial Camilo Cienfuegos en Sancti Spíritus y María Cristina formaban parte de la Brigada Médica Cubana compuesta por 18 integrantes que cumplía misión en la zona que entró en la historia universal por la epopeya del Che y sus compañeros de lucha; algo así como la Brigada insigne de Bolivia, porque junto al trabajo sanitario estaban a cargo del cuidado de los sitios ligados a los guerrilleros, a la vez que eran anfitriones y guías de cuanto visitante cubano llegara interesado en conocerlos.
¿Alcanzaba un ortopédico para tanta población?
Trabajamos en un hospital público en la ciudad de Valle Grande, que lo atiende la alcaldía; ocupábamos un espacio que ellos no tenían especialista para cubrirlo; a mi consulta venía el boliviano de dinero y el que no tenía. Donde hubiera un cubano no es que estaba quitándole la plaza a nadie, es que no tienen ese profesional, de ahí el gran vacío que vuelve a tener esa población al retirarse la colaboración médica.
Era un contraste muy grande el cobro del servicio; cuando un paciente se sentaba en mi consulta ya había pagado 15 bolivianos sin haber recibido todavía ninguna atención. Si le indicaba una placa, el paciente llegaba con el técnico que le ponía en el papel de cuanto por cuanto era la película que utilizaría, iba y la pagaba; cuando regresaba con el comprobante era que el técnico le hacía la radiografía. Tuve enfermos que después de esa indicación no regresaban a mi, al rato me preocupaba, le preguntaba al técnico; “se marcharon porque no tenían dinero”, me decía.
Si se trataba de una urgencia era complicado, porque el hospital no tenía un stock de yeso, el paciente salía con mi indicación a una farmacia a comprarlo y regresaba a que se lo colocáramos. Si llegaba con una herida el procedimiento era mandarlo a la farmacia con una receta: bisturí, hilo, anestesia, jeringuilla, todo lo tenía que costear el paciente o el familiar que lo acompañaba; luego volvía a mí para atenderse la urgencia.
Algunas veces tuve que costear con mi dinero algún recurso o medicina, pero no dejaba de tratarlos. Siempre teníamos eso en mente; si en una operación sobraba un poquito de sutura, de gasa, eso no se botaba, la poníamos en una cajita para destinarlas a los que no tenían dinero; a veces hasta las enfermeras bolivianas me decían: “Doctor, le guardé esto o aquello”.
Otra vía era que me venían a ver visitadores de los Laboratorios de medicamentos para ofertar sus medicinas y me dejaban muestras para que las usara, con eso creaba una reserva para una urgencia, para los que llegaban a la consulta o no podían pagar. Te imaginas decirle a un paciente a las dos de la madrugada con una fractura, tienes que esperar a las ocho de la mañana a que abra la farmacia.
¿Cómo hacer de ortopédico e historiador?, pregunto a Rubén.
Cuando me dieron la misión en Bolivia, siempre pensé en el Che y la guerrilla; pero, ¿qué me iba a imaginar que me tocaría precisamente la zona de aquellos sucesos?; mucho menos que sería el encargado de atender cada visita y narrar los hechos. Fui ortopédico y también el historiador del Che en Valle Grande en mis casi tres años allí; siempre me ha atraído la historia y que me asignaran esa tarea fue como ponerme un anillo en el dedo.
La fosa donde se encontraron los restos del Che y otros seis guerrilleros es ahora un Mausoleo; la Brigada Médica de Valle Grande se encargaba de mantener todos los sitios históricos y cada miércoles por la tarde nos ocupábamos de esa actividad, en labores de limpieza, pintura, chapea; lo visitan muchos turistas. En La Higuera, los médicos ubicados allí hacían lo mismo con la escuelita y otras obras que recuerdan a los guerrilleros.
En el hospital donde trabajamos está todavía el local de la lavandería, ya en desuso, donde el Ejército de Bolivia expuso el cadáver del Che; la morgue donde le cortaron las manos sí es la misma y, son lugares muy visitados también. En la zona hay otro sitio patrimonial dedicado a Tania la Guerrillera y a otros combatientes.
Estuve tres veces en la Quebrada del Yuro; hay que moverse por un camino a más de 60 kilómetros de Valle Grande, luego descolgarse por aquellas abruptas laderas; una zona inhóspita, allí está señalizado el lugar donde el Che libró su último combate, también fue construida una estrella en el suelo. Hasta allí fue la Brigada Médica, chapeamos los alrededores, pintamos la piedra, la estrella, le dimos una atención a aquel espacio tan sagrado.
¿Qué huellas dejó Bolivia en María Cristina?
Un momento triste fue el tercer día de consulta, atendí a un joven de 26 años con un cáncer bucal; ya nada podía hacer, le dije: Mire, vaya para Santa Cruz, que se puede operar’; me respondió: “No doctora, no tengo dinero”; a los dos meses de aquella consulta murió. Cuando pasan esas cosas se piensa mucho en Cuba, porque aquí un caso así se opera y no le cuesta nada al paciente.
Allí en la estomatología hay mucho servicio privado, pero en el hospital se hacían colas para recibir esa atención. Le practicaba al paciente una restauración, pero tenía que darle un papelito con mi cuño y el precio, entonces él iba a una oficina a pagar el servicio; no pagaban los niños menores de cinco años, las embarazadas, las madres de los niños hasta cumplir seis meses y los adultos mayores de 60 años que tenían un seguro. Eso me chocaba porque atendí muchas personas que me daba cuenta que eran pobres.
Conocimos médicos bolivianos que estudiaron en Cuba y tenían otro sentido de pertenencia con la profesión, con los pacientes; los vi comprar hilos de sutura para un enfermo, tuvieron esos gestos con sus compatriotas, se les impregnó en Cuba la vocación solidaria. También vi a estomatólogas que trabajaban conmigo comprar medicamentos a niños que sus padres no podían pagar.
¿Qué vivencias guardan de los días finales?
Una huella dolorosa, aunque debemos decir que la brigada de Valle Grande no tuvo problemas, a pesar de ser un estado opositor fuimos respetados, no pasamos por los acosos, ni los registros ni las detenciones que ocurrieron con nuestros colegas en otras ciudades. El alcalde nos dio apoyo y garantías de seguridad; el jefe de la Policía nos dijo un tremendo discurso de agradecimiento. El registro que nos hicieron a las pertenencias fue en Santa Cruz, apunta Cristina.
Ese país progresó con Evo en el poder, pero la pobreza y el atraso de siglos no se borra en pocos años; sin embargo, en materia de salud la colaboración médica cubana contribuyó mucho a mejorar la vida de los habitantes. Podrán montar campañas, querer tergiversar nuestro trabajo, en Bolivia muchas personas quedaron agradecidas.
Nos fuimos muy preocupados por la cantidad de pobladores que quedan vulnerables a la asistencia médica y, sin chovinismo, puedo decir que la salud que dábamos es muy superior a la de ellos. El hospital ahora baja de categoría, hasta lo pierde la alcaldía. Allí trabajábamos 18 médicos, 15 éramos cubanos.
Todos los días nos llegan mensajes de personas de allá; del director del hospital, las enfermeras, otros trabajadores, hasta el jefe de la Policía, que era mi paciente, me escribió agradecido. Los textos nos reconfortan: “Es una alegría saber que llegaron bien, lindo equipo de trabajo, estarán siempre bien recordados”; “Muchas gracias a la Brigada cubana por el gran apoyo y servir a la gente vallegrandina, se le aprecia muchísimo a cada uno de ustedes, estarán por siempre en nuestros corazones y aquí Valle Grande los espera con los brazos abiertos”, dijo finalmente Rubén.
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