Escambray dialoga con una septuagenaria fundadora del movimiento de Brigadistas Sanitarias en la provincia de Sancti Spíritus
A veces sonríe; otras, se queda absorta en los recuerdos, aquellos que la devuelven al pasado. Entonces piensa en voz alta, como si estuviera haciendo un monólogo de su vida, y cuenta que llegó a Siguaney siendo apenas una adolescente: el 2 de enero de 1959, bajo el fulgor del triunfo revolucionario.
Habla que su primera casa fue un rancho de yagua y guano, ubicado a la orilla del camino real, y que, ante el llamado de Fidel de agruparse para crear las comunidades, a su familia la siguieron otras que vivían en los callejones entre Zaza del Medio y Taguasco.
“Esa fue la antesala de lo que es hoy este pueblo”, explica Niria de las Nieves Albiza Paredes, una septuagenaria federada que ha hecho historia con su ejemplo y consagración.
“Comenzamos a crear las milicias, luego la Agrupación de Mujeres Cubanas, que posteriormente devino Federación; la Asociación de Jóvenes Rebeldes y otras organizaciones, porque todas las tareas se hacían de conjunto. Ya en el año 1960 iniciamos la construcción del pueblo con las primeras 140 casas destinadas a los granjeros.
“En ese entonces nos visitó Celia Sánchez y orientó la creación de un puesto médico para atender, en caso necesario, a los constructores que trabajaban en la edificación del pueblo y también a la población”.
¿Cómo se convierte en brigadista sanitaria?
Había un médico, pero no tenía enfermera, entonces Eloína García y yo nos acercamos a él para ofrecerle ayuda. El doctor nos enseñó lo elemental: poner inyecciones, realizar curaciones, tomar la presión arterial, suturar heridas…
Teníamos nuestro uniforme gris que nos identificaba como brigadistas sanitarias, incluso llevábamos a los pacientes remitidos hasta el hospital provincial y se los entregábamos a los médicos de guardia, había mucho respeto por nuestra labor. Cuando terminábamos el trabajo del día nos vinculábamos a las tareas de la comunidad, visitábamos a las mujeres embarazadas y a las que debían realizarse algún examen médico.
¿Recuerda alguna anécdota de aquellos tiempos?
Mi estreno como brigadista sanitaria fue haciendo un parto de jimaguas en el propio bohío donde vivía la paciente, porque no dio tiempo a enviarla para el pueblo. Nos avisaron por la tarde y llovía torrencialmente con unos truenos de espanto, salimos con la bolsa y las cosas necesarias; en algunas partes del camino el fango nos daba a la rodilla, se nos hizo de noche y nos alumbramos con una “chismosa” de petróleo, así nacieron, primero el niño y después la niña. Sus padres, agradecidos por el esfuerzo que hicimos para salvarlos, les pusieron Rolando, el nombre del doctor, y Niria, el mío.
¡Y qué decir de la primera campaña de vacunación masiva!, eran unos caramelos de colores y cada uno se correspondía con el tipo de vacuna. Fueron tres dosis, pero tuvimos que enfrentarnos a la ignorancia de muchos habitantes, sobre todo en sitios intrincados, porque la contrarrevolución estaba difamando y las personas se negaban a vacunar a sus hijos. Caminamos kilómetros y kilómetros hasta llegar a todas partes, pero cumplimos.
¿Y por qué no se graduó como enfermera?
Mamá nunca me dejó ir a estudiar a Sancti Spíritus. Yo era huérfana de padre desde los siete años y la mayor de mis hermanos, debía trabajar para ayudar con los gastos de la casa, mamá lavaba pago en el río y a mí me tocaba llevar y traer el bulto de ropas; pero, aun así, no dejé de asistir a ninguna tarea de las que se me convocaba por las Milicias, la Juventud o la Federación de Mujeres Cubanas, de la que también soy fundadora.
Luego de casarme me sentí un poco más libre, mi esposo, con el cual llevo 55 años, me apoyaba en todas las tareas. En el año 77 comencé a trabajar en la Fábrica de Cemento Siguaney como jefa de la brigada de servicio que atendía también el albergue. Allí estuve hasta que me jubilé, pero antes fui varios años Vanguardia Nacional.
¿Cómo valora el papel de la brigadista sanitaria hoy?
Aquella efervescencia inicial fue perdiendo su protagonismo en la base, en la misma medida que surgía la enfermera y el médico de la familia; sin embargo, pienso que todavía la brigadista sanitaria, que hace su labor de forma voluntaria en los bloques y delegaciones de la FMC, tiene mucho que aportar. Estamos atravesando un período complejo con la infestación del mosquito y nosotras somos un ejército en la base.
Hice un comentario y era para la Habana..