Desde el Khalifa Stadium, tan majestuoso y monumental como la ciudad donde se ubica, hasta buenas marcas estampadas por algunos de los más de 1 900 atletas que lo animan, el Campeonato Mundial de Atletismo de Doha, Catar, clasifica como una propuesta meritoria.
No ha sido, creo, grandilocuente porque un evento deportivo no es tampoco un arcoíris destellante de luces como lo es la bella ciudad llena de rascacielos. Y lo digo no solo porque le haya faltado ese halo providencial al estilo de Usain Bolt que necesita cualquier estadio del mundo para repletarse.
Sucede que el graderío semivacío del Khalifa es una de las notas más bajas del evento, considerado el más importante y atractivo después de los Juegos Olímpicos y la Copa Mundial de Fútbol. Unos se lo achacan, con razón, a las altas temperaturas reinantes; otros a la carencia de estrellas locales como no sea su saltador de altura Mutaz Essa Barshim.
Lo de las temperaturas rebasa lo de la asistencia. Los casi 40 grados que rondan Doha ha generado críticas de organizadores y mucho más de atletas, varios de los cuales han precisado atención médica en pruebas como la maratón —abandonada por casi una treintena de mujeres— y las de marcha, o no han conseguido sus mejores marcas. Pero también el termómetro ha sometido al mismísimo calendario en contra del espectáculo, lo mismo con pruebas agolpadas unas detrás de otras en detrimento de los protagonistas, que largas horas entre unas y otras con vacíos llenados por ceremonias de premiación en retahíla.
En lo puramente competitivo, a falta de tres días para el cierre de las cortinas del Mundial, solo un récord se había logrado y eso no tan rimbombante por tratarse del debutante evento del relevo 4×400 mixto.
En sentido general, se han impuesto los favoritos, salvo excepciones salidos por lesión como el plusmarquista del decatlón Kevin Mayer o el campeón mundial y olímpico de los 110 con vallas, el jamaicano Omar McLeod, quien al caerse de manera estrepitosa generó una de las polémicas convertidas en noticia cuando al cubano-español Orlando Ortega le concedieron el bronce compartido, tras probarse la interferencia que en principio lo dejó fuera de medallas
Ha sido la confirmación de estrellas como Naser Thina Asher, de Baréin quien ratificó con la tercera mejor marca de todos los tiempos en los 400 metros, que no siempre la temporada y sus saldos son un fetiche.
Este viernes las discóbolas Yaimé Pérez y Denia Caballero consiguieron una hazaña inédita para el lanzamiento del disco cubano y ganaron oro y plata, respectivamente. A estas preseas se suma el bronce del saltador de longitud Juan Miguel Echevarría, que cuando logre vencer a su rival más difícil —él mismo, como reconoce su entrenador— podrá lograr empeños mayores.
El resto de la comitiva, excepto la triplista Liadagmis Povea que ni se acercó a los 14.77 de esta temporada, ha tenido desempeños acordes con los pronósticos, pues pocos esperaban que cuando la varilla del mundo anda por el 4.95 en la pértiga, Yarisley Silva llegara a más de los 4.70 que logró, por más competitiva que sea una mujer que, además, tiene ya 32 años.
Doha va cerrando sus puertas atléticas, concentrada también en mostrar todo su deslumbramiento, como quiera que en poco más de dos años acoja la Copa Mundial de Fútbol para cuando espera que ni los grados de calor impidan llenar los graderíos, algo que no ha logrado esta cita ni siquiera porque ha venido a colmar a este septiembre de sequía de eventos magnánimos y otros no tanto.
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