Esta vez no viste sombrero, camisa manga larga y mucho menos botas que enfrentan la dureza y el silencio de la tierra. Esta vez prefiere caminar campo adentro sin el armazón de todos los días. Lo hace porque Maikel Quintero García es de esos jóvenes que no precisan determinado atuendo a la hora de trabajar.
Sus manos curtidas por el sol de cada jornada y un pensamiento que va más allá del surco debido a su formación como licenciado en Cultura Física se entretejen para que este muchacho de 32 años de edad le arranque a la finca La Elia, perteneciente a la CCS René Rodríguez Barrera, de Yaguajay, lo mejor de sus entrañas.
De ella no se despega ni un solo instante. Hasta allí llega dos veces al día o más para cuidar los cerca de 35 animales que posee en las 13.42 hectáreas de tierra que dispone para la cría de ganado; un lugar apartado de Pueblo Mocho, su rincón natal allá en Narcisa, que le ha regalado el sosiego de los últimos tiempos.
En medio del escaso movimiento del lugar, también reluce la vegetación de la magnífica finca, pues los árboles, además de la extensa siembra de caña que la rodea, la adornan y le regalan sombra al sitio. Tanto es así que la vista se pierde hacia el cañaveral más cercano, ese que guarda sus frutos para los animales.
Maikel se preocupa a toda hora por la comida que necesitan sus toros. Ellos se nutren a base de caña, kingrass y plantas proteicas como la morera, esta última de vital importancia para las reses. Y es que a la vista del alimento, arrojado a puñados muchas veces y otras en el propio cuartón donde se encuentran, el ganado vislumbra alegría.
Sin embargo, este joven no se conforma con el método tradicional de alimentación. Introduce el acuartonamiento, técnica que a través de la reducción del área dedicada al ganado, y a partir del silvopastoreo —sembrar la comida dentro del cuartón— consigue elevar la producción de carne.
De ahí que disponga hasta la fecha de 14 cuartones con la mirada puesta en dirección de incrementar hasta 80 el número de toros; un reto que implica, a juicio de Quintero García, un alto nivel de responsabilidad.
Pero a Maikel no le falta el ingenio. Apuesta por la ciencia y la técnica en la agricultura, pues constituye la vía de alcanzar mejores rendimientos en diversas esferas. Por eso agradece las luces que irradia sobre su finca el Proyecto Agrocadenas, el cual lo ha beneficiado con recursos como alambre para cercar, techo para acondicionar la casa que edifican como almacén, el cual conservará el alimento de las reses.
Eso sin contar la capacitación que le facilita, lo cual ha abierto su horizonte en la ganadería, actividad a la que se dedica desde hace cinco años. Tiempo suficiente para experimentar y descubrir nuevas fórmulas que convierten la labor en la esencia de sus días.
Así, logra vender sus animales dos veces al año, en primera, segunda y tercera categorías según el peso; y de forma progresiva alterna con otros para no perder la cría. Además de la remuneración —para nada modesta—, continúa con la tradición que desde pequeño captó de su padre.
Hoy no se arrepiente de haber abandonado la Cultura Física. Y es que encuentra en este lugar la mezcla de sensaciones nunca antes experimentadas. Asegura que sus conocimientos no los ha perdido; al contrario, los materializa cuando tiene que asumir decisiones novedosas, que intentan multiplicar los rendimientos productivos.
Maikel García Quintero sabe que la ganadería es un camino bien largo con grandes sacrificios. Aun así decide recorrerlo. Por eso aprovecha cada mañana fresca y también de sol para atender sus animales. Por ellos no escatima esfuerzos ni horarios. Sabe que tiene que retribuir a la finca La Elia, las bondades naturales que le ha regalado.
Y es que este lugar, para mayor novedad y encanto, ofrece vida bajo sus formas más bizarras. Allí bulle el bosque vecino con todos los insectos y pájaros que cría la prolífera tierra cubana. Todos a una zumban, silban o trinan entre el sombrío ramaje o la espesa yerba. Todos protagonizan inocentes correrías que desprenden el rocío cuajado en las hojas de las flores que por casualidad se dan allí, para mostrar la realidad de este paraje del norte espirituano.
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