Matildo ya puede usar su cafetera

“Ni la cafetera ni el dinero” se titulaba la columna que vio la luz en la edición del pasado 1ro. de junio en este mismo espacio. Residente en la calle Pedro Cabello No. 183, en Zaza del Medio, Matildo Rodolfo González se dolía de que había comprado en el mercado

“Ni la cafetera ni el dinero” se titulaba la columna que vio la luz en la edición del pasado 1ro. de junio en este mismo espacio. Residente en la calle Pedro Cabello No. 183, en Zaza del Medio, Matildo Rodolfo González se dolía de que había comprado en el mercado industrial La Casa Grande, en diciembre del 2016, un módulo de inducción cuya cafetera estaba rota.

Agregaba que, pese a haber realizado todos los trámites pertinentes, al igual que otros afectados por el mismo problema, hasta el momento en que escribía no había recibido el artículo ya reparado ni la compensación en dinero correspondiente al mismo. Tampoco le habían dado ninguna explicación.

Con fecha 29 de julio, en nuestra Redacción fue entregado un documento impreso enviado desde el Grupo Empresarial de Comercio. Con las firmas de la directora de Fiscalización y Control, el especialista de Protección al Consumidor y la técnica de esa propia actividad, el texto expone que luego de una investigación a partir de la queja se comprobó la veracidad de lo expuesto por el remitente.

Se admite que él devolvió su cafetera por encontrarse rota y que “realmente existió tardanza en la reposición de las partes que componen el módulo que presentaron dificultades de calidad, por parte de los almacenes mayoristas, debido a la no existencia de las mismas en inventario”.

El documento expone que la denuncia fue declarada con razón. También plantea que “la dirección de la empresa trazará un plan de medidas para erradicar la deficiencia señalada (…), por constituir una violación de la Resolución No. 54 del 2018, al no habérsele resarcido el daño al consumidor en el tiempo establecido.

Por último, se agrega que el 13 de junio del presente año al promotor de la queja se le notificó, por parte de la Empresa de Comercio de Taguasco, para que recogiera su cafetera en buen estado en el mercado industrial donde efectuó su compra, “con lo que queda solucionado —se apunta— el daño causado al usuario”.

Mejor tarde que nunca, razona Escambray. Dos años y medio pasaron desde la compra hasta la reposición, pero finalmente se mitiga el desagradable sabor de un mal proceder. El daño no se borra, aunque hay que agradecer el gesto del Grupo Empresarial de Comercio al investigar, concluir y dar respuesta sobre el asunto.

Una pregunta flota en el aire: de no haber escrito a nuestra publicación, ¿seguiría Matildo sin cafetera? Al parecer, sí. Por eso vale subrayar la importancia de que los mecanismos de control funcionen como está establecido, en la cotidianidad, y no de campanazo en campanazo.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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