Así opina Jose Ángel Meneses Ortega, Premio Provincial de Teatro, en la segunda edición en que se entrega ese lauro en Sancti Spíritus
El olor propio de los naranjales lo trasladan, sin resistencia, a aquellos días en que subió por vez primera a un escenario. Al principio, parecía un juego. Luego, llegó la hora definitiva: anunció que sería instructor de teatro.
“Estudiaba en Jagüey Grande en la secundaria y la Brigada XX Aniversario llegó un día a la escuela para lanzar la convocatroia a quienes estuvieran interesados en hacer teatro y ahí comencé”, recuerda Jose Ángel Meneses Ortega, en la presentación de su acto de vida.
La vocación ya corría por sus venas, sin saberlo, inyectada por un ambiente familiar, donde el librero de la casa se hacía pequeño para los inquietos ojos del pequeño y la música de preferencia se debatía entre Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
“Leía muchas cosas adelantadas para mi edad. En la casa no había nadie vinculado al arte, pero todo ese ambiente me influenció”, refiere.
Hijo natural de Fomento, adoptado por la llanura matancera y enamorado perdidamente del buen arte, Jose Meneses, como se le conoce dentro y fuera del mundo artístico, ha sabido encauzarse en un complejo trayecto donde las historias se hacen comunes.
“Cuando me gradué de la Escuela Nacional de Instructores de Arte (ENIA) me enviaron a cumplir el servicio social aquí porque en ese entonces a los mejores egresados los mandaban a los lugares de mayores necesidades”.
¿Cuánto te aportó esa etapa?
Llegué en el momento en que se fundaban las 10 instituciones básicas del sistema de la cultura. Había que hacer de todo. Me reuní con un grupo de personas, que terminaron un poco también de formar mi intelectualidad. Me refiero a Gertrudis Ortiz, Carlos Sotolongo, entre otros.
Pero la cuna fomentense te reclamó…
“Al cumplir la etapa en La Sierpe, ya mi familia había regresado para Fomento y me uní a ellos. Allí creé el grupo de teatro Piedra gorda, gestamos el Festival de Teatro de Aficionados Olga Alonso… Me vinculé por entero al movimiento de artistas aficionados porque es un lugar muy bueno para hacer teatro. En los casi tres años de estancia, hice muchas cosas como instructor en la Casa de Cultura”.
Tanto quehacer visualizó a Jose Meneses en la cabecera provincial. Sus conocimientos eran necesarios para conducir al resto, por lo que durante seis años asumió como Metodólogo provincial de teatro.
“Importantísima fue esa etapa de Metodólogo porque el Consejo Nacional de Casas de Cultura tenía un sistema de superación para los instructores. Recibía todos los cursos para luego impartirlos en la provincia. Aproveché, entonces, para vincularme en La Habana a técnicas de dirección artística, gracias a los aprendizajes que nos transmitieron especialistas rusos y personalidades del teatro de muñecos en Cuba como René Fernández”, refiere.
¿Por qué Garabato?
“En 1994 se potencian los proyectos teatrales. Se me dio la oportunidad, entonces, de materializar un sueño: tener un proyecto profesional. En un principio fuimos autofinanciados y así estuvimos bastante tiempo por lo que renuncié a todo, incluso al salario. Significó empezar prácticamente de cero, pero era el precio para hacer lo que quería”.
¿Cómo lo defines?
“La obra completa de mi vida porque he hecho lo que he querido y me he dado a conocer. En el caso del teatro, el resultado no es de uno, aunque seas un tanto la cabeza. Esto es de quienes están contigo y te ayudan a concebir y materializar la idea. Por tanto, ningún éxito aquí es personal”.
¿Instructor, director o actor?
“En estos momentos director, aunque de vez en cuando hago mis actuaciones porque me gusta”.
¿Qué es lo que más te hace fruncir el ceño?
“Lo que es un problema para toda Cuba: la falta de actores, porque sin ellos no se puede hacer teatro y cada día son menos. Las personas vienen menos motivadas para lograr cosas serias. Ahora va a cerrar la academia de Santa Clara. Quienes se gradúan no quieren regresar. Se están haciendo estudios para crear unidades docentes, pero eso no acaba de concretarse. Nuestros actores envejecen y cada vez se hace más difícil mantenerlos en el escenario”.
Y mucho más en un proyecto como Garabato que, desde su génesis, su poética exige de una estricta preparación física. Uno de los tantos méritos que le otorgó a este director el Premio Provincial de Teatro, en la segunda ocasión que se concede en Sancti Spíritus.
“Esas ausencias de actores me han obligado a hacer otras cosas en el escenario. Lo que sí no puedo es hacer en el teatro lo que no me gusta ver”, asevera.
¿Qué es hacer teatro?
Pasar mucho trabajo para que al final la obra le guste o no al público o vengan dos críticos y te digan que no sirve. Pero hay que estar preparado para todo porque si no te frustras. Lo más importante es que cuando se hable de la historia del teatro en Sancti Spíritus de alguna manera Garabato va a estar presente.
¿Qué responsabilidad te ha dado este premio?
Mi responsabilidad está con el teatro, conmigo, con lo que quiero hacer y con lo que quiero que vean de mí, sobre todo las personas que están codo a codo conmigo. Lo agradezco porque es un premio colectivo. Pienso que es muy cruel el que diga: en el teatro yo tengo un premio. Por eso lo considero el lauro de Garabato y de quienes han estado en este proyecto.
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