En sus manos la chatarra cambia, eso dicen quienes conocen a este miconero que mengua sus 53 años con una corpulencia inusual para alguien que no sobrelleva la oficina y prefiere estar a pie de obra moviéndose entre equipos.
Haciendo caso omiso a sus negativas, un buen día lo nombraron jefe de Equipo en la UEB Pavimentación, perteneciente a la Empresa de Construcción y Montaje Sancti Spíritus. Nunca estudió más allá del duodécimo grado y todos los recovecos de la mecánica los aprendió sobre la marcha en su natal Jatibonico, porque como él mismo dice, “de casta le viene al galgo”.
“Llevo 36 años ‘mecaneando’ de todo. Es que en mi familia casi todo el mundo se dedica al oficio y mirando y haciendo aprendí. Con 17 años comencé en la planta de asfalto de ese municipio como ayudante en la brigada de pavimentación, después fui ayudante de planta, operador de industria y de cargador, y también chofer, hasta que en 1985 me llamaron al Servicio Militar; al término regresé a la misma fábrica hasta que llegué a la ECOA-48 en Sancti Spíritus.
“En realidad aprendí a golpes y sin muchos manuales. Recuerdo que en el momento de mi primera innovación importante yo era casi un niño. Una rotura en el extractor había provocado una parada de la planta de Jatibonico, que ya duraba cuatro meses, hasta que nos decidimos a desarmarla y aunque yo solo era un operador me metí en el problema. Cuando la abrimos había piezas partidas, desgastes; pues nada, recuperamos todo aquello, quedó perfecto y duró como ocho años más. De hecho, la planta jatiboniquense la llevaron para Trinidad y ahí funcionó. Ha sido uno de mis trabajos más relevantes”.
Conversador nato, Osmel Santos Rodríguez o Piti, como lo conocen todos en el Micons, recuerda cada detalle de sus inventos, como por ejemplo la odisea que costó modificar los quemadores de los termos de asfalto para que en lugar de calentar con diésel fuera con fuel oil, con lo que se ahorró casi la mitad del combustible a emplear; o la sustitución del sistema de choque de una pavimentadora que, después de adaptarle un coupling de goma, ha podido regar más de 30 000 toneladas de asfalto.
“Una vez compraron un cilindro moderno que luego nadie sabía cómo arrancar. Lo llevamos a La Habana a la fábrica Volvo, pero no dieron pie con bola y lo traje. Un domingo yo andaba con la cabeza medio loca porque había que echar como 3 000 toneladas de mezcla en el aeropuerto y no había equipo. Cogí un pomo con agua y dije: me voy para Sancti Spíritus. Llegué al taller y le dije al custodio: voy a tratar de echar a andar el cilindro”.
Mueve las manos para ilustrar como pasó horas y horas arrancando cables y cables que conectaban la máquina a una pizarra electrónica. “Quité todo lo automático y luego fui poniendo cada cosa en su lugar: la dirección, la batería, hasta que pegué dos cables y arrancó”.
Enumera los trabajos unos tras y otros, quizá sin saber que en lo que va de año con siete innovaciones en su haber, además de sustituir importaciones y mantener en pie una chatarrería que data de décadas como la de la planta de asfalto, sus obras reportan al país un importe económico de 211 000 pesos.
“Algunas innovaciones las pagan; otras no, porque a veces tenemos trabajos que no reportamos, y en otras ocasiones ni se tramitan, ni se generalizan, pero seguimos haciendo cosas, llega el otro año y vienen nuevas ideas. Y sí, soy jefe de Equipo, pero me embarro como el que más. Me han propuesto cientos de trabajos, pero no me voy, sigo aquí, lo mío es sustituir importaciones y resolver problemas con chatarra”.
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