Sobre la carroza relumbra la historia, nacida en el exótico reino de Siam, hoy Tailandia. Su protagonista, la inglesa Anna Leonowens, la publicó para que la fantasía no se hiciera cómplice de los siglos. Resuelta como la que más, en 1832 había arribado al país para ejercer como profesora de las 39 esposas y 82 hijos del rey Mongkut, quien le había extendido la invitación.
Apenas subió las escaleras del palacio, la institutriz quedó escandalizada por las costumbres de la corte y de la familia real: la esclavitud, la poligamia, la sumisión de los súbditos y de las mujeres al monarca. Pero como la indiferencia no iba con ella, protestó, charló in extenso con el rey y su príncipe heredero Chulalongkorn y logró ciertos cambios en la vida palaciega, al punto de que, más tarde, su antiguo discípulo abolió la esclavitud al reinar.
Los trazos de esta singular historia lucieron recreados en la carroza del barrio de Occidente en abril pasado, en el clímax de las parrandas de Zaza del Medio, entre las 18 del centro de Cuba —cuatro de Sancti Spíritus, dos de Ciego de Ávila y el resto de Villa Clara—, incluidas a finales de noviembre por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
El Comité Intergubernamental de la Unesco encargado de su salvaguarda, que sesionó en Port Louis, capital de Isla Mauricio, reconoció que “el engalanamiento de monumentos y la creación de réplicas de estos, así como de carrozas son una asombrosa demostración de la imaginación y la creatividad que poseen los grupos de parranderos para reintepretar y recrear sucesos e historias (como la retomada en Zaza del Medio) mediante imágenes, luces y colores de gran originalidad”, refiere el sitio digital de esa institución de Naciones Unidas.
Para confirmar la argumentación de la Unesco, este año el barrio zaceño de Oriente se inspiró en una leyenda de la India, y los de Guayos: La loma y Cantarrana, también volvieron sus caras hacia historias asiáticas, lo cual revalida la tendencia, al menos en este tipo de festividades espirituanas, de apelar a temas foráneos en la concepción y diseño de las carrozas.
Así y todo, motivos criollos han animado, igualmente, a los guayenses, aclara Leonardo Valdivia García, director de la Casa de Cultura de la localidad y líder en la celebración de los festejos, y lo ejemplifica con Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, y Jardín, novela de Dulce María Loynaz.
Acertadamente lo advertía, al intervenir en el Comité Intergubernamental, la presidenta cubana del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Gladys Collazo, quien señalaba que cuando cada bando contendiente en la parranda reproduce una leyenda o historia de la cultura de la humanidad y la hace suya, por distante que sea, convierten a ese poblado en “un sitio de encuentro para el diálogo y la tolerancia”.
Tal como lo resaltó el comité de la Unesco, esta clase de jolgorio comprende una gran variedad de expresiones culturales: diseño y fabricación de carrozas, indumentarias…; composición de canciones y preparación de coreografías; fuegos artificiales, y elaboración de elementos decorativos como faroles, estandartes y emblemas con los colores de cada barrio competidor.
Un aspecto no menos relevante es su carácter inclusivo: los habitantes de las comunidades participan en un suceso tradicional y contemporáneo, sin distinción de sexo, edad, origen, medio social, profesión o religión.
ROSTROS RECOMPUESTOS
Estudios consultados por Escambray tiempo atrás denominan como valle de las parrandas a esta región del centro-norte de Cuba, donde convergen geográficamente festividades similares organizadas en Villa Clara, Ciego de Ávila y Sancti Spíritus, declaradas Patrimonio Cultural de la Nación en el 2013.
En honor a la verdad histórica, las parrandas no tienen partida de nacimiento espirituana; sino que surgieron influenciadas por las celebraciones convocadas en Remedios, Camajuaní, Vueltas y otras comunidades villaclareñas.
La más añeja de dichas tradiciones en la provincia data de finales de la centuria decimonónica en Yaguajay, adonde llegaron desde la villa remediana, gracias a los comerciantes chinos. Zaza del Medio les dio la bienvenida alrededor de 1917; Guayos, en 1925, mientras que Mayajigua lo haría también en la primera mitad del siglo pasado.
Del esplendor al borde del ocaso, del borde del ocaso al esplendor han transitado estos festejos, sobre los cuales han caído los truenos de la crisis económica cubana, de ilegalidades probadas institucionalmente, y otros desmanes; mas, rara vez perece una expresión cultural como esta, “fenómeno netamente popular y raigal, reconocido por diversas comunidades”, convertido en “una necesidad vital de tipo familiar, vecinal, social y comunitario para cada uno de sus habitantes”, como lo expuso a la prensa el vicepresidente de la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial, Rafael Lara.
“El proceso de la parranda comienza en la base; parte desde la casa, la familia, el barrio. La comunidad aporta papel, güines y casquillos para los voladores, pegamento, hilo…”, destaca Valdivia García al abundar en torno a la intervención de los pobladores de Guayos en la preparación y desarrollo de sus parrandas.
Además de ese elemento común, dicha localidad y Zaza del Medio comparten otros: el apoyo de las autoridades del municipio y de la provincia, y las contribuciones en adornos, bisutería, tejidos…, donadas por antiguos habitantes de sus barrios que viven en el exterior, subraya el zaceño Dixán González González, diseñador de la carroza del bando de Occidente.
Con la decisión de la Unesco, González aspira a que las parrandas cuenten con una fecha fija para su celebración, lo cual favorecería aún más su planificación y organización, y a una mayor presencia de zaceños residentes en otras naciones. En Guayos esta carencia pasó a la historia, pues desde hace varios años, los festejos acontecen allí el primer fin de semana de noviembre.
Este reportero no se arriesga a asegurar que las festividades en ambos poblados caminen sobre alfombras; más de una roca en el trayecto han esquivado sus organizadores, a sabiendas de los cuantiosos recursos que precisan para realizarlas como combustible, transporte… Por ello, Leonardo Valdivia alberga la esperanza de que el acuerdo de la Unesco sensibilice todavía más a los facilitadores, entre estos Comunales, Emprova, Empresa Eléctrica, Gastronomía, Servicios, Cubiza, etc. No obstante, el directivo reconoce que estas entidades y organismos han incrementado sus aportes en relación con etapas precedentes.
DEUDAS CON LA TRADICIÓN
Los habitantes de Yaguajay y Mayajigua miran con sana envidia hacia Guayos y Zaza del Medio. Las parrandas en las norteñas localidades han resurgido por épocas; luego se han esfumado y en ocasiones han devenido changüises, hijos menores de celebraciones de esta casta.
El déficit de financiamiento ha sido el lastre esencial que prácticamente ha ahogado las festividades en los referidos poblados, argumenta Marelys Cedeño Cardoso, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Yaguajay, quien recalca que las autoridades de ese territorio no se han desentendido de esa tradición, hoy en casi en ascuas.
Para revertir gradualmente ese estado, han intercambiado con las comunidades parranderas de Guayos, Zaza del Medio y Remedios, toda una cátedra en estas lides, en busca de experiencias en la organización de los festejos y en cuanto al respaldo económico.
Por cierto, parte de lo que se ha podido emprender en Yaguajay ha contado con determinados desembolsos en CUC erogados por el Gobierno en Sancti Spíritus, añade la presidenta municipal, quien sostiene que la reciente decisión de la Unesco debe catalizar la salud de las festividades, donde la rivalidad entre los barrios contendientes destapa auténticas iniciativas y se eleva a cuotas insospechadas.
Si alguien lo dudase, converse con Dixán González, uno de los protagonistas de las parrandas zaceñas.
—Por fin, compadre, ¿qué barrio ganó este año, Oriente u Occidente?, indago ante tantas versiones escuchadas.
—Si les preguntas a los perros, dicen que ellos; si hablas con los chivos, aseguran lo mismo. Con la parranda, el pueblo siempre es el que gana.
Muy buen artículo, sólo me choca que utilizaron fotos de parrandas de otra provincia, me alegra montón que nos menciones a los que desde el exterior seguimos llevando la tradición en la sangre y donamos de nuestro esfuerzo para el embellecimiento de la parranda, nos vemos el 30 de marzo en Zaza del Medio, de seguro será otro derroche de arte popular como siempre se acostumbra.
Es una lástima que se hayan perdido las parrandas en Iguará desde 1996, según recuerdo, porque yo erea solo un niño. Espero que los gobiernos locales hagan algo al respecto, por las que están para mantenerlas y por las que se perdieron para revitalizar las comunidades. Es el patrimonio de la Humanidad.
¿Cómo es posible que un tema tan pólemico no genere ni siquiera un sólo comentario?