En aquella consulta interminable más de una vez tuvo que sacar el pomo de jugo para intentar saciar el hambre y el calor. No era la única; otras como ella, con una barriga enorme, buscaron acomodo en las sillas. Una vez más la rutina: tomarse la presión, subirse en la pesa, medirse centímetro a centímetro la panza… Lo hace por el pequeño que lleva en el vientre, porque —aunque a veces le abrume la cantidad de revisiones médicas— lo agradece.
Más allá, otro día, aquella madre primeriza llega con la niña en brazos hasta el policlínico para iniciarse en el ritual de las tantas y tantas vacunas. Duele el pinchazo en el diminuto muslo; pero, a la postre, un sufrir raro de regocijo experimenta al sentir a Lucía a salvo de tantas enfermedades.
El Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) —por más que se crea así por algunos— no comienza ni termina únicamente en los pequeños menores de un año o en las gestantes, sino que es cobija también para los niños y adolescentes hasta los 18 años de edad, las mujeres en edad fértil, las parejas infértiles…
Aunque Sancti Spíritus ostenta indicadores de primer mundo —en cuanto a la mortalidad infantil, la supervivencia del bajo peso o la de los niños en estado crítico—, aún persisten brechas que laceran la vitalidad de este programa.
A FAVOR DE LA VIDA
Si se pudiera ceñir a cifras la existencia, bastaría decir que el pasado año la mortalidad infantil en la provincia cerró en 2.9 por cada 1 000 nacidos vivos, la cuarta más baja del país. Ha sido una tendencia en Sancti Spíritus, pues, por lo general, desde hace años se ubica entre las de mejores resultados.
También se está volviendo habitual un dato menos alentador: cada año decrecen los nacimientos. En 2018, por ejemplo, nacieron 4 436 niños, 175 menos que en igual período anterior.
Tales certezas las comparte el doctor Frank García González, especialista de primer grado en Medicina General Integral y en Ginecobstetricia y jefe del PAMI en la Dirección Provincial de Salud.
“La disminución de los nacimientos resulta una tendencia en los últimos 10 años, sobre todo se afianza en el municipio de Trinidad, donde nacieron 158 niños menos que en el 2017. Aunque se trabaja con el riesgo preconcepcional, todavía no se llega a todas las mujeres en edad fértil”.
Especial relevancia en la atención de los menores de un año en la provincia adquieren los servicios de Neonatología, del Hospital Materno, y de Terapia Intensiva, del Hospital Pediátrico, toda vez que logra salvar a más del 90 por ciento de los pequeños que ingresan en esos lugares.
No obstante, entre las problemáticas del programa hoy reconoce el doctor García González que se halla la mortalidad materna —seis pacientes fallecieron el pasado año—, un asunto de extrema prioridad para todos.
“A diferencia del resto del país, las causas de las muertes no se debieron a enfermedades obstétricas, sino a otras patologías no asociadas al embarazo. A partir de ahí se ha trazado un plan de medidas que permita reducir la morbilidad tanto en la Atención Primaria de Salud como en la Atención Secundaria”, apunta García González.
Para el ingreso de las gestantes con alguna patología se dispone de cinco hogares maternos ubicados en Fomento, Sancti Spíritus, Yaguajay, Trinidad y Cabaiguán. Deben hospitalizarse allí quienes verdaderamente presenten determinado riesgo y solo llegar al Hospital Provincial las que padecen otras complicaciones. No siempre las reglas se cumplen tal cual los protocolos.
“Las principales patologías de ingreso en los hogares son los riesgos de prematuridad, la anemia, el riesgo de enfermedad hipertensiva gestacional, ingresos geográficos en el caso de embarazadas a término que vivan en zonas intrincadas y el embarazo en la adolescencia. A veces se colapsa la Maternidad provincial por la avalancha de casos y en otras oportunidades sucede que las gestantes se niegan a ingresar, pese a la indicación médica”, afirma el jefe del PAMI.
Hay de todo: quienes asumen la gestación como una enfermedad, los que hiperbolizan los riesgos, las que minimizan los perjuicios. En un reciente análisis del programa al cierre del 2018 trascendía que el déficit de recursos humanos y los quebrantos, en algunos casos, de las normas establecidas lastran una atención esmerada.
Lo reconocía, en aquel análisis, la doctora Mirta Santos, vicedirectora de Asistencia Médica de la Dirección Provincial de Salud: “Hoy tenemos dificultades en la atención médica con calidad y en el cumplimiento de las medidas establecidas. Se requiere de conocimientos para garantizar una atención diferenciada del programa y en la Atención Primaria de Salud (APS) aún existen muchas reservas. Actualmente los embarazos en la adolescencia representan un problema serio para la morbilidad de la provincia”.
Y lo es: el 70 por ciento de las madres de los pequeños que ingresan en el servicio de Neonatología —según fuentes oficiales—son mujeres adolescentes o mayores de 35 años de edad y, sobre todo, prevalecen las progenitoras en plena adolescencia.
No se resolverá con charlas educativas, ni con asignaturas curriculares; el gardeo debe empezar en la casa para evitar que, a la postre, la hija adolescente sea una cifra de alarma o peor: dos vidas en riesgo.
¿SÍNTOMAS CURABLES?
Que el Programa Materno Infantil no puede ser una batalla en solitario de médicos y enfermeras es una certeza compartida por muchos. Que para que la calidad sea norma no se puede violentar ninguno de los procesos es otra verdad.
Mas, sucede que, pese a intentos cotidianos, no siempre todos los eslabones funcionan como debieran. Entre los males que aquejan hoy al PAMI en la provincia se halla el déficit de obstetras en municipios como Cabaiguán o Trinidad y el incremento de las remisiones al Hospital Provincial. No son los únicos.
González García hacía una alerta que, quizás, bien pudiese extenderse a otros territorios: “En Trinidad se hacen solo 0.7 partos por obstetra. En ese municipio se tienen que buscar las formas para que las trinitarias paran allí y solo remitir la morbilidad, porque si no la Maternidad Provincial sigue colapsada”.
El bajo número de especialistas en Ginecobstetricia en algunos territorios, según trascendía en el análisis anual del Programa, acarrea no solo una sobrecarga para quienes se hallan trabajando; además se traduce, en algunos casos, en dificultades para completar los Grupos Básicos de Trabajo que deben asistir a las embarazadas —entre otros pacientes— y en fallas en el estricto seguimiento al que están sometidas las gestantes.
Aunque diseñado está el Sistema de Salud para que desde el consultorio médico hasta el hospital todas las instituciones estén interrelacionadas, siempre no se logra esa vinculación ideal.
Alertaba al respecto la doctora Midiala Soria Díaz, jefa del servicio de Neonatología del Hospital Materno Provincial: “Nos preocupa el nivel de prematuridad y de bajo peso en el año que concluimos. La vinculación con la APS es lo más importante, pues el niño no se va de alta hasta que venga su médico de la familia y si se trata de una madre adolescente no se va si no es con su médico de la familia. Necesitamos mayor preocupación de los médicos de la familia”.
El Programa de Atención Materno Infantil existe para auscultar, casi que con lupa, cada uno de los casos, para que los énfasis no se pongan únicamente en las madres o los niños, para que cada quien reciba una atención de calidad.
En función de ello se han articulado desde Comisiones de Atención a la Materna Crítica o al niño en igual estado de gravedad —para las cuales se recurren a los médicos más avezados de cada especialidad— hasta discusiones pormenorizadas de cada caso a instancias nacionales. Lograr que el PAMI ampare a todos como dictan los protocolos, sin violentarlos, no depende tan solo de los médicos y enfermeras ni de los directivos; debe ser un empeño común, de todos, para seguir llevando a cuestas tantos desvelos como hasta el día de hoy.
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