Cuando se escriba de este pedazo de la historia, de este momento en que las restricciones de combustible en Cuba rompieron planes y obligaron a renunciar a buena parte del transporte, habrá que hablar de ellos. Las anécdotas que se leerán entonces se escriben hoy, no importa dónde.
Los hombres que las protagonizan cercenan, bien temprano, el sueño propio para velar por el ajeno. Cuando el sol aún no alumbra, llegan a los puntos de embarque y empiezan a hacer suyas las historias de otros. A veces su propia travesía hasta allí significa una aventura similar a las de aquellos a los que ayudarán; pero no fallan.
Apostado frente a la parada de la salida hacia Trinidad, Noel Dorta Álvarez cumple su año número 35 en funciones vinculadas con el transporte. Tiene ya, por eso, curtido el olfato. Su compañero de labor, Reinaldo Álvarez, quien le lleva ventaja en años vividos, es testigo también de la zozobra que invade siempre cuando hay en espera casos sensibles. Puede ser el impedido físico, la embarazada, el anciano o la madre con niños. Pueden ser varios casos similares a la vez.
Por más estropeados que se les vea al marcharse, cuando la tarde ya anuncia la noche, se van satisfechos de lo que lograron en la jornada. “Me digo: ‘Óyeme, he embarcado hoy a 200 y pico o a 300 personas’, y eso me da tremendo alivio. Lo malo es cuando dejas aquí a muchos y no sabes qué va a pasar con ellos; quisieras ayudar, pero no puedes”, se sincera Reinaldo.
Contentos, muchos les gritan su gratitud desde adentro del medio de transporte: “¡Amarillo!”, les llaman. Sus uniformes no son ya del color que irremediablemente les puso nombre, pero el apelativo suena a caricia cuando sale de alguien que retribuye un bien.
Los días transcurridos desde el 12 de septiembre han sido catalizador en el quehacer de todos ellos. Ahora hablan en pasado de los choferes que los engañaban, literalmente, al decir que iban hasta “ahí”, señalando adelante. Con el apoyo de los también inspectores de la Oficina Estatal de Tráfico y de agentes del orden que intervienen en la gestión, han conseguido embarcar a muchos más espirituanos que antes, y ello ha significado, a veces, informar sobre las infracciones.
Romper pretextos que conspiran contra la recogida de pasajeros se ha vuelto, en estas circunstancias, tarea de orden. Penetrar “corazas” que parecían inexpugnables. Bien lo sabe Alberto Guardarrama, quien a un costado de la hoy Terminal Intermunicipal habla de una solidaridad poco vista en sus 16 años enrumbando a personas hacia destinos situados al oriente.
No pocas veces las multitudes a las que acompañan emergen en sus sueños. Ora incómodos, ora dulces y gratos, las imágenes se pasean por sus mentes para poner color al despertar. Tras el reposo, de nuevo a la rutina, haya sol o caiga la lluvia. Y aguardan siempre. Aguardan a que una mano generosa detenga el timón, porque hay cabida allí para los coterráneos que se encaminan hacia el mismo rumbo. Porque la sensibilidad debe ser regla en la nación que pone al ciudadano por encima de todo. Y porque donde están, uniformados de ese azul que recuerda el cielo, palpita y se decide Cuba.
A pesar de las medidas tomadas en este duro período, es necesario tomar medidas en la terminal de ómnibus municipales, como trabajador del sector salud, tengo que viajar diario al municipio de La Sierpe y desde hace semanas cambiaron el carro que habitualmente salía el Yaguasin, por otra Guagua Giron o una Diana, pero dicho cambio , trajo consigo una irregularidad apreciable en el horario de salida que antes era a las 7:30 y ahora puede ser hasta las 8:15, además que se ha dado el caso que han dado los primeros números repetidos. Es necesario que tomen medidas porque siempre el más afectado es el pueblo trabajador que se levanta diario temprano a brindar un mejor servicio y en este caso elevar la calidad de vida de la población
Además quiero agradecer a muchos o casi todos los choferes que recogen diario a todas las personas en las pardas.