Los sustantivos barbaridad, mundo, pila, montón y cantidad se utilizan en el registro coloquial de los países hispanohablantes para ponderar la abundancia o demasía de algo, casi siempre antecedidos por el artículo indeterminado: Había una barbaridad ~ un montón ~ una pila de gente; De aquí a La Habana falta un mundo ~ cantidad.
Otros nombres de sentido similar solo existen en el español de América. Carajal y bola, por ejemplo, son comunes a Cuba, México o Venezuela; mientras que el uso de bolón y bando es compartido por cubanos, panameños y dominicanos: Le decomisaron un carajal ~ una bola ~ un bolón de dinero; Vino con un bando de fiñes y los juguetes no alcanzaron.
Asimismo, los hay exclusivos de la variedad cubana del español, como tonga, burujón y burdajada ~ burdajá: Me trajeron tonga de regalos; Se casó un burujón de veces; Compraste una burdajá de comida. A partir de la combinación de tonga con afijos intensificadores se obtienen retonga y retongonal, unidades neológicas muy expresivas.
Comentarios separados merecen mano, bulto y buey.
Aunque mano, en el sentido de gran cantidad de personas, animales o cosas aglomeradas en un lugar, se asienta como cubanismo en el Diccionario de la lengua española (DLE) y el Diccionario de americanismos (DAMER), designa, además, una unidad de medida en ámbitos muy específicos como el trabajo con la seda y el papel o en la fabricación del pan, aparte de que en muchos países latinoamericanos se emplea para cuantificar frutas y verduras, especialmente el plátano.
En cuanto a bulto, el Diccionario del español de Cuba (DEC) asegura que, entre cubanos, significa “cantidad de caña de azúcar equivalente a 500 kilos”. ¿Usted lo sabía? Acabo de desayunarme. El DAMER dice que un bulto representa, en México, 100 litros de semillas; y, en Honduras, 45 kilogramos de tabaco. En el léxico rural de Guatemala, Honduras y Nicaragua puede indicar “montón de algo, generalmente tierra o ropa”. Pero ninguna obra lexicográfica que yo conozca lo refiere como de empleo en Cuba con el sentido de cuantificación enfática: Abuela toma un bulto de pastillas; Me dijo un bulto de mentiras.
El cuantificador buey tampoco se incluye en el DEC; ausencia que contrasta con el hecho de que, en el habla cotidiana de mi pueblo natal, Fomento, resultan habituales los enunciados del tipo El negocio de los hostales da un buey de dinero; Para sacar esa licencia hay que hacer un buey de trámites… Sin embargo, a juzgar por ciertas averiguaciones que he realizado, este uso no se extiende mucho más allá de las fronteras territoriales fomentenses. ¿Se tratará de un localismo?… Habrá que seguir indagando.
De cualquier manera, en el DLE encontramos buey como unidad de medida utilizada “en algunas localidades” para el volumen de agua que pasa por un canal o brota de un manantial, información acorde con la ofrecida en el DAMER, donde se indica la existencia, en Guatemala y El Salvador, de la combinación buey de agua, y se registra que en Guatemala buey significa “gran cantidad de algo, generalmente un líquido”. Asimismo, en el Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico se documenta la existencia de buey, desde las primeras décadas del siglo XX y aún en sus postrimerías, referido a “gran cantidad de dinero”.
Por otra parte, entre las palabras ponderadoras de cuantificación que constituyen creaciones léxicas auténticamente cubanas, además de burujón, burdajá, retonga y retongonal, se hallan ceremil ~ seremil y quinicientas. Esta última —que ningún diccionario recoge y no sé cuán extendida se halle por la geografía insular— se obtiene a partir de la ampliación del cardinal quinientas. Respecto de la otra, cabría pensar que opera el mismo procedimiento sobre mil. Sin embargo, Esteban Pichardo, autor del primer diccionario de cubanismos, asegura, en fecha tan lejana como 1862, que ceremil es “corrupción” (modificación fonética) de celemín, medida castellana de capacidad y, antiguamente, de superficie, según reza en el DLE. Considerada desde ese punto de vista, debería escribirse con ce…
A propósito de los cardinales, vale agregar que, con frecuencia, los cubanos, al igual que el resto de los hispanohablantes, los usamos en el coloquio para expresar cuantificación indeterminada e hiperbólica. Te lo he dicho veinte ~ quinientas ~ mil quinientas ~ veinte mil ~ quinientas mil ~ un millón… de veces.
Por último, una inquietud. Argelio Santiesteban, en El habla popular cubana de hoy, asienta el modismo montón pila burujón puñao sin coma entre los constituyentes. ¿No sería mejor separarlos mediante ese signo gráfico, toda vez que la unidad fraseológica es una enumeración? Hago notar, además, algo curioso: a pesar de que la expresión transmite la idea de cantidad excesiva, cierra con la voz puñao, que, aislada, sugiere lo contrario…
Se nos quedan palabras cubanísimas que, a diferencia de las vistas, exageran la poquedad o escasez, como tin ~ tincito, fisco ~ fisquito, mirringa ~ mirringuita, etc. Hallaremos ocasión para ellas.
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