Escuchando al General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, en sus palabras de clausura de la Segunda Sesión Extraordinaria de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, con motivo de la proclamación de la nueva Constitución de la República, vino a nuestra mente el largo camino que hemos seguido los cubanos en el esfuerzo por institucionalizarnos, emprendido el 10 de abril de 1869 en plena guerra contra España.
En esa fecha y protegidas por un fuerte contingente de soldados mambises, que acordonaron la incipiente localidad de Guáimaro, personalidades destacadas del campo insurrecto entre las que se encontraban Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte aprobaron la Constitución que llevaría el nombre del entonces insignificante villorrio, estructuraron la autoridad civil y nombraron los cargos correspondientes al flamante gobierno de la República de Cuba en Armas.
Fue un proceso natural que, con sus aciertos y errores, tenía el valor de defender objetivos tan nobles como la independencia de la Patria, la abolición de la esclavitud y garantizar libertades civiles, proceso autóctono que continuó luego con la Constitución de Jimaguayú (1895) y la de La Yaya (1897).
Pero, una vez producida en 1898 la intervención norteamericana en la lucha que los cubanos librábamos por la independencia, el ocupante gringo sintió la necesidad de convocar una asamblea constituyente para elaborar una Carta Magna que ordenara los asuntos legales del Estado marioneta que se proponían crear, y surge así la Constitución de 1901, lastrada por la Enmienda Platt.
Esto viene a colación porque según palabras de Fidel Castro en el Informe Central al Primer Congreso del Partido en diciembre de 1975, citadas por Raúl, “después de la Guerra de Independencia, a Cuba se le concedió la independencia formal el 20 de mayo de 1902, con bases navales norteamericanas y con la enmienda constitucional impuesta, que entre otras cosas daba a los Estados Unidos el derecho de intervenir en Cuba. Se instaura así la neocolonia yanqui en nuestra patria”.
Y el General de Ejército hizo notar que “aquella Constitución fue puesta en vigor por una orden del Gobernador Militar yanqui”. Es decir, que por decisión unilateral, otra potencia extranjera: los Estados Unidos de América, intervenía en una guerra de liberación nacional, no para ayudar a emancipar al pueblo irredento, sino para eliminar el control de un arcaico poder colonial europeo y sustituirlo por el dominio neocolonial del nuevo Imperio.
Raúl describió el complejo proceso que llevó a la Revolución de los años 30, la Constitución de 1940, el golpe de Estado de Fulgencio Batista del 10 de marzo de 1952 y la imposición de los llamados estatutos constitucionales, hasta la proclamación, el 7 de febrero de 1959, de la Ley Fundamental por las nuevas autoridades revolucionarias, que da paso a un período de 17 años, donde el Consejo de Ministros asume las funciones del legislativo, hasta que, en febrero de 1976, se proclama la primera Constitución Socialista, antecesora directa de la Carta Magna vigente este miércoles.
Vale recordar que ni en 1959 los Estados Unidos estuvieron de acuerdo con la Ley Fundamental emitida por las nuevas autoridades, ni en 1976 con la primera Constitución Socialista; mucho menos ahora con la Constitución del 2019, cuando las palancas de mando del imperio están en manos de un grupo de extremistas, que lo ven todo bajo el prisma de la geopolítica y la geoestrategia de una renovada guerra fría, la cual ellos mismos potencian hasta extremos harto peligrosos.
Si nos preguntáramos por qué han criticado esos trogloditas hasta la saciedad esta nueva Carta Magna, la más perfecta obra jurídica en la historia de Cuba, expresión de la voluntad del pueblo cubano, diríamos que precisamente por eso: por ser manifestación de soberanía e independencia de un pequeño país cuyos 11 millones de habitantes defienden su decisión de ser libres a escasas 90 millas del flanco sur del imperio todopoderoso.
Un país que ha incluido en su nueva Ley de Leyes los resultados de una reforma a la Constitución de 1976, realizada en el 2002, que declara el carácter irrevocable del socialismo en Cuba e incluye el pronunciamiento también citado por Raúl, de que “jamás podrán negociarse las relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado, bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera”.
Precisamente al actual contexto regional e internacional dedicó Raúl Castro gran parte de su intervención. “Hemos venido alertando —dijo— sobre la conducta agresiva que el Gobierno estadounidense ha desatado contra la región de América Latina y el Caribe. Lo hace, agregó, en nombre de la Doctrina Monroe, con un arrogante desprecio macartista hacia el socialismo, la libre determinación de los pueblos y los derechos soberanos de los países de la región”.
El también dirigente histórico de la Revolución cubana recordó que había comentado sobre el tema el 26 de julio del 2018, al conmemorar el aniversario 65 del asalto al cuartel Moncada, y el primero de enero de este año, al celebrar las seis décadas del triunfo de la Revolución, ocasiones en que señaló que se estrechaba el cerco del imperio en torno a Venezuela, Nicaragua y Cuba, y que los hechos han confirmado esta apreciación.
Raúl advirtió que “el asedio incesante contra la hermana República Bolivariana de Venezuela, con el uso de métodos de la guerra no convencional y la asfixia económica, es el principal foco de agresión; sin embargo, la amenaza nos concierne a todos”. Sobre la situación en la República Bolivariana, a la que ratificó todo el apoyo del pueblo y el Gobierno cubanos, dijo que allí el gobierno y el pueblo chavista están escribiendo páginas admirables de resistencia.
“En suelo bolivariano —acotó— se define hoy si es verdad que las naciones latinoamericanas y caribeñas tienen derecho a la libre determinación, si el poder soberano descansa en el pueblo o en un gobierno extranjero, si resulta aceptable que un país poderoso determine quiénes son los gobernantes de un Estado independiente, si las normas y principios por los que se rige la Organización de las Naciones Unidas tienen valor real o son letra muerta, si los pueblos de la región permanecerán pasivos ante el arrebato del poder soberano en una nación hermana o responderán en repudio al crimen”.
Añadió Raúl que “frente al turbulento escenario que se ha conformado, hemos definido como prioridades insoslayables la preparación del país para la defensa y el desarrollo de la economía nacional. Ambas direcciones con igual importancia”.
Finalmente, el más alto militar cubano expresó que “en 60 años frente a las agresiones y amenazas los cubanos hemos demostrado la férrea voluntad para resistir y vencer las más difíciles circunstancias. A pesar de su inmenso poder, el imperialismo no posee la capacidad de quebrar la dignidad de un pueblo unido, orgulloso de su historia y de la libertad conquistada a fuerza de tanto sacrificio. Ya Cuba ha demostrado que sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá resistir, luchar y alcanzar la victoria. No existe otra alternativa”, concluyó.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.