La preferencia del bandolero. Así lo calificó, sin el menor recato, un cochero que a comienzos de julio pasado justificaba su negativa a llevar pasajeros, a menos que el medio de transporte fuera alquilado; es decir, a menos que le pagaran caro. Por esos mismos días, ante el reclamo de una señora por la diferencia entre la tarifa que declaraba el conductor de un mototaxi y la que rezaba en un cartel dentro del vehículo, este le espetó: “No se guíe por lo que dice ahí. Nosotros aquí lo pagamos todo”.
Ni uno ni otro pensaban como país. Estaban, al igual que el resto de los trabajadores por cuenta propia, bajo la lupa escrutadora de las estructuras de gobierno, que entonces ya ponían topes a los precios. Los ómnibus para la circulación dentro de pueblos y ciudades daban señales de extinción temporal, pero aquello era solo el preludio de lo que vendría.
Desde que el pasado 11 de septiembre, en comparecencia televisiva, el Presidente cubano y varios ministros anunciaran una baja disponibilidad de combustible que cambiaría radicalmente muchas de las rutinas del país pareciera que se produjo un cambio colectivo de mentalidad. Por los medios de comunicación masiva se escuchan, más que todo, loas a la cooperación en el transporte de pasajeros, sin duda la actividad más afectada de todas.
No es un reflejo equívoco de la realidad: en Sancti Spíritus también se aprecian mayores dosis de apoyo en el traslado, sobre ruedas, de personas entre un lugar y otro, como resultado, básicamente, del quehacer conjunto entre inspectores de Transporte y de la Oficina Estatal de Tráfico. A ellos se han sumado, de manera activa, oficiales y agentes de la Policía Nacional Revolucionaria.
En un sondeo de opiniones realizado por Escambray en puntos de embarque principales, primaron los criterios de que los conductores de vehículos estatales están colaborando en mayor medida que antes. “Hasta los de carros particulares paran, sin que se lo indiquemos, y recogen al personal que pueden”, han declarado algunos funcionarios.
Sin embargo, la realidad está lejos de ser monocromática, y en los recuentos in situ, mientras los carros se detienen y las personas los abordan para llegar a tiempo al estudio, al trabajo o a la gestión personal, emergen los matices: aquellos que tratan de “meter cabeza”, ya sea con eso de que llevarán “directo hasta Trinidad, sin parar en ningún otro lugar”, o con la seña desde adentro, sin bajar los cristales oscuros, como para dejar “bota’o” a quien les indica detenerse, que no distingue el interior del vehículo.
Es perceptible, dicen en la salida hacia Jatibonico, que personas al timón, aunque menos en estas circunstancias, aseguran ir hasta un lugar cercano, con lo que se evitan la “botella”, y luego se comprueba que su destino era justo aquel para el cual viajaban sus conciudadanos “de a pie”.
A diferencia de antes, ómnibus en los que se traslada personal de organismos, o sobre los que viajan maestros con diferentes destinos han acortado por estos días la espera de quienes aguardan en los puntos de embarque.
“El único modo de resolver nuestros problemas es que todos y cada uno de los que amamos la Revolución nos preguntemos cotidianamente: ¿qué puedo hacer?, ¿qué puedo aportar?, ¿cuál puede ser mi cuota de entrega personal para el crecimiento colectivo?”, había expresado Miguel Díaz-Canel Bermúdez mucho antes de esta contingencia.
Según datos de la Dirección Provincial de Transporte, durante las jornadas que han seguido al momento inicial de la crisis energética se han trasladado por esta vía alternativa, como promedio diario, 5 860 pasajeros. Ello representa un incremento de un 12.4 por ciento en comparación con las cifras habituales.
Pero no todo va a los registros, porque la ciudadanía se mueve también dentro de las localidades donde vive y espera la mano solidaria de un coterráneo, ya sea en una esquina cualquiera por donde pasan los vehículos, o en una parada en la que no hay apostados inspectores ni policías.
Para ilustrar lo que digo cabe la anécdota de lo acaecido en la intersección de las calles Carlos Roloff y Coronel Legón, de la cabecera provincial, al comienzo de la mañana del martes 17 de septiembre. Mientras el equipo reporteril se desplazaba por otras áreas, allí pudo percibirse la inconformidad popular con dos manifestaciones de indolencia: los cocheros, que no llevaban a nadie por la filosofía egoísta de solo viajar alquilados, y los conductores de vehículos automotores que pasaban indiferentes sin reparar en la necesidad de quienes aguardaban.
¿Quién convence a los afectados en ese u otros lugares, a los que no ha llegado el cambio de conciencia, de que todo marcha como la dirección del país ha pedido?
“Antes era a suerte y verdad, les hacías señas y seguían como si nada”, se escucha, al hablar del cambio, a los inspectores que gestionan los viajes. “Los porteadores privados están cooperando de forma determinante, y con su ayuda se han transportado más de 2 200 pasajeros diarios”, declara José Lorenzo, Director Provincial de Transporte.
Junto a las luces que ya restan negatividad a la situación, conductores —los menos— sin la licencia operativa entre una localidad y otra violan los precios establecidos. Y se arrecia el control en nuevos puntos, para cortar las alas a la anarquía antes de que le crezcan. Es Cuba que se levanta, como en todos los tiempos. Es Cuba, donde el espíritu, la voluntad y la conciencia de cada cual deciden.
Sí más que nada de conciencia se trata, por eso es bueno destacar la actitud y ejemplo de muchos choferes que sin que medie la función de los inspectores en los puntos de recogida, lo hacen voluntariamente, como un chofer de una guasabita azul de GEOCUBA que tiene capacidad para 5 personas más, siempre que tiene c apacidad para en todas las paradas y con mucha amabilidad, eso es ejemplo, otros tratan de meter cabeza.
Es hora de tomar conciencia y ayudar entre todos a palear la situación compleja que hoy existe con el transporte.
Saludos,