Es joven y le sobra el entusiasmo. Tiene sueños y pronostica el futuro. Ríe de forma espontánea sin pensar en los malos ratos y derrama en el trabajo toda la buena energía de sus cortos 29 años de edad. Ronel Pérez Hernández es un muchacho que despide luces desde el inicio de su vida laboral.
Su pensamiento se curte con la experiencia que le regala el transcurso de los años. Su visión sobre la vida no es la misma de hace un tiempo atrás. Todos los días descubre que puede ser mejor, y desafía sus zonas erróneas para hallar el rumbo exacto. Lo hace porque quiere cumplir su propósito personal. Lo hace por la sociedad y por su familia. Esa encantadora morada en la que se fraguan reflexiones, se abriga la diversión, y por qué no, los conflictos.
Y es que este chico asume desde el 2018 la dirección de la Oficina Nacional de la Administración Tributaria (ONAT), de Yaguajay, siendo el más lozano en este cargo dentro del sector en la provincia. Un suceso que según cuenta no previó nunca, sino que lo encontró por azar.
Su cuerpo se oxigena con la informática, profesión que eligió desde adolescente. No obstante, su pasión por el mundo de las computadoras lo arrastró poco a poco a las responsabilidades que acoge hoy.
“En el año 2005 comencé a estudiar ciencias informáticas en el Instituto Politécnico de Informática (IPI) Armando de la Rosa Ruiz de Sancti Spíritus. Allí me nutrí de los conocimientos necesarios para llevar adelante la práctica de la materia y me gradué en el 2007 como técnico medio en esta especialidad.
“Apenas concluí la preparación como profesional en la disciplina, me ubicaron en la ONAT de Yaguajay para pasar mi servicio social durante dos años. En ese tiempo roté por todos los departamentos, lo cual enriqueció mi conocimiento integral. Pasó el tiempo y, por mi desempeño y disciplina, la máxima dirección de la entidad decidió que me quedara como trabajador oficial, y así empecé”, comenta el joven.
Sin embargo, Ronel no se conformó con las destrezas que adquirió detrás de las máquinas. Aprovechó el contexto de la universalización de la enseñanza para incursionar en la licenciatura en Derecho, debido a su incipiente interés por el estudio de la legislación.
“Me gradué como abogado en el año 2013. Un sueño realizado. Aun cuando decidí no ejercer la profesión porque me adentré en el mundo de la ONAT, desde aquí repaso las leyes, pues la oficina labora con el basamento legal”.
El camino hacia la dirección llegó sin prisas. De informático, pasó a subdirector, y luego fungió como máximo representante de la ONAT en el norte espirituano.
“En el rol de subdirector conocí por dentro la ONAT. Creo que pude asumir la responsabilidad gracias al apoyo de mi director en ese entonces, Alexis Pernas, un hombre que fue mi padre laboral, al cual le agradezco todo lo que sé de administración tributaria. A él le debo haber asumido la dirección, por el sentido de pertenencia que me inculcó”.
“Lo más difícil que me resulta es tomar decisiones. A veces son certeras, pero cuando no lo son, tengo que saber enderezar el camino truncado”, afirma con sinceridad el joven.
Y es que la Oficina de Administración Tributaria lleva sobre sus hombros la aplicación de la legislación relativa a los tributos y otros ingresos no tributarios; desarrollar la recaudación en todo el país, y adoptar medidas para contrarrestar la evasión fiscal; un andamiaje que precisa exigencia y control.
“Tenemos una misión relevante en el control del presupuesto, partiendo del cumplimiento y fiscalización de las obligaciones tributarias tanto en el sector estatal como en el privado. Por eso, no dejo de ser exigente con tales propósitos. Cumplo con mi deber como cuadro, y en el ámbito personal soy fiel al legado de mi eterno profesor Alexis Pernas”, explica.
Ronel es un muchacho de estos tiempos. Disfruta las fiestas como otro cualquiera; discute con la razón entre sus manos, o a veces sin ella; pero algo lo distingue del resto: sus verdaderos sentimientos, esos que traslada hacia los 20 trabajadores que envuelve en sus brazos. Con ellos está, a pesar de los “encuentros”.
“Para mí la ONAT es una familia, es como si fuera mi casa. Allí cada día es un reto y un indicador que cumplir. La oficina es el sitio que me conoce y hacia ella siempre quiero llegar”, manifiesta emocionado.
Tales palabras caminan directo al corazón. Sus frases recorren cada vericueto de su pensamiento para más tarde camuflarse en su vida. “Ser joven y al mismo tiempo dirigir es para mí un orgullo y una satisfacción. Es la manera que tengo de convertirme en mejor profesional y ser humano”, agrega.
Así es Ronel Pérez Hernández, un joven con sueños cumplidos y rotos; un muchacho campechano y conversador que encuentra en la Oficina de Administración Tributaria de Yaguajay el lugar que lo hace sentir vivo, a pesar de las obligaciones; el sitio al que le confiesa sus más íntimos secretos; el rincón de su vida al que siempre deseará volver.
El muchacho va bien, pero el que imita fracasa. Es mucho nejor que seas como tú mismo y yo se porque te lo digo.
Es todo un caballero como ya no existen en nuestra época y en el país.