Acostumbrados por siglos a secar sus productos sobre mantas rústicas, lo mismo en medio del camino, que en los portales de sus casas y a veces hasta con los propios ventiladores domésticos, los campesinos de la zona norte de la provincia espirituana no creyeron en un inicio que aquel «central» que comenzaba a levantarse junto a las antiguas naves de Acopio, en Iguará, fuera precisamente para bien de sus frijoles.
Reconocida como uno de los mayores graneros de Cuba, la faja comprendida desde el norte de Cabaiguán y Taguasco hasta el sur de Yaguajay y Mayajigua se beneficia con un fenómeno que los guajiros más «meteorólogos» definen como «los nortes de semilleros», una suerte de aguaceros extemporáneos que suelen empapar los campos en plena temporada invernal y que, por lo general, garantizan muy buenas frijoleras en la zona.
Para asegurar que esta producción llegue a feliz término en una región donde
el aporte viene lo mismo del sector privado que del estatal, la dirección del
Ministerio de la Agricultura decidió «sembrar» aquí la primera planta de secado
de granos del país, una industria moderna y competente que ha sido concebida
esencialmente para tratar frijol y maíz, pero cuya tecnología, de procedencia
brasileña y costarricense, admite también sorgo, garbanzo y hasta arroz.
Construido al costo de unos siete millones de pesos en moneda total, el
secadero tiene capacidad para procesar 40 toneladas diarias, con la bendición
de un horno dual que puede alimentarse lo mismo con biomasa que con diésel.
Pablo Enrique Cabrera, director de la unidad, perteneciente a la Empresa
Agroindustrial de Granos Valle del Caonao, dice que además de humanizar
considerablemente la actividad, que hasta ahora se realizaba de manera artesanal,
el proceso tiene otra ventaja que resulta novedosa para el país: por las
características del horno, los gases de la combustión nunca entran en contacto
con el grano, lo que permite obtener un producto más saludable.
La industria está dotada de un sistema de almacenaje en silos –de 40 y de 200
toneladas–, que a su vez cuentan con un servicio de aire que evita la
fermentación y contribuye a preservar las propiedades organolépticas del
alimento, un privilegio que asegura la calidad final de la cosecha.
COMO DE LA NOCHE AL DÍA
De la tremenda acogida que ha tenido «el centralito» entre los cosecheros de Jarahueca, Itabo, Iguará y zonas colindantes, hablan lo mismo Reiniel Tomé, bautizado desde hace años como Araña, uno de los mayores productores de frijol para semilla en todo el archipiélago, que los hermanos Brito, los Calzada o los Hernández, todos afiliados a cooperativas de créditos y servicios de la zona.
Es cierto que por lo joven de la industria –tuvo su puesta en marcha el
pasado 8 de febrero– y también por las carencias de combustible y otros
insumos, todavía las 121 bases productivas comprendidas en el programa inicial
no han llegado hasta Iguará; sin embargo, otras más distantes como
cooperativas radicadas en Jatibonico (Sancti Spíritus), Majagua (Ciego de
Ávila) y Remedios (Villa Clara) le han cogido el gusto al desarrollo.
La industria tiene el don de limpiar y secar el alimento en un tiempo prudencial y en el caso del frijol dispone de una planta de beneficio que le extrae las materias extrañas o subproductos, pule y brilla el grano y puede envasarlo en dosis de 50 kilogramos o 250, 500 y mil gramos.
«Aquí lo mismo podemos recibir un carretón con un saco, que un camión con diez toneladas», dice el director, para quien la perspectiva de crecimiento está asegurada por la tradición y la cultura productiva de décadas que reinan en estos predios.
Alimentada con biomasa casi al 100 % desde que arrancó, entre febrero y marzo la industria benefició alrededor de 500 toneladas de frijol, mientras entre julio y octubre, al 35 % de explotación y en medio de la contingencia energética que ha venido azotando al país, secó 1 050 toneladas de maíz.
IGUARÁ SE MULTIPLICA
La planta de Iguará, oficialmente nombrada Eduardo Lamas en honor al prestigioso director que llevara por muchos años las riendas de la Empresa Valle del Caonao, es la primera, pero no la única prevista en el país.
Industrias similares están proyectadas, e incluso algunas muy adelantadas, en la zona de Velasco, Holguín –reconocido granero de la región oriental–; en Las Tunas, Granma y Santiago de Cuba, todas destinadas al procesamiento de frijol y maíz y bajo la tutela del Ministerio de la Agricultura.
Iguará, que en lenguaje deportivo se llevó la arrancada, ya está realizando ventas al comercio (con destino a la canasta básica normada), al turismo y a las llamadas tiendas recaudadoras; está gestionando tecnología para el aprovechamiento de los subproductos y pensando en exportar las primeras toneladas en el cercano 2020, una pretensión que también la pone muy a tono con las necesidades del país.
EN CONTEXTO
En el Plan de la Economía del año 2020 se ratifica la importancia de priorizar la producción nacional y avanzar en la sustitución efectiva de importaciones, priorizando, en primera instancia, el incremento de la producción de bienes que se importan y cuyo financiamiento, para producirlos en el país, está precisamente en eliminarlos de la importación.
En este sentido, para el año 2020, el Plan de la Economía proyecta asignar a la industria y a la agricultura en el entorno de los 240 millones de dólares más que lo que ha sido posible disponer en 2019, lo que tiene impacto en la sustitución de importaciones y en el incremento de la Circulación Mercantil Minorista.
En el contexto actual hay que añadir la oportunidad que se les presenta a sectores de la industria nacional, de producir con destino al comercio interno en divisas.
Esta constituye una nueva fuente de financiamiento de la economía, que aprovecharemos en la medida en que las divisas que se captan se queden en el país y se oferten más bienes nacionales, con una mayor participación de nuestra industria.
PRECISIONES
El Estado y el gobierno cubano prestan atención prioritaria a la seguridad alimentaria, como una parte de la dimensión económica y social de la seguridad nacional.
Muestra de ello es que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reconoció a Cuba como el quinto país entre los 14 primeros que han logrado reducir los índices de hambre y desnutrición, de forma sostenida por varios años.
El 23,2 % de los suelos de Cuba se catalogan como muy productivos o productivos y el 78 % en las categorías de muy poco productivos o poco productivos.
Más de tres millones de hectáreas de suelo de uso agrícola están afectadas por factores limitantes lo que requiere de recursos considerables estimados entre 175 millones de pesos por quinquenios, a un ritmo de 100 000 hectáreas anuales más el 10 % para la recuperación de las áreas.
La superficie agrícola alcanza 6,4 millones de hectáreas, el 58,2 % de la superficie terrestre del país.
El sistema de la agricultura trabaja hacia el futuro por crecer en las exportaciones de productos tradicionales e incrementar en otros, conscientes que esta será la vía principal para obtener finanzas para el desarrollo, para reducir la dependencia del mercado interno y alcanzar la satisfacción de la demanda interna con apego al concepto de la seguridad alimentaria.
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