Como un mar de plástico se observa a lo lejos el cultivo protegido y semi protegido conocido como La Quinta, único de su tipo en Sancti Spíritus. Techos muy altos en forma de olas, con mallas blancas que resguardan las 37 casas destinadas a la producción de hortalizas y posturas, así se presenta; pero igual sobresale por la singularidad de sus trabajadores, quienes diariamente se aferran a la obtención de cosechas de calidad para sustituir importaciones; aunque también destinan parte de sus surtidos a los organismos y a la población.
En sus áreas resulta común encontrar a hombres o mujeres rellenando canteros, limpiando los residuos de cosecha, fertilizando el suelo o, simplemente, deshijando plantaciones, recogiendo frutos y tirando de una yunta de bueyes para roturar la tierra.
Y es que en La Quinta, desde que surgió hace 12 años por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel, se transita por el camino de la diversificación, basado, además, en la aplicación de la ciencia y la técnica, acción que les permite obtener hortalizas y vegetales de calidad durante varios ciclos de cultivos en el año. Nada de esto sin sufrir los efectos del cambio climático, que se manifiesta con períodos secos y fluctuaciones en las temperaturas.
DE LA TIERRA AL PLATO
Para Osmany Gutiérrez Nápoles, fundador del centro que se desempeña como casero, su mayor reto está en lograr cultivos escalonados de tomate, pepinos, pimientos y sandías. “Ello nos garantiza productos frescos, listos para el consumo —dice— aunque aquí nada resulta fácil, uno está expuesto a la inhalación de plaguicidas y a temperaturas que en el interior de las casas siempre superan en 4 o 5 grados las del exterior; aun así, el trabajo es bien remunerado y eso nos estimula”.
Cuentan sus trabajadores que en La Quinta el huracán Irma dejó su huella de manera brutal, por suerte, con anterioridad habían desmontado todas las estructuras metálicas y las mallas de las casas del cultivo protegido, pero pasados los primeros 45 días ya se recogían las primeras cosechas de vegetales de ciclos cortos y así, poco a poco, fueron saliendo adelante.
“El 2017 lo cerramos con incumplimientos, posiblemente haya sido el más malo de la historia, pero el 2018 alcanzamos cerca de 187 toneladas de hortalizas y vegetales, de las cuales el 70 por ciento se entregó a Frutas Selectas para su venta en el polo turístico espirituano”, refiere Luis Enrique Llopiz Rosabal, jefe de Producción de la unidad perteneciente a la Empresa de Aseguramientos y Servicios del Ministerio de la Agricultura en la provincia.
Todos nuestros surtidos salen frescos hasta su destino final —dice Rosabal—, pero lo más importante es la diversificación que hemos logrado a pesar de las dificultades con el arribo de semillas de buena calidad, por lo que tuvimos que aplicar variantes para no dejar canteros vacíos porque la demanda de hortalizas y vegetales es cada vez más grande”.
LA CIENCIA EN FUNCIÓN DEL CULTIVO
Para el ingeniero Luciano Lumpui Roca, jefe de la unidad La Quinta, este año el reto es superior pero alcanzable. “Queremos llegar a las 200 toneladas de productos, aunque para ello se necesita atar muchos cabos, pues no se trata solo de la semilla importada que a veces falla, sino de aplicarle a la tierra los nutrientes necesarios, las sustancias químicas que regulan plagas y enfermedades, hacer un uso adecuado de la materia orgánica y darles a las plantas las atenciones culturales que llevan.
“Por ejemplo —explica Luciano— estamos sembrando por vez primera una variedad de pimiento que es espirituana, el Regio, ya tenemos tres casas de cultivo cubiertas y hasta hoy los resultados son alentadores, introducimos también el tomate Celeste, que se siembra a cielo abierto, pero aquí lo llevamos al tapado y aunque los rendimientos no son iguales, se espera una buena producción”.
En La Quinta resulta vital, además, la 1.5 hectárea del semi protegido donde se producen vegetales orgánicos como la lechuga, col china, acelga, rábano rojo, remolacha, zanahoria, quimbombó, espinaca, así como el ajo puerro, cebollino, cilantro isleño y el perejil, entre otros.
Pero en cualquiera de las áreas de la unidad, los cuidados sanitarios determinan la salud de los sembradíos, bien lo sabe José Antonio Rodríguez Fárdales, especialista principal en ferti riego cuando dice: “Por un lado utilizamos dosis pequeñas de fertilizantes para el desarrollo de las plantas y por otro contrarrestamos las plagas y enfermedades con químicos biológicos y con reguladores naturales como el árbol del Nim, del cual lo aprovechamos casi todo, desde sus hojas que esparcimos entre los surcos, hasta la fermentación de las ramas y semillas en agua para después emplearlas en el regadío, que resulta ideal en el control de nematodos, también existen barreras vivas, con plantas repelentes”.
Hablar de cuánto se hace en función del cultivo de hortalizas y vegetales y de su importancia en la nutrición de la población puede parecer fácil, lo difícil es ver cómo el colectivo de La Quinta se aferra al surco contra viento y marea y hace magia para hacer parir ese pedazo de suelo, que ni siquiera era el más idóneo para esta actividad. No obstante, le sacan provecho y siguen poniendo a prueba nuevas variantes tecnológicas para obtener mejores frutos.
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