Ramiro Rodríguez jura que nunca olvidará aquel zumbido del viento que durante horas y horas estrujó a todo Mayajigua, porque las huellas del huracán Irma pueden borrarse, pero sus lecciones serán eternas. A las puertas de la temporada ciclónica vale mucho recordar la fuerza destructora de esos eventos apelando a dos alternativas: precaución y mayor percepción de riesgo.
Cualquiera diría que en Cuba la amenaza de un huracán es como una jugada cantada en el juego de béisbol, pues después que se sabe la probable trayectoria sus daños son algo predecibles; sin embargo, la propia naturaleza se ha encargado de hacer añicos esa teoría. Por ejemplo, los vientos de Irma retorcieron hasta las gruesas barras de acero que soportaban los techos del Centro Integral Porcino Carbó, en Yaguajay.
Si bien la cotidianidad de la vida no cambia un ápice desde ahora y hasta noviembre, las medidas para enfrentar una contingencia de este tipo pasan desde ya a una especie de alerta temprana, por eso en virtud de arribar al peligroso período con la preparación más afinada se acaba de realizar el ejercicio de Defensa Civil Meteoro 2019.
Tal vez haya quien piense que en materia de precaución no hay más nada que inventar. También esa predicción se queda corta, pues sepan que cuando las primeras bandas de Irma se acercaban a Yaguajay, dada la intensidad que traían, fue preciso desechar un centro de evacuación que parecía seguro y mover a esos pobladores hacia Sancti Spíritus.
Vale repetir una verdad conocida: Cuba dispone de un sistema de protección coherente y eficaz. Entonces, de lo que se trata es de materializar a cabalidad cada medida, incluso de actualizarla a la luz de las experiencias más recientes.
Si nos remontamos a lo ocurrido cuando el huracán Irma y la tormenta subtropical Alberto, Sancti Spíritus tiene vivencias en todos los ámbitos socioeconómicos que conformaron un abarcador catálogo de peligros, vulnerabilidades y riesgos sobre el que se ha focalizado el énfasis de la precaución en la provincia.
¿Cuántos árboles cayeron sobre líneas eléctricas, telefónicas y viviendas?, ¿cuántos techos ligeros fueron arrancados por los vientos?, ¿cuántos pobladores del batey FNTA se quedaron sorprendidos y atrapados al ver que la crecida del río Agabama se pasó de la marquita habitual?
Como ya es hora de no tropezar otra vez con la misma piedra, el país subió la dosis de la prevención y en los planes para la reducción de desastres en cada entidad, organismo y territorio se exige incorporar las experiencias más cercanas, actualizar las medidas y planificar en el presupuesto los materiales necesarios en función de la protección de las personas, bienes y recursos.
En esencia, se persigue cortar la improvisación, no esperar a que se decrete la Fase Informativa para empezar a talar árboles, limpiar tragantes o buscar con qué asegurar el techo; a fin de cuentas, dos o tres días no alcanzan para prepararse de cara a un huracán. Se trata de trabajar en la reducción de vulnerabilidades y riesgos durante los 12 meses del año.
Si con los últimos eventos ocurridos en el territorio hay más conocimiento del nivel de los riesgos en cada lugar, entonces no hay mejor camino que hacer corresponder la prevención con la planificación. Basta un sencillo ejemplo: ¿cómo y con qué medios se van a proteger los techos de cubiertas ligeras de un almacén, una nave o una escuela?, ¿esos materiales están presupuestados?
Otra arista aparece en que por historia y tradición se les presta mucha atención a los ciclones; sin embargo, son las intensas lluvias los procesos que más han golpeado al territorio en las últimas décadas.
Para entender que un episodio de lluvia intensa, aunque sea local, es muy peligroso no solo en las comunidades más proclives a los daños; recordemos el reciente chaparrón de agua que en cinco o seis horas convirtió a Jatibonico en una especie de represa urbana. Inundaciones parecidas son cada vez más frecuentes en diversos puntos de la ciudad espirituana y en otras cabeceras municipales.
De acuerdo con el Instituto de Meteorología, para la nueva temporada ciclónica los pronósticos prevén la ocurrencia de 11 tormentas tropicales o ciclones, aunque seis de ellos pudieran llegar a huracán y la probabilidad de afectación de un ciclón tropical a Cuba es de un 40 por ciento.
Más que mirar esas estadísticas, lo realmente importante es estar preparados, atentos a los avisos y tener a mano cuanta medida sea útil, mientras desde junio se pone el ojo en la precaución.
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